Albahaca fresca [cuento]

Cultura

(San Juan, 11:00 a.m.) Abrir la puerta trasera de su casa, la transporta a su niñez, porque creció rodeada de árboles de mangó, quenepa, guayaba, almendra, corazones, aguacates y hasta uno de jagua. Recordar su infancia, es correr por el patio, para esconderse detrás de las matas de guineos verdes y las de café. Es oler la fragancia de los limones, las mandarinas, las toronjas rosadas, que su abuela sembraba.

 Mamy Naty era una mujer muy democrática, y les pedía a sus nietos, que no se atrevieran a coger mandarinas sin su permiso. Sin embargo, ella, la nieta mayor, no podía aguantarse y se metía entre los arbustos, para comérselas a escondidas. Cuando la abuela le preguntaba si había cogido mandarinas, la muy astuta contestaba que ni siquiera las había visto. Como era una niña, desconocía que el aroma de las mandarinas, la delataban. Creció junto al árbol de achiote, al de algodón, de panapenes y hasta uno de grosellas. Aprendió que hay que sembrar para poder disfrutar la cosecha. Por eso, para ella es muy normal, ahora que es una adulta, ir al patio a recoger tomates, pimientos, ajíes, parchas, guineos, plátanos, piñas, higos o simplemente albahaca fresca, para preparar una rica ensalada caprese a su estilo.