Sigamos luchando por un mejor país, pero sin que nadie se tenga que suicidar

Justicia Social

[Nota Editorial: La autora de este artículo, consternada por el suicidio de José “Fofito” Morales, socio fundador de la respuesta, por motivo de una campaña de acusaciones, fundadas o no, por las redes sociales, a través del portal “yoteacuso”, asume posición desde una mirada crítica, a partir de las luchas históricas por la igualdad, que se iniciaron por Rosa Parks en el 1954.  Nos dirige la comunicación en un tono personal el cual mantenemos, pero lo publicamos en esta sección dada la importancia del tema y el valor de la contribución.]

Querido Daniel:

(San Juan, 9:00 a.m.) Me gustó mucho que me invitaras a escribir.  Recientemente estuve leyendo sobre una gran mujer, negra, trabajadora, inquieta en su pensar.  Esta mujer es Rosa Parks.  Y observando toda la vorágine de eventos actuales, te comparto esta reflexión. 

Cuando Rosa Parks fue arrestada en diciembre de 1955 luego de negarse a ceder su asiento de bus de la "sección para negros", luego de que un pasajero blanco y el conductor le pidieran pararse, pues la "sección para blancos" estaba llena logró con este acto desafiante crear la chispa que encendió el movimiento de los derechos civiles y resistencia negra en contra de la discriminación y las leyes de segregación racial en EEUU.  Su acto fue visible, confrontativo desde la presencia de su humanidad.  Si lo hizo pensando en desafiar originalmente a las autoridades o lo hizo por que simplemente estaba agotada ese día, no lo sabremos a ciencia cierta lo que pasaba por la mente de esta mujer que al negarse a ceder un asiento según dictaminaban las leyes de Alabama para ese tiempo, provocó un movimiento histórico en la lucha por los derechos civiles.

En el momento que ocurre este acto, no hay una tecnología tan avanzada en cuanto a redes sociales y electrónicas.  Ahora bien, existía la tecnología más poderosa que revolucionó el mundo como lo conocemos, la imprenta, los medios escritos y sobre todo la voz.  Estaba el poder de convocatoria.  Luego del acto de Rosa Parks, fueron muchas las reuniones para organizar lo que fue un boicot que duró más de 300 días que impactó el sistema de transportación de Montgomery.  Ahora bien, su acto ha durado hasta el presente, ya que dentro de las luchas sociales de aquellos que sufren por opresión, discrimen, racismo, violencia y otras agresiones sociales, el hacer visible y hacer eco de aquellos que no tienen voz es motor y energía para seguir fomentando una sociedad más igualitaria, visible, justa e integra.

Por otro lado, en el presente nuestras luchas sociales se han distanciado tal vez de esas primeras luchas en las que participó Rosa Parks.  Las mismas se han alimentado de los medios de comunicación masiva que nos han proporcionado espacios para poder levantar nuestras voces.  Los medios tecnológicos en su riqueza de acceso a espacios que antes no era posible llegar, ha provocado que toda persona que tenga un mínimo de acceso a los mismos pueda hacer uso de ellos.  Y las luchas sociales no son ajenas a ellos.  Y esta correcto decir, que el libre acceso a los medios de comunicación masiva y tecnológica es derecho de todos.  La tecnología del sistema de redes y por ello las redes sociales se han vuelto parte esencial y cotidiana de la sociedad y de sus personas que la habitan.  El sistema gubernamental ha usado el mismo para su organización, el sistema de justicia de igual forma y cada ciudadano que tiene algo que decir sobre algún asunto bueno o malo de igual forma hace uso de ello.  Nos cobija un derecho a la libre expresión y la tecnología, queramos o no, es una extensión de ese derecho.  Libre acceso a la información.  Sin importar los momentos de censura que las esferas de poder quieran establecer.

Ahora bien, ¿es cierto todo lo que vemos en las redes? ¿cómo sabemos que es real todo lo que leemos en las redes? ¿es posible que, teniendo tanta oportunidad de acceso a información, nuestra sociedad está más desinformada que antes? ¿Qué juicios o valores le damos a la misma?

