Capitalismo catastrófico: cambio climático, COVID-19 y crisis económica

Agenda Caribeña
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[Nota Editorial: Olmedo Beluche, colaborador de El Post Antillano, nos comparte la entrevista que la plataforma educativa, Kaosenlared.net, hace al  académico John Bellamy Foster, profesor de sociología de la Universidad de Oregon , USA].

 

FC : Usted ha analizado y elaborado durante mucho tiempo el concepto de Karl Marx sobre la ruptura metabólica. Hoy, en vista de la pandemia de coronavirus, ¿cómo encuentra la situación en vista de su análisis?

 

Bellamy Foster: Obviamente, la situación asociada con la repentina aparición del virus SARS2 y la pandemia COVID-19 es sombría en todo el mundo. Tanto las causas como las consecuencias están estrechamente relacionadas con las relaciones sociales capitalistas.

La teoría de la ruptura metabólica de Marx es una forma de ver las relaciones ecológicas o metabólicas. En particular las complejas relaciones interdependientes de la naturaleza y la sociedad, desde un enfoque sistémico mucho antes que se desarrollará la moderna ecología y que de hecho surgió sobre bases similares.

Marx, basándose en el trabajo del químico alemán Justus von Liebig, se centró en la ruptura del metabolismo del suelo. El transporte de alimentos a cientos e incluso miles de kilómetros del campo – a la ciudad – provocó la pérdida de nutrientes esenciales del suelo, como el nitrógeno, el fósforo y el potasio. La investigación de Liebig demostró que los nutrientes no se devolvieron al suelo sino que terminaron contaminando las ciudades. Esta procesos se intensificó con la producción y acumulación capitalista generando rupturas en el intercambio de los seres humanos con la naturaleza , que Marx llamó «el metabolismo universal de la naturaleza».

El punto de vista de la “ruptura metabólica”, es en realidad un punto de vista ecológico radical en lo que se refiere a las relaciones sociales capitalistas y es fundamental para comprender la actual pandemia de coronavirus.

El biólogo evolutivo y epidemiólogo Rob Wallace, autor del libro “Big Farms Make Big Flu” ha argumentado, junto con su equipo de colegas científicos, que tanto el origen como la propagación de COVID-19 deben considerarse directamente relacionados con los circuitos del capital («COVID-19 and Circuits of Capital», Monthly Review on line, 27 de marzo de 2020).

El propio capitalismo es el principal vector de enfermedad. Wallace ha explicado que el origen del CONVID-19 y de otros virus recientes ha sido la penetración más intensiva de la agroindustria en los sistemas naturales, lo que ha creado fisuras en los ecosistemas y entre las especies , provocando el surgimiento de pandemias mundiales. En «Notes on a Novel Coronavirus» Wallace sostiene que la solución estructural es la construcción de «un ecosocialismo que mitigue la brecha metabólica entre la ecología y la economía, entre lo urbano, lo rural y lo silvestre. Evitando de esta manera que surjan peores de patógenos de este tipo».

Es importante entender que esta crítica ecológica / epidemiológica no es nueva. El joven Frederick Engels se ocupó ampliamente de las enfermedades y condiciones epidemiológicas prevalecientes en la época de la Revolución Industrial, particularmente en sus aspectos relacionados con clase obrera , en su  libro Condition of the Working Class in England, publicado en 1845.

Engels denunció el «asesinato social» que dichas condiciones implicaban. Mucho de esto también fue tratado en pasajes del Capital de Marx.

Hace más de un siglo, el protegido de Charles Darwin y Thomas Huxley y amigo íntimo de Marx, el zoólogo Ray Lankester, escribió en El Reino del Hombre ( en el capítulo llamado «Las revanchas de la naturaleza»):  

 

En un ambicioso esfuerzo por producir grandes cantidades de animales y plantas … el hombre ha acumulado cuantiosas especies , de manera antinatural, en campos y granjas y se ha concentrado también de manera antinatural multitudes en ciudades-fortalezas.

 

El resultado esta a la vista. Ha sido el crecimiento de nuevas enfermedades asociadas con parásitos, virus y bacterias. parásitos, virus y bacterias.

Para Lankester, un agudo crítico del capital, el problema radicaba en última instancia en los «mercados» y en los «comerciantes cosmopolitas de las finanzas». Sin embargo, las advertencias de Lankester sobre «Las revanchas de la naturaleza» han sido ignoradas.

