Cuba, los artistas y la astrología del Nuevo Día…

Cultura

(San Juan, 1:00 p.m.) Estos días, la noticia caliente protagoniza, una vez más a Cuba. Conatos de protestas integrados por un puñado de descontentos de variado repertorio humano, salieron a las calles denunciando las penurias económicas que enfrentan día a día. 

Desde que la revolución cubana emergió vctoriosa en el 1959 su enemigo acérrimo y descarnado, el gobierno de los Estados Unidos, ha hecho hasta lo imposible para que se venga abajo. Invasiones militares, intentos de magnicidios, subvenciones con fines de lucro a los opositores,  bloqueo económico de lesa humanidad y otras conspiraciones “democráticas”, tan a los estilitos hipocritones del “made in usa”, han sido la orden del día para los días del desorden. 

La  pandemia que de por sí ha complicado por añadidura la salud y la economía global también afectó a Cuba, quien de paso, ha sido ejemplo de manejo de la emergencia no empece al bloqueo. Su adelanto indiscutido en la medicina la convirtió  en la única nación latinoamericana que creó una vacuna contra el coronavirus que ya comienza a desarrollar masivamente.  

Sin embargo, las desmedidas Trumpianas mantenidas por Biden, de aislar aún más a Cuba, eliminando entre otras la posibilidad de las remesas a los familiares de los exiliados, así como redoblar y enconar las medidas de castigo a las países que desean comerciar con Cuba, así como otros factores que empobrecen a la economía ya empobrecida han hervido en algunos sectores de la población. 

No hay duda resulta difícil la vida en Cuba como en el resto del mundo resulta, valga la aclaración. 

Ante esa realidad cruenta existen dos respuestas más o menos evidentes. Si eres favorecedor del lucro como modus operandi de los actos humanos, de la sociedad de consumo que se consume a sí misma por hacer del egoísmo una virtud, de la avaricia una misión de vida, de la competencia la convivencia, de la euforia la felicidad, de la vulgaridad la nueva civilización y de la libertad, el libertinaje, en resumen, si crees que existe Blanca Nieves y los 7 enanitos como un hecho irrevocablemente científico, por mejor decir, “el sueño americano”  en un proyecto de felicidad universal solicitarás su intervención mesiánica a Cuba. 

Si por el contrario, tu significado de vida te lleva por otros rumbos a una búsqueda implacable por convertirte en un mejor ser humano, más digno, solidario, amable y justo, aceptaras las contradicciones y errores del proceso cubano, pero pondrás el dedo de tu conciencia en la llaga del momento que vive la hermana Isla. Y ese índice señala al bloqueo del imperio como el mayor causante de las penurias cubanas.  

Por otro lado, aunque muy al ladito, casualmente, El Nuevo Día cuyo historial lo desempeña con gran estilazo periodístico a favor del anexionismo, el gran capital y las relaciones mercenarias, perdón, públicas, se le suma la astrología sucusumuco. Mientras los primeros protestantes cubanos estaban en las salas de sus hogares pintando cartelones ya el periódico estrenaba la noticia por el mundo. Ni Walter Mercado en sus mejores tiempos, antes de su noche sin estrellas, aquella que vaticinaba la reelección de Luis Ferré cuando hasta los astros se les habían apagado frente a sus narices a tientas, pudo haber hecho galas de tanta puntería ocultista y adivinatoria. 

No crean, por favor, la acusación perversa de que la prensa occidental, muy a la Nuevo Día, es sodomita de la codicia cuya impresión diaria conspira con las derechas del mundo y la inteligencia norteña. Sobre todo, cuando un individuo o un país intenta ser libre y atenta con su definición de democracia que no es otra que el gobierno de unos pocos listos cogiendo de pendéjulus al pueblo. Ahí, en ese preciso instante, la libertad de prensa se convierte en el muñequito de la libertad de empresa.  

Triste resulta en esos momentos grises del periodismo a la carta de la mentira los papelones de algunos artistas que por quedar bien ante los amos de sus egos narcisos y sus negocios faranduleros disparan de sus baquetas ignorantonas u oportunistas, sus opiniones de ocasión. 

Daddy (Raymond Ayala) y René (René Pérez) reclamaron la intervención estadounidense de inmediato como inminente. Del primero, que decir, muy poco. Recordar, tal vez, que su último concierto fue tiroteado por el bajo mundo. Allá él y su inconciencia. Que Dios lo coja confesado. 

Del segundo, me pesa decir algo porque aparte que conozco a su familia y la distingo, como lo respeto por el gran talento que es, lo critico en estos momentos cruciales por su bipolaridad ideológica. 

En las sociedades de mercado no existe nada, absolutamente nada, “políticamente correcto”. De hecho, esa nueva moda tan en boga y en boda con la cultura del descarte y de los odiadores pos géneros, atrapados en redes infinitas, es una treta y trata. Mientras entretiene los poderosos  se sirven con la cuchara grande de sus astronómicas ganancias. Ninguna sociedad que legaliza la corrupción malparida, los privilegios de unos contra otros reduciendo a un ser humano a articulillo de consumo y de rendimiento para sus usuras, puede hablar, y menos aún, ostentar, algo facsímil a lo políticamente correcto

René, una sugerencia de gratis. Qué no te pase como a Muhamed Ali, el más memorable de los boxeadores del mundo. Toda su trayectoria boxística se fraguó por su juego de piernas impecable y filigrana. Sin embargo, al final de sus días era triste verlo entre temblequeos y desvaríos en sus exiguas presentaciones públicas. Sus juegos de piernas como los tuyos, opinólogos, se enredaron en sus pasos recibiendo pegadas imprevistas hasta achocarlo y achacarlo. El pobre, más temprano que tarde, ya enfermo de juegos de piernas, parecidos a los que pegas con tus exabruptos, dejó de apalabrar, ni tan siquiera, una sola verdad en su vida.