Las redes ofrecen la oportunidad de exponer mucha información y en ocasiones de manera visible y en otras de forma anónima.  La visibilidad provoca confrontaciones y nos expone ante el mundo y sus valores. Es en ese momento que debemos estar más firmes y más conscientes de nuestra capacidad de sobrellevar aquello que no controlamos, el prejuicio social ante nuestra denuncia.  Por otra parte, el anonimato da poder, da valor de exponer aquello que nos causa malestar, dolor y rabia sin estar necesariamente expuesto a los valores sociales o prejuzgamientos y críticas.  Pero, ¿hasta qué punto lo que se pone en anonimato en espacios cibernéticos de credibilidad o no credibilidad crea situaciones de linchamiento social? Si en los foros actuales, donde se busca justicia, hay derechos a igualdad en las leyes, derecho a un juicio justo e imparcial y está el derecho a una presunción de inocencia hasta que se pase prueba más allá de duda razonable y el derecho a la confrontación, además de los derechos estatutarios a las víctimas y testigos de crimen, ¿cómo aceptamos, dentro de los espacios de información cibernética, se coarte estos derechos tanto para quien es recipiente de la violencia como para quien supuestamente la provoca brindando información sin prueba? Porque los derechos benefician tanto a la persona imputada como a la persona víctima de delito.

Recientemente, nuestros medios han comunicado el suicidio de una persona que fue señalado en las redes sociales como agresor violento. El problema que veo no es la denuncia de tal acto, que, si lo hizo o no, para eso están los espacios adecuados para realizar tales actos de denuncias. La situación estriba que no todo espacio dentro del mundo cibernético es creíble, no todo espacio provee las garantías de un juicio justo y no todo espacio genera el acto positivo de cortar con la violencia.  Ciertamente, lo que reflexiono no es para quitar credibilidad a los espacios que se crean para ayudar a dar presencia a aquellas personas que necesitan ayuda a llevar sus reclamos, pero ciertamente existe una responsabilidad social de que, si se levanta la voz para acusar de un acto de violencia, esa misma voz no sea causante de otro acto violento.  Llevar a los foros adecuados las denuncias de actos reprochables e indignantes es necesario.  Crear foros sin garantías de protección tanto para a quien le imputan el acto como a quien lo señala es una acción irresponsable.

Con el paso del tiempo, hemos luchado tanto por tener unos derechos y que se nos reconozcan, hemos estado presentes en caminatas, levantamientos sociales, protestas, que actos como los que vemos recientemente señalados en los medios me hacen cuestionar, si estamos evolucionando para bien o estamos en retroceso.   Denunciar es un acto de valor.  El tener la herramienta del anonimato para hacer tales denuncias es necesario, así se promueve que la sociedad testigo de actos contrarios a derecho y ley lo realicen, crear espacios cibernéticos para llevar la voz de quienes exigen sus derechos de protección son bien vistos.  Lo que no es correcto es que, se generen espacios anónimos físico o cibernéticos y no se corrobore la información vertida y no se lleve a los foros adecuados, logrando así que se violenten derechos que han sido gestionados por luchas sociales pasadas.  No podemos entregar nuestros derechos a una presunción de inocencia, a un juicio justo e imparcial y a un juicio en los foros pertinentes.  Eso no lo podemos entregar.  Porque los derechos son para toda persona que viva en sociedad.  Hoy eres imputado, mañana eres víctima. 

Yo creo que hay unos derechos que debemos proteger.  Derechos constitucionales y derechos estatutarios y no los podemos dejar que colapsen por espacios de invisibilidad y anonimato sin garantías de corroboración. 

Si lo que estamos buscando es el hacernos visibles en nuestras causas sociales, no podemos volver al tiempo de la casa de brujas y herejes.  Me pregunto, ¿con todo lo que ha pasado en estos días, que chispa social de movimiento de lucha provoca toda esta situación?

Seguimos en contacto.  Seguimos reflexionando.

Sinceramente,

Alejandrina Cordero