Luto de luna azul

Creativo

“Soy viuda”, le contesté al reparador de pisos que pretendía saber si podía contar con fuerza masculina para sacar los muebles de una habitación, teniendo él otros empleados a su cargo. No sé por qué le mentí. Tal vez, sentí miedo por su pregunta, pues vivo sola, soy mujer. Tal vez, lo sentí como una intromisión a mi privacidad. No lo sé bien.  En cuanto a la viudez, reflexiono. Es un concepto de dolorosa soledad, de pérdida de un compañero de viaje que nunca he tenido, por lo que no volvería a decir algo semejante por respeto a las viudas que he conocido. Pero si me encontrara con el reparador de pisos y me preguntara por él, por el difunto, creo que como escritora tendría que continuar mi historia. 

Nos conocimos entregando la tarjetita de Roselló, allá por los años 90. Comenzaría por ahí para que pudiera identificarse con algo. Que fue un amor a primera vista, terriblemente apasionado al punto de nunca haber concebido hijos, pero que como cuando Dios no da hijos el diablo nos da sobrinos, tuvimos varios hijos postizos con carácter devolutivo. En fin, que era un hombre guapo, dulce y atento al que le gustaba cocinar. Y esto me lo creería por el estado de mi cocina último modelo todo en acero inoxidable. Le diría que era un tipo hogareño, que no tenía juntillas por la calle ni nada por el estilo y que por las mañanas le gustaba tomar café Bustelo, otro referente para que se identificara con mi historia. También, le diría que me llevaba flores todos los aniversarios, que jamás me alzó la voz y que siempre me valoró positivamente como yo a él, a su voz, a su perfume. Ahí, le derramaría una lagrimita. Y, luego, (esta parte es la más difícil), porque me va a preguntar de qué murió… ¿qué rayos le digo? A ver, ¿cómo describo la muerte de alguien que es pura ficción mirando la luna azul?

Fue en el 2000 hubo un accidente con lo del cambio del siglo y explotaron los equipos que estaban a su cargo y él con ellos. Fue una pérdida muy lamentable. ¡Ay, no! Esa muerte es como para salir del paso y por demás muy repentina. Tal vez, convendría una muerte más romántica. Unos bandidos nos asaltaron para robarnos la guagua y él forcejeó y… Murió en mis brazos. Otra vez, demasiado trágico. No. Mejor le diría que una afección cardiaca fue apagando su vida en cuestión de un par de años. Creo que esta última es la que buscaba. Algo más calmado y romántico.

“Por eso no me interesa casarme, sabe usted, porque no podría amar a otro que no me amara como él me amó y en mi mente porque nunca, pero que nunca me lo dijo”. Y termino con una verdad gigante para no condenarme del todo.

Que descanse en paz, pues este difunto.