Lo oculto [en la historiografía boricua]

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[Nota del curador de la sección: Recluté a Mario Ramos hace bululú de años para el Casino del Hotel San Juan como Door Person, que equivale a la persona que da la bienvenida a los clientes del Casino en la puerta principal.  He visto como a través de los años se ha dedicado incansablemente a su carrera académica obteniendo un Bachelor's degree Philosophy, University of Puerto Rico 1982 – 1986, un Doctor of Law Interamerican University of Puerto Rico Law School – JDLaw, 2004 - 2009 Pontifical Catholic y un Doctor of Philosophy,  University of Puerto Rico-Rio Piedras - PhDHistory 2015 – 2019.

He visto también como ha solidificado su carrera profesional llegando a ser Director de la División de Juegos de Azar de la Compañía de Turismo de Puerto Rico, conocido historiador y autor del libro  La modernización de la suerte (2020 publicado por Editorial Las Marías.

Conocido por sus columnas de opinion de la prensa local hoy quiero compartir su más reciente.  Cariños E.C.A.]

Por siglos el mundo de los gays -lo que ahora se conoce como LGBTT- era oculto. Tenían, además de la vida pública, una vida secreta. Las relaciones con parejas del mismo sexo los llevaban a vivir una doble vida, pues no podían manifestar su orientación sexual abiertamente, como es permitido y respetado hoy, porque la sociedad tenía códigos morales inflexibles contra este grupo. Incluso, el código penal prohibía la sodomía, aunque la relación fuera consensual.

Durante los primeros siglos de la era cristiana la iglesia católica, con sus obispos y sacerdotes, tuvo una enorme influencia en la confección y adopción de los códigos civiles. Servían de legisladores y jueces, pues el catolicismo dominaba absolutamente el área del derecho. Ahí están las leyes de toro, las siete partidas y el fuero juzgo. El aroma de todas ellas llegó al Código Civil español de 1888, que al año siguiente se hizo extensivo a Cuba y Puerto Rico.

Basta ver la doctrina de los actos propios, la petición de herencia, lo sagrado del vínculo familiar, el deber de los cónyuges a socorrerse, el adulterio, la bigamia, sodomía y la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo para percatarnos de la enorme influencia que los textos bíblicos -por decisión del catolicismo- tuvieron sobre los códigos. Legal y moral eran sinónimos en el derecho.

Puerto Rico no fue excepción. Los LGBTT vivieron una vida oculta para evitar prejuicios, desprecios y persecuciones. Una persona abiertamente gay no podía entrar a muchos lugares, pues podía ser víctima de hostigamiento. Ese factor de estar en la oscuridad, ocultos al expresar sus emociones y sentimientos, ha hecho difícil elaborar una historiografía, porque las fuentes primarias son casi inexistentes. El historiador no podría conformarse con entrevistas, únicamente.

Esa titánica tarea de historiar ese mundo en Puerto Rico la hizo el historiador Javier Laureano en su extraordinaria obra, San Juan Gay: conquista de un espacio urbano de 1948 a 1991. Fueron once años de investigación, donde los problemas no faltaron. Muy pocos ofrecen detalles sobre su vida íntima, porque sufrieron la acusación de ser practicantes de prostitución y exposiciones deshonestas.

Como nos narra el autor, en la televisión había comedias que satirizaban el mundo gay con personajes afeminados o amanerados. Floripondia, Cuquita Sabrosura, Serafín Sin Fin y Ramoneta Cienfuegos de la O. Luego aparecerían Cuca Gómez y el personaje Vitín, caracterizado por Sunshine Logroño.

Siempre fueron acusados de violar las reglas sociales, que siempre han tenido peso en nuestra cultura, y de perjudicar la imagen romántica heterosexual que se quería desarrollar del Viejo San Juan como destino turístico. O sea, la misma sociedad con la ayuda del aparato del estado tenía un peso demoledor sobre las vidas de los LGBTT.

Un caso interesante y dramático fue el cantante Johnny Rodríguez. Según Antonio Pantojas, el autor del himno del Partido Popular fue el primer hombre gay que vio en su vida. Recibió persecución del gobierno y de la sociedad en general por haber abierto el Cotorrito; un negocio donde se daban espectáculos de trasvestis que la gente veía, mientras bebían.

La época de mayor intensidad y brutalidad en todo Estados Unidos fue de finales de la década del cuarenta hasta principios de los sesenta. En los estados y Puerto Rico se legisló contra este grupo. La sociedad y el gobierno eran enemigos implacables contra todo el que demostrara una orientación sexual distinta a las normas establecidas. La prensa sirvió de mensajera, pues editoriales en El Imparcial expresaban que “hay que limpiar la ciudad de homosexuales.”

Cuando la policía se metió en clubes gays haciendo arrestos y destruyendo la propiedad un grupo de ellos buscó al abogado estadista Santos Amadeo; el mayor luchador por los derechos civiles en la historia de Puerto Rico, y quien defendió gratuitamente a los nacionalistas perseguidos y arrestados por el Partido Popular en las revueltas de los cincuenta.

Uno de los casos fue en 1969. Dos gays que fueron encarcelados por violar el código penal por el delito de contra natura. La impresionante brillantez jurídica de Santos Amadeo -adelantado a su época- llevó su alegato al Tribunal Supremo, arguyendo que violaba la separación de iglesia y estado, el derecho de intimidad y era un castigo cruel e inusitado. De igual manera radicó un interdicto en 1975 para prohibir las redadas de la policía porque violaban el derecho de asociación.

El libro de Javier Laureano es lectura obligada. Es una microhistoria sobre un mundo que en algunos casos sigue oculto, pues los prejuicios hacia ellos todavía no son cosa del pasado.