Jasmine Camacho-Quinn [Identidad y Patria por la encendida calle antillana]

Política

 (San Juan, 10:00 a.m.) La jornada laboral de ayer, lunes 2 de agosto de 2021, se inició con una afirmación identitaria puertorriqueña vista en todos los rincones del planeta. La vallista, Jasmine Camacho-Quinn, lució su presea dorada en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.   Empero, más allá de la medalla de oro y los acordes de La Borinqueña, nuestro himno nacional, la afirmación identitaria de Jasmine estuvo en su cabello, un afro engalanado con una amapola y las lágrimas que brotaron de sus ojos. 

Para las nuevas generaciones resultará extraño contemplar a una mujer con una amapola en su cabellera, pero para los que tenemos algunos años es una costumbre nacional de afirmación y coquetería femenina. No queda duda que la progenitora de Jasmine, la trujillana María Milagros Camacho, hizo un gran trabajo al enseñarle a sus hijos a ser boricuas, aunque nacieran en Carolina del Sur. Los ancestros de nuestra Jasmine deben sonando fotutos y bailando bomba allá en la eternidad.

 La amapola o la maga, nuestra flor nacional y la de hibisco eran el adorno que lucían las jíbaras boricuas antes de los años 1970 para afirmar su puertorriqueñidad. Era algo común en nuestros campos y pueblos que con la llegada de otras modas se vio desplazada, pero que hoy, como nuestra PUERTORRIQUEÑIDAD, ha resucitado como el ave fénix, para unir a la nación y a sus hijos regados por el mundo. 

Observar la majestuosidad de nuestra medallista solo trae a mi memoria los versos del vate guayamés, Luis Palés Matos, en su poema Majestad Negra, 

Por la encendida calle antillana

Va Tembandumba de la Quimbamba

--Rumba, macumba, candombe, bámbula---

Entre dos filas de negras caras.

Ante ella un congo--gongo y maraca--

ritma una conga bomba que bamba.

Culipandeando la Reina avanza,

Y de su inmensa grupa resbalan

Meneos cachondos que el congo cuaja

En ríos de azúcar y de melaza.

Prieto trapiche de sensual zafra,

El caderamen, masa con masa,

Exprime ritmos, suda que sangra,

Y la molienda culmina en danza.

Por la encendida calle antillana

Va Tembandumba de la Quimbamba.

Flor de Tórtola, rosa de Uganda,

Por ti crepitan bombas y bámbulas;

Por ti en calendas desenfrenadas

Quema la Antilla su sangre ñáñiga.

Haití te ofrece sus calabazas;

Fogosos rones te da Jamaica;

Cuba te dice: ¡dale, mulata!

Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!

Sus, mis cocolos de negras caras.

Tronad, tambores; vibrad, maracas.

Por la encendida calle antillana

--Rumba, macumba, candombe, bámbula--

Va Tembandumba de la Quimbamba.

Jasmine nos hace también cuestionar el futuro de la puertorriqueñidad en medio de los azotes constantes que sufre nuestra cultura identitaria tanto interna como externamente. Mientras Jasmine se afirma como hija de nuestra tierra, reniega de los beneficios que reciben los atletas estadounidenses, sin tener que hacerlo, muchos nacidos aquí se avergüenzan de ser boricuas. 

La vallista nació en Ladson Carolina del Sur. El padre de Jasmine, James Quinn es afroestadounidense, Los progenitores de la vallista se conocieron mientras estudiaban y practicaban atletismo en el antiguo Baptiste College, hoy Charleston Southern University en Carolina del Sur. El hermano de Jasmine, Robert Quinn, es un defensa con los Chicago Bears. 

La atleta conoció a su familia materna, natural de Trujillo Alto, cuando tenía 19 años, pero su madre inculcó en ella su amor por Puerto Rico. De hecho, en su primera visita a la Isla, Jasmine publicó una foto junto a su abuela indicando que era su gemela debido al gran parecido que existe entre las dos. 

La identidad es un proceso educativo y formativo en el que los padres y maestros te enseñan a los niños a identificarte con una serie de elementos que le dan sentido de pertenencia a una familia, un pueblo y una cultura. 

La realidad actual que vive el país es el resultado de una crisis identitaria que se manifiesta a través de la violencia. Nos apesta la vida, somos y no queremos ser lo que somos. Los sociólogos coinciden en que el desarraigo identitario surgido a consecuencias de la lucha interna por definir el estatus y la fragmentación socioeconómica nos han arrojado a una vorágine que nos consume. El deterioro social de Puerto Rico tiene múltiples manifestaciones que van más allá de la criminalidad rampante, el empobrecimiento generalizado, la corrupción gubernamental, los feminicidios, la deserción escolar, el bajo nivel de rendimiento académico, el deterioro urbano, la falta de mano de obra, la desarticulación de la transportación masiva, la erradicación de la agricultura, los animales realengos... y la pérdida de los valores.

Un pueblo que no se ama así mismo, reniega de la patria, no valora su cultura y desconoce su historia destruye la sociedad en que habita. Hemos perdido esa conexión vital con el terruño lo que nos ha sumido en una vorágine autodestructiva. La comunidad y las reglas de convivencia que permiten la supervivencia han sido sustituidas por el hedonismo y la violencia.

La tercera ola de americanización, 1993 al presente (la primera ocurrió entre 1900 y 1940; la segunda entre 1969 y 1984) ha logrado destruir el orgullo patrio y el amor al trabajo para forjar una masa consumista, dependiente de ayudas gubernamentales y fáciles de manipular. El imperio no busca la asimilación sino forjar una masa impersonal, carente de ambiciones que no sea un estorbo para sus maquinaciones, en esto cuenta con el apoyo de gentes que reniegan su legado ancestral. 

Hoy, la victoria de Jasmine Camacho-Quinn y su majestuosa presencia coronada con un afro engalanado con una flor de maga, es un grito de la patria recordándole a sus hijos su identidad, aunque nazcan en la Luna.

¡Gracias, Jasmine! Te estaremos eternamente agradecidos no solo por la presea olímpica sino por este grandioso regalo de afirmación puertorriqueña.