[Nuevo Reencuentro con Enrique Gómez Carrillo y su obra]

Crítica literaria
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

El 21 y 22 de julio de 2021, se celebra en la Ciudad de Guatemala virtualmente, el IV Congreso Internacional Nuevo Reencuentro con Enrique Gómez Carrillo y su obra, auspiciado por la Universidad Mesoamericana y la Asociación Enrique Gómez Carrillo, ambas con sede en el país centroamericano.

Enrique Gómez Carrillo fue un escritor que nació en Guatemala el 27 de febrero de 1873, y murió en París el 29 de noviembre de 1927, con apenas cincuenta y cuatro años. Es autor de una vasta obra literaria que sobrepasa los ochenta libros. Murió muy joven, pero vivió intensamente la bohemia parisina y la línea decadente, dentro del movimiento literario conocido como el Modernismo. Apenas tenía veintidós años cuando comencé, en 1986, mis estudios de maestría en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. En el 1987, me matriculé en el curso Literatura Guatemalteca del Siglo XX, dictado por el Dr. Ramón Luis Acevedo, y fue así, que conocí algunas crónicas de Enrique Gómez Carrillo, un total desconocido para mí. El doctor Ramón Luis Acevedo, había sido profesor visitante en la Universidad de San Carlos (la USAC) en Guatemala, invitado por su amigo el académico y gran crítico literario guatemalteco, el Dr. Francisco Albizúrez Palma (1935-2014) q.e.p.d. De esa amistad, surgió la idea de dictar cursos graduados en la Universidad de Puerto Rico, sobre la literatura centroamericana.

Para esa época, el doctor Acevedo me prestó una antología titulada: Enrique Gómez Carrillo crónicas prologada por la reconocida san carlista Lucrecia López de Penedo. Es sabido, que a Gómez Carrillo se le considera el creador de la crónica moderna, y el cronista por excelencia, del modernismo hispanoamericano. De hecho, en el mundo literario se le llama el cronista errante por sus excelentes crónicas de viaje. Confieso que, de esa antología, la crónica que me atrapó fue: “Los primeros pasos en París” y decidí leer el texto Treinta años de mi vida publicado en el 1920. Recuerdo que se encontraba en la Biblioteca General José M. Lázaro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, pero en la sección de libros raros y no podía salir de ese lugar. Por lo tanto, durante una semana, fui a diario y me sumergí en las 464 páginas de ese texto que traía a mi mente lugares que no conocía. Con entusiasmo leí las tres partes en que se divide el libro: “El despertar del alma”, “En plena bohemia” y “La miseria de Madrid”. En esa autobiografía que él llama: “el libro de mi vida” el propio Gómez Carrillo afirmó: “Lo que pensé hacer, casi nunca lo hice, y en cambio he hecho mucho que ni siquiera imaginé… si fuera necesario volver a nacer, sólo le pediría al destino que me concediera la gracia de dejarme revivir mi vida” (p.10).

En “Los primeros pasos” explica que nació en la “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, en el mes de febrero y en el año de gracia 1873” (p. 13). Nos habla de sus padres un español y una belga; cuenta que no era buen estudiante y que no le gustaba el Instituto Nacional Central para Varones. A su vez, resume su fallida aventura, con un amigo, al estilo Rinconete y Cortadillo, para fugarse de su casa rumbo al Salvador. En esos primeros pasos rememora su primera aventura amorosa a los quince años con Edda, una mujer casada mayor que él. También habla de su primer encuentro en Guatemala, con Félix Rubén García Sarmiento, el gran Rubén Darío (1867-1916) director del periódico “El Correo de la Tarde” en el que Gómez Carrillo llega a trabajar, siendo Darío su jefe. Ese capítulo termina con la decisión de Enrique de marcharse de Guatemala porque no era el lugar propicio para sus intereses. Sus inquietudes solo podían ser comprendidas en París, en un lugar donde ser decadente al estilo de Charles Baudelaire, y los simbolistas, no se veía con malos ojos.

