Motita de algodón

Caribe Imaginado

Una motita de algodón blanco, que surcó los aires,llegó a mi vida el 17 de diciembre de 2010. Su pelusa era blanca como la nieve y la textura suave, igual que la seda. Cuando vi por primera vez esa hermosa mota blanca quedé enamorada. Repito hubo amor a primera vista cuando nuestras miradas se cruzaron. Me atrapó su ojo azul y el otro marrón claro. No sabía cómo llamarlo y consulté con mi sobrina Adriana Sofía. Ella decidió nombrarlo El Duque, porque su clase y elegancia se notaron desde que era un bebé. La pequeña mota de algodón era traviesa, todo lo mordía y en efecto, hubo que confinarlo al pasillo que da a la terraza. Sin embargo, por más que se colocó una pequeña puerta removible, para separarlo de los muebles, él se impulsaba con mucha fuerza, siendo apenas un pequeño cachorro, y caía en mi falda. Desde ahí empezó esa conexión entre nosotros,porque siempre quise tener un Husky siberiano.

El Duque, de ser una pequeña mota de algodón, se convirtió en una inmensa bola de nieve. En el barrio llamaba la atención por su blancura y por los colores de sus ojos. Su mirada era penetrante, intensa, como si pudiera leer la mente humana. Según crecía, supo que yo no era la líder de la manada, por más que veía el programa de César Millán, The Dog Whisperer. Me miraba con sus ojos tiernos y yo me derretía como un chocolate. De hecho, él sabía que no le ponía orden y por eso, en las conversaciones que sosteníamos, me exigía comida, que lo moviera de lugar, que lo colocara en la parte del frente de la casa. Me saludaba por las mañanas y hablábamos de diferentes temas. El Duque enseñó a los otros perros de la casa a aullar como lobos. Los Alegres Tres, cada vez que pasaba la guagua de los helados Payco, comenzaban el concierto que enloquecía. Los sábados, cuando tocaban la campana de la capilla que ubica frente a mi casa, para anunciar la misa, Sylvia, Damirón yChapuseaux, entonaban al unísono, aullidos que le paraban los pelos a cualquiera.

Mi Duque, creció, pero no maduró; era como un pequeño perro atrapado en un inmenso cuerpo. En mi casa, no tenía cámaras de seguridad para saber cuándo mi esposo llegaba, porque El Duque lo delataba. Tenía ladridos diferentes dependiendo de cual fuera la situación. Mi rutina diaria era saludarlo por la mañana, darle los buenos días y preguntarle cómo estaba. Entonces, el muy ladino, enfadado se quejaba, imitaba el llanto, vociferaba; mientras tanto,yo imaginaba a los vecinos diciendo: “pobrecita estáloca de remate. Es más, muchas veces llegué a pensar que El Duque era un ser humano atrapado en un cuerpo de perro. Le fascinaba que lo acariciara, que lo mirara detenidamente a sus ojos azul-marrón. Que le dijera que era mi bebé, a un grandulón que,con sus dos patas, me abrazaba fuertemente.

La noche antes de que él se fue en el largo viaje, la pasé junto a mi amiga Camila, la viajera. Degusté una rica cena, precedida por diferentes aceitunas, queso manchego, sardinas, entre otras exquisiteces. Por la noche, como dos cotorras, no parábamos de hablar y reír. Resulta interesante, que su madre tiene una Husky siberiana. Con el pecho apretado, orgullosamente le hablé de mi Duque, de Papi Duke, de mi Pimpollo, sin imaginar que a esa hora había muerto. Mi inmensa motita de algodón no me dio tiempo para que me despidiera de él. Su muerte me cogió de sorpresa y dejó un gran vacío en mi alma. También dejó sola a su compañera Mayita la del Río, que ahora camina taciturna por el patio, dando tras pies porque perdió a su amado.

Como un caballero, El Duque le permitía a ella degustar primero la comida. Maya le invadía su espacio y él la dejaba que durmiera en la casa. De hecho, él se quedaba afuera contemplándola. El Duque se me fue muy pronto; era mi amigo leal al que podía contarle cosas porque no me juzgaba. Siempre me recibía con alegría y daba vueltas en redondo cuando me escuchaba hablar. En verano le pregunté al nieto de mi esposo a quién El Duque quiere más.Obviamente, sabía la respuesta, pero quería escucharla de la boca del joven: “Abuelo le da comida, pero ese perro a quien quiere es a ti, que te detienes a hablar con él, lo mimas, acaricias y lo tongoneas.”

Las despedidas son muy tristes; no pude tener hijos,pero para mí los perros que han pasado por mi vida,todos de alguna forma u otra, han sido mis hijos amados. En mi niñez y adolescencia estaban Waldo, Yara y el Gordo. Luego fueron llegando Sisy, Homero, Chispita, Romeo, Juliet, Sydney, Imán, Lichy y Manchaa quienes recuerdo con todo mi amor porque ya se fueron. El sábado, 21 de agosto de 2021, la muerte me arrebató a El Duque. No he dejado de llorarlo; me ha dolido demasiado porque no estaba enfermo. Se supone que primero debía irse Mayita la del Río, rescatada del río El Mango en Adjuntas, donde unos desalmados la abandonaron. No obstante, ella a pesar del cáncer, de su delgadez, de que ha perdido la audición, sigue en pie de lucha y me mira con sus ojos color miel envejecidos y me dice:Nellie, yo también estoy aquí y te amo.”