Cuba, la ONU y el bloqueo [¿van a seguir?]

Política

El daño humano del bloqueo es incalculable.

La vida de ninguna familia cubana escapa

de los efectos de esta inhumana política.

Nadie podría afirmar honestamente

que no tiene un impacto real en la población.

Bruno Rodríguez

Canciller

República de Cuba

(San Juan, 12:00 p.m.) ¿Cómo se explica que por casi tres décadas Cuba haya logrado el respaldo de la inmensa mayoría de los países representados en la Organización de Naciones Unidas (ONU) a la resolución en condena del bloqueo económico, comercial y financiero que le impone el gobierno de Estados Unidos a esa isla-nación caribeña?

El resultado de la votación más reciente efectuada por la Asamblea General de la ONU—el pasado 23 de junio--fue un contundente 186 a favor de la resolución, tres abstenidos—Colombia, Ucrania y Brasil--y apenas dos en contra, los propios Estados Unidos y su incondicional aliado Israel.

Prácticamente todos los socios económicos, políticos y militares de Estados Unidos alrededor del mundo le han votado en contra una y otra vez, en casi treinta ocasiones, en abierto rechazo al bloqueo contra Cuba.       

            No significa que la comunidad internacional, de súbito, apoye ideológicamente a la Revolución Cubana o que se adhiera a las ideas del Socialismo. Se trata de que es un reclamo esencialmente justo, correcto e ineludible.

            Dicha resolución persigue el objetivo específico de la condena del arbitrario y perverso bloqueo económico que ha costado cientos de miles de millones de dólares y grandes penurias a Cuba. Pero su significación y alcance va más allá. Tiene que ver con el respeto a la soberanía nacional de los países del mundo, fundamento a partir del cual se creó  la ONU y que ha permitido, mal que bien, un grado significativo de convivencia planetaria tras el espanto de la Segunda Guerra Mundial.

            El veredicto implícito en el apabullante respaldo a esa resolución es claro: Estados Unidos es un país delincuente, que incumple los principios básicos de la ONU en materia de respeto a la soberanía nacional, la independencia, la libre determinación de los pueblos, la paz, los derechos humanos y la seguridad internacional.

            Un agravante de la flagrante violación del derecho internacional  ejercida por el gobierno de Estados Unidos, lo constituye la aprobación por el Congreso de ese país de leyes con consecuencias extraterritoriales. Estas van dirigidas hacer daño al pueblo cubano y al mismo tiempo representan un atentado contra la soberanía de otros países. Es el caso emblemático de la ley Helms-Burton, con la que se intenta penalizar a países que mantengan relaciones económicas, comerciales o de otro tipo con Cuba.

            Ha sido precisamente esa intención estadounidense de criminalizar el derecho de cada país a comerciar con quien decida soberanamente, una de las razones que explica el respaldo masivo a la resolución cubana.

La resolución cubana, entonces, se ha transformado en la resolución de la comunidad internacional.

Para los casi doscientos países del planeta resulta inadmisible semejante tutelaje. Apoyando a Cuba se apoyan a sí mismos y advierten sobre el carácter indeseable de la política hegemonista de Washington.

            La contundente aprobación de esa resolución, en todo caso, muestra el fracaso de la política exterior estadounidense contra Cuba. La posición de sucesivos gobiernos de Estados Unidos, además de insostenible, es vergonzosa. Su obstinación le ha conducido al ridículo. Su insensibilidad y afán de imponer su voluntad a la trágala ha chocado contra una dura pared. La administración Biden reitera la misma torpeza y escasez de miras de sus predecesores. Por eso se han quedado solos una vez más.

            Mientras tanto, es evidente que Cuba no está sola. Está  acompañada por prácticamente todos los países del mundo. Se le respeta. Se reconoce su dignidad, su valentía, su capacidad de enfrentar victoriosamente—a pesar de tantas vicisitudes—a un enemigo que, así lo implica el resultado de la votación de dicha resolución, es el enemigo de la humanidad.