En el segundo capítulo “En plena bohemia” es donde inicia su vida en París y sostiene que: “es un santuario, es la fuente milagrosa de las nobles inspiraciones, es la ciudad santa del mundo moderno” (p. 165).  Allí conoce a la modista francesa Alice Freville con quien vive un apasionado romance. Fue con ella que encuentra en un bar a un borracho cuyo nombre era Paul Verlaine, el rey de los bohemios, alcoholizado por su difícil relación con Arthur Rimbaud: “Paul Verlaine… el dios de la poesía… Yo no lograba acostumbrarme a la idea de que el viejo borracho a quien había visto aquella misma noche en un café sórdido era él” (p. 207). Resulta curioso que el famoso poeta lo llamaba Carrasco en vez de Carrillo. Con Alice, comparte con el poeta simbolista griego Jean Moréas (1856-1910) que para ese momento, contaba con treinta y cinco años. Gómez Carrillo expresa su emoción y dice: “Yo no podía creer que Moréas, el semidiós del simbolismo, frecuentase el mismo establecimiento que los estudiantes más burgueses de América” (p.229). En otra ocasión, se topa nada más y nada menos, con otro de los grandes, el poeta francés Leconte de Lisle en una librería del Barrio Latino: “Era él, era él con su monóculo, con sus melenas blancas, con su rostro afeitado, con sus labios finos, sinuosos, crueles” (p. 269). Entre esos famosos bohemios asiduos al alcohol, una tarde vio a un desconocido: “Oscar Wilde me dijo el dueño de la casa al presentarme a él” (p. 285). Gómez Carrillo no podía creer que estaba frente a uno de los dioses de la literatura universal.  Los que hemos leído sus libros y estudiado detalladamente su obra, sabemos que Oscar Wilde (1854-1900) y Gómez Carrillo, fueron grandes amigos.  

Fue la autobiografía Treinta años de mi vida la que hizo que me matriculara, con Ramón Luis Acevedo, en otro curso: “La novela modernista hispanoamericana.” En esa clase descubrí su trilogía: Tres novelas inmorales (1920): Del amor, del dolor y del vicio publicada en 1898, Bohemia sentimental y Maravillas, Pobre clown ambas publicadas en 1899. Tuve que leerlas en la mencionada biblioteca de la Universidad de Puerto Rico, porque también eran libros raros. Como consecuencia, decidí que quería trabajar para mi tesis de maestría, esas novelas. En 1987, comencé la tarea bajo la dirección de Acevedo, y en ese mismo año, él me dijo: “Nellie tienes que viajar a Guatemala para que hagas investigación, porque en P.R. no vas a conseguir mucha información sobre Gómez Carrillo.” En julio de ese año, visité el país y quedé enamorada de sus volcanes, la gente y de su inmensa belleza.  Además de hacer turismo, estuve trabajando en la Biblioteca Nacional de Guatemala, en la búsqueda de libros y en la Hemeroteca Nacional, fotocopiando artículos de periódicos en que hablaban sobre el escritor.

En 1992, me fui a estudiar a Temple University en Filadelfia. Allí resolví que quería continuar con el estudio de Gómez Carrillo, pero mi nuevo consejero el Dr. Hernán Galilea (q.e.p.d.) chileno, cambió mi visión del acercamiento que debía hacer a estas tres novelas. Él le dio un giro distinto a mi estudio. Me indicó: “las novelas de este escritor siguen la línea decadente dentro del modernismo; no son el Azul (1888) de Rubén Darío, por los temas fuertes que Gómez Carrillo trata desde París, siendo un centroamericano que provenía de una región geográfica muy conservadora.” Y es que en Las tres novelas inmorales el lector se encontrará con todos los ismos posibles: erotismo, sensualismo, sadismo, masoquismo, homosexualismo, lesbianismo, bestialismo, narcisismo entre otros. Por cierto, el doctor Galilea me comentó: “si estás dispuesta a examinar el decadentismo en esas novelas, puedo ser tu consejero de tesis y tu investigación sería la primera en trabajar, en su totalidad, la novelística de tan importante autor desconocido para los hispanoparlantes.” Como supondrán acepté de inmediato, porque el decadentismo es una corriente literaria artística, que se originó en Francia en el siglo XIX y que arremetió contra todo lo que representaba la moralidad.

