(San Juan, 9:00 a.m.) Un menor de 15 años, es decir bajo la categoría niño, fue asesinado en el día de ayer entre Carolina y Trujillo Alto. Carlos Isander Betancourt Ramos, fue asesinado en el auto de su madre, el cual el conducía en la vía pública. En el interior de su auto, encontraron una pistola Glock y picadura de marihuana.
Lo interesante es que la muerte de este niño, adelantado por demás a su vida cronología, no le ha causado ningún furor a nadie. Es una estadística. Se tomó como una víctima adicional de la incuestionable e histórica ola de la criminalidad, la cual nunca termina. Por lo tanto, no escuchamos las voces disidentes o cuestionadoras como la de la Juez Presidente del Tribunal Supremo, Maite Oronoz, o la de padres y madres, repudiando la violencia contra sus hijos. Simplemente se reportó como un crimen más.
En Puerto Rico nuestra reacción a los asesinatos se ha convertido en algo selectivo. Si es niño (menos de 12 años) o mujer, siempre reaccionamos. Si es un asesinato vinculado al narcotráfico, reaccionamos cuando y cómo nos parece. Normalmente no lo hacemos. La muerte de Carlos Isander Betancourt Ramos, no ha provocado ningún interés. El arma que habia en el auto, conducido ilegalmente por un niño de 15 años, no provoca ningún interés en la audiencia. “Se lo buscó”, escucho como la gente lo simplifica todo.
Es momento de afirmar la vida de todas y todos. Independientemente de lo que haya pasado, se debe afirmar la vida. Solo la vida.