Yo, Malamadre

Historia

Fue un 26 de noviembre de 2012. Nadie me advirtió que desde ese día en adelante dejaría de llamarme Vanessa para llamarme mamá. Irónicamente fue en una sala de parto el día en que adquirí mi nombre. Mi madre no sabía como llamarme aún, aparentemente ni lo había pensado, pero gracias a la ayuda del enfermero que la atendío en el parto encontró mi nombre. O más bien complació al enfermero que estaba sumamente enamorado de una chica llamada Vanessa. Así que por qué no, sin ton ni son decidió que esa criatura que se asomaba al mundo se llamaría Vanessa.

Pero el 2012 llegó, y allí estaba yo con mi cria en brazos. Enfermeras  y doctores referiéndose a mí como mamá. De ese momento en adelante así me llamarian las maestras, las oficinistas pediátricas y todo desconocido que me ve con mis crias de la mano. Perdí mi nombre y eso creo un vacío. Un espacio de mi escencia había sido desplazado. La M de mujer se había convertido para la sociedad en la M de mamá.  Y ahora me tocaría a mi, Vanessa, volver a reclamarla.

Así que, decidí convertirme en una Malamadre, y a orgullo lo llevo. Adopté este nombre para recalcar la desigualdad social cuando se trata de la maternidad/paternidad. ¿Por qué será que el término malamadre es tan popular y malpadre no lo es? Por qué será que si el buenhijo o buenahija hace algo mal la culpa siempre se le hecha a la madre, la malamadre. Pero rara vez uno escucha adjudicar la culpa a un padre. Les recuerdo, señoras y señores, que los hijos no se hacen solos y que ambos padres tienen la misma responsabilidad, o por lo menos, deberían.

Asi que, he decidido cambiar el significado social de malamadre y me uno al grupo de mujeres [españolas por cierto] que lo han hecho. Para mi, ser malamadre es una mujer que decide no olvidarse de ella. De esa forma logra ser mejor persona para sus hijos. La malamadre se va de fiesta y madruga igual, lucha diariamente por el bienestar de sus hijos a la vez que reclama su espacio de hacer ejercicio, pintarse las uñas e ir al baño, ¡SOLA! La malamadre que hay en mi sale a almorzar con sus amigas (sin los buenoshijes, para mi niña y mi niño) y no se siente mal de haberlos dejado con el buenpadre. Las malamadres sacuden el sentido de culpa porque están concientes de que ellas también necesitan descanso.  Ellas no renuncia a su carrera profesional, de la misma forma que no renuncian a sus buenoshijes. Aprovechan toda oportunidad de descanso y de silencio. Una malamadre cria a sus hijos como quiere y no como le dicen o como “se supone”. Si un buenhije duerme la siesta y se paso la hora, bajo ningún concepto levanta al buenhije. La malamadre sabe que no lo puede todo, está cansada y con ojeras, pero todos los días se levanta a seguir luchando. Es solidaria con otras malamadres y lucha por la igualdad. Por supuesto que siempre tiene tiempo para sus amigas no importa lo caótico que pueda ser su día. Para una malamadre solo la presencia de sangre requiere de su urgencia (no hay sangre, está todo bien). Acepta que no es perfecta, pero hace lo mejor que puede. Es una madre que empieza haciendo arroz con habichuelas y acaba haciendo arroz mamposteao y que pasó! La malamadre improvisa porque la imaginación le sobra y nunca esta perfectamente preparada. Por eso se le pasan algunas tareas de los buenoshijes o los lleva a la escuela un día feriado (sí, soy culpable en ambas).

La malamadre sepultó la imagen mental de madre abnegada para aceptarse tal cual es, con todas sus imperfecciones, como humana que es. Ya se dió cuenta que en la crianza no se pueden tener expectativas. Así que, si me ves en la calle me llamas por mi nombre. Si me dices mamá, voltearé a responder por que me reconozco como madre, pero te aclararé que no soy mamá, soy MALAMADRE.