Trabajando en la tesis, fui descubriendo la importancia de Gómez Carrillo en el mundo literario europeo. Este pequeño hombre de estatura fue crítico de arte y letras, cronista, periodista, cuentista, novelista y diplomático. Su obra transita cronológicamente, entre finales del siglo XIX y principios del XX.  Publicó en: “El Correo de la Tarde”, El Liberal y ABC de Madrid; La Nación de Buenos Aires, en El Mercurio de Chile, El Universal y El Partido Liberal de México. Colaboró con el Mercure de France; fundó y dirigió El Nuevo Mercurio en París y lideró la revista española Cosmópolis. Mientras más me adentraba en su biografía, quedaba fascinada con este centroamericano que en sus andanzas, visitó la Rusia de los zares, Singapur, Shangai, Tokio, Corea, París, Grecia, Jerusalén, Marruecos y que también fue cronista de los primeros tres años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

En su libro Esquisses: siluetas de escritores y artistas, publicado en Madrid en 1892, escribe sobre sus encuentros con Oscar Wilde, Paul Verlaine y Rubén Darío, entre otros. Caí rendida ante ese escritor, que en París también mantuvo amistad con autores de la talla de: Catulle Mendès, Emile Zolá, Jean Lorraine, Alphonse Daudet, Max Nordau, Maurice Maeterlinck. En Almas y cerebros (1898) prologado por el escritor Leopoldo Alas Clarín (1852-1901) tiene un cuento que le asigno a mis estudiantes universitarios titulado “Marta y Hortensia” donde aborda el tema del lesbianismo entre estas dos mujeres.

De toda la investigación, el producto final fue mi tesis titulada Las novelas decadentistas de Enrique Gómez Carrillo, publicada en 1999, por la Editorial Pliegos de Madrid y la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Un trabajo del que me siento orgullosa porque para esa época, fue la primera investigación doctoral dedicada en su totalidad, a la novelística de este escritor y al aspecto decadente. En 1999, visité París guiada por las historias de Gómez Carrillo sobre el Barrio Latino, Montmartre, el Moulin Rouge para ver los carteles de Tolouse Lautrec, y hasta llegué al Pèrre-Lachaise, donde descansan sus restos en la división 89, línea 90, No. 2-88. Reposa tranquilo en la división 89, cerca de Oscar Wilde. Cuando fui al Père-Lachaise, quedé maravillada con las tumbas porque son obras arquitectónicas, como las que uno puede ver en el cementerio La Recoleta en Buenos Aires, o el Cementerio Colón en la Habana, Cuba. Gómez Carrillo está rodeado de ilustres personalidades: Apollinaire, Miguel Ángel Asturias, Balzac, Chopin, María Callas, Isadora Duncan, Allan Kardec, la novelista francesa Colette, los pintores Delacroix y Camille Pizarro. Aquí hago una anotación, está enterrado entre los grandes, porque él fue un grande.

Con sus novelas pude entender que era un adelantado a su época en la cuestión de género, tema que está muy de moda en el siglo XXI. Fue un hombre excéntrico, irreverente, de mente amplia y muy abierta, que vivió como quiso e hizo lo que quiso. Por eso, respetuosamente puedo afirmar que no podía vivir en un país y una región tan conservadora. Fue un dandi, al que le gustaba vestir bien; un bohemio que, al llegar a París en 1891, se unió a grandes intelectuales, para vivir la vida bohemia. Se rodeó de una gama de extraordinarios hombres de letras que no dudaron en integrarlo a su grupo. Una de sus grandes virtudes fue su mentalidad inclusiva que supo apreciar la capacidad intelectual y artística de sus amigos, aceptándolos como eran; con sus virtudes y defectos, sin cuestionar sus preferencias sexuales, artísticas y hasta religiosas.

