Crónica cervecera

Voces Emergentes

     Tengo un azul de reminiscencia y medias blancas. Oigo una voz de caracol y camándulas.

Ella me ríe, sobria, como un pañuelo cristalino. Sabrá que su sombra y su recuerdo se mezclan con una calma que no existe. La luz de su pensamiento me delimita. Dime, señora de las calamidades, en dónde podré empezar a destripar tu pétalo de ternura. Casi lloro cuando leo que EE.UU. va a donar un millón de vacunas para el pueblo de Vietnam. Ho Chi Minh, desde su choza, me mira con cara de arroz.  Cuba está a 90 millas de los señores y necesita jeringuillas.  Vietnam mató a casi 60,000 soldados norteamericanos y Cuba ni uno.  Cógele el rabo a este gato de maldad e insolencia.

  Me acomodo en el balcón del negocio y miro las palomas azules que migran desde los motes. La dueña del cafetín me pregunta por el almuerzo. Le dije que los fogones estaban de respeto. Sonríe, pero tiene un dejo de berro en agua de maría. Me pasa por la mente un fogonazo de mujer maltratada. El jefe, como acostumbran a llamar al maltratante, no está. Hay un espacio  de diálogo y maní con cáscara. Me doy un trago de Medalla caliente y le sonrío al viento.  Alguien dice que la variante Delta viene sin prisa, pero caminando.  Hay un vacilón de hombres sin conciencia y todos ríen. ¡Se acabó el PUA grita un contertulio!   Me mira con cara de hombre importante y da la vuelta. Mi editor me dice; desde las sínsoras, escribe, que se joda lo que piensen. Ya estoy llegando a la codorniz de los placeres, pero me conturbo. En el programa radial Fuego Cruzado se habla de los mercenarios, como si fueran atletas de las olimpiadas de Tokio. Son asesinos a sueldo coño. El moderador de ese programa fue un exagente de la CIA. Se cuida de condenar, se queda por las ramas y habla de su experiencia laboral en General Electric. La colonia perfumada es un delirio.