Esa mentalidad inclusiva, en cuanto a género se refiere, queda expuesta en sus Tres novelas inmorales porque en ellas rompe con el ciclo de lo prohibido. En esos libros la sexualidad se convierte en el elemento unificador de esta trilogía. En Del amor, del dolor y del vicio encontramos en Lilliana, la protagonista, una mujer multi sensual que experimenta con hombres y mujeres. En Bohemia sentimental, Violeta Parma la protagonista, es una mujer pasional que vive con un hombre totalmente frío y ella se somete a rituales sádico-masoquistas, cuando se baña, maltratando su cuerpo con la única intención de expulsar los deseos que reprime. Mientras tanto, en Maravillas aparece Ofelia que también mantiene relaciones con personas de ambos sexos. Estas mujeres de las novelas de Gómez Carrillo han estado expuestas a la lectura de libros eróticos y desean vivir las mismas emociones que experimentaron las protagonistas de estos textos. Aun así, el erotismo de Gómez Carrillo no sigue la línea abierta de los franceses. Sus escenas eróticas se presentan en forma de brochazos sutiles que sugieren una relación de corte sexual, pero no se confirma abiertamente, porque sabía que también escribía para un público lector hispano parlante.

Y así era Enrique Gómez Carrillo un hombre, que como ya dije, vivió como quiso y supo manejar el don de la palabra logrando en sus escritos prosísticos metáforas profundas y únicas. En Del amor, del dolor y del vicio hace una defensa de su novela considerada para unos como inmoral y afirma: “Es una novela muy corta y que parecerá muy inmoral al público. Pero ¿qué es lo que el público llama inmoralidad? … La inmoralidad reside sencillamente en la pintura de uno de los actos más naturales, del más natural quizás, de ese acto que muchos millones de seres humanos ejecutan en este mismo instante y que yo, sin embargo, no me atrevo a designar sino con la frase consagrada de comunión de los sexos” (v).

Cómo no apasionarme con la literatura de este guatemalteco, que la usó para compartir y hasta enamorar a mujeres famosas de su tiempo. No olvidemos que lo relacionaron con la Mata Hari (1876-1917) de quien escribe El misterio de la vida y la muerte de Mata Hari publicado en 1923. Margaretha Geertruida Mcleod, fue una bailarina exótica neerlandesa, que espiaba a Francia para los alemanes, y por esta razón, los franceses la fusilaron. También hay quien afirma de amoríos con la gran bailarina estadounidense Isadora Duncan (1877-1927). Enrique era muy enamoradizo y se casó tres veces: la primera vez en 1906, con la escritora feminista peruana Aurora Cáceres y se divorciaron en 1907. Sus segundas nupcias fueron con la famosa cupletista española Raquel Meller, en 1919, pero se separaron en 1920.  Por último, contrajo nupcias con la salvadoreña Consuelo Suncín (1931-1944) con quien se casó en 1926, sin embargo, él murió en el 1927. De hecho, con las tres solo estuvo casado un año. Para el que no lo sepa, Consuelo, la viuda de Gómez Carrillo, en 1931, se casó con Antoine de Saint Exupery el autor del Principito. El libro fue inspirado por ella y, precisamente Consuelo, es la famosa rosa.

Efectivamente, he podido conocer más de cerca datos sobre Gómez Carrillo y su familia, porque desde el 2006, guardo una amistad con sus dos sobrinas nietas Teresa y Carmen Sánchez-Latour. Las dos me han abierto las puertas de su casa y me han enseñado los tesoros que conservan de su tío abuelo. Por último, agradezco al escritor argentino Jorge Carol, que vive en Guatemala, ya que mantiene viva la figura del autor, a través de la Asociación Enrique Gómez Carrillo y los congresos internacionales sobre la obra de este interesante escritor. Como mencioné el 21 y 22 de julio de 2021, se celebra el cuarto congreso internacional, donde participarán estudiosos de su obra provenientes de: Centroamérica, México, Argentina, Marruecos, Francia y Estados Unidos. Me enorgullece representar a mi país, el miércoles 21 de julio de 2021, a las 6:00 p.m., hora de Puerto Rico, leyendo el ensayo titulado: “Textos e intertextos: los ismos en El segundo libro de las mujeres de Enrique Gómez Carrillo.