En el Monthly Review de septiembre de 2000, Richard Levins argumentó en «¿Es el capitalismo una enfermedad ?» que la falta de comprensión de la creciente amenaza de pandemias se debía al hecho de que «la salud pública convencional no observa a otras especies, a la evolución y la ecología”. A este respecto, el trabajo de Wallace  «Las grandes granjas provocan la gripe» fue una contribución importante, porque explica que toda la estructura de la agroindustria imperialista debía ser transformada si se quiere detener la profusión de epidemias.

Hoy en día, no cabe duda en el Antropoceno, el capitalismo está creando grietas antropogénicas en las especies, los ecosistemas y la atmósfera, generando una crisis socio-ecológica, que en última instancia se debe a las contradicciones propias del sistema de acumulación. El régimen capitalista crea amplias disparidades de clase e imperiales, ocasionando que los peligros ambientales recaigan sobre los más pobres y vulnerables, mientras que los ricos están relativamente seguros: dando un nuevo significado a la acusación de Engels de «asesinato social».

 

FC: En su libro, El Planeta Vulnerable, usted sostiene que la economía capitalista no solo destruye el medio ambiente – amenazando  la vida del planeta- sino que también ha sacrificado la ciencia en el altar del beneficio, ha puesto la medicina y la ciencia al servicio de la acumulación de capital, que los hábitats humanos se han organizado de forma irracional e inhumana. ¿Cómo se encuentra el planeta debido a esta presente pandemia?

 

Bellamy Foster : Cuando escribí El Planeta Vulnerable (1994), hace más de un cuarto de siglo, la motivación que tenía eran el cambio climático, la extinción de especies a nivel mundial, la deforestación y la destrucción de la capa de ozono. Parecía claro que sólo podíamos abordar la gravedad de la crisis ecológica planetaria si comprendíamos la economía capitalista que estaba detrás de ella. Un argumento central es que “en la medida que la economía mundial sigue creciendo, los procesos económicos humanos comienzan a rivalizar con los ciclos ecológicos del planeta, abriendo como nunca antes la posibilidad de un desastre ecológico planetario.”

Esto ha empeorado dramáticamente por la producción de desechos y sintéticos (tóxicos). En el fondo está la lógica de la acumulación del capital, porque esta constituye la realidad estructural del capitalismo monopolista. La colisión entre el capitalismo y el medio ambiente no significa otra cosa que una catástrofe en el siglo XXI, a menos que la humanidad cambie repentinamente de rumbo.

En ese momento esta lógica irracional me pareció bastante obvia y se vio confirmada por un consenso científico emergente. Pero aunque el libro adquirió una considerable reputación en los círculos ecológicos de izquierda, me sorprendió la resistencia decidida a su tesis por parte de cierta izquierda socialista. Por ejemplo, el geógrafo marxista David Harvey criticó mi libro en Justice, Nature, and the Geography of Distance (1996), sosteniendo de manera contundente que la “proclamación apocalíptica de que un “ecocidio” es inminente es una historia por lo menos dudosa”.

Harvey añadió que las ideas de un peligro ambiental global eran exageradas: “lo peor que podemos hacer es negarse a la transformación material de nuestro medio ambiente para hacer una vida menos cómoda para nuestra especie”. Estas opiniones condujeron a un interesante debate entre Harvey y yo en el número de abril de 1998 de Monthly Review.

Sin embargo, al mirar hoy el libro El planeta vulnerable – después de todos estos años, mi principal autocrítica va en contra de la objeción de Harvey. Creo que, en lugar de exagerar el peligro ecológico el texto no logró abarcar toda la gravedad de la inminente grieta planetaria. Una grave amenaza para todos si continuamos por el camino capitalista.

Cinco años después, en un artículo en septiembre de 1999 sobre La teoría de la ruptura metabólica de Marx en el American Journal of Sociology,  logré un análisis  histórico-materialista más desarrollado, basada en el redescubrimiento de los estudios ecológicos de Marx. Estos trabajos me abrieron el camino a una comprensión más profunda de la colisión entre el capitalismo y el planeta. De hecho, lo más importante del análisis de la ruptura metabólica fue que nos permitió comprender más plenamente la dialéctica negativa del capitalismo y el medio ambiente.

Todo este debate ha llevado a una investigación sistemática, llevada a cabo por numerosos marxistas ecológicos, incluyendo figuras como Ian Angus, Paul Burkett, Brett Clark, Rebecca Clausen, Ryan Gunderson, Hannah Holleman, Stefano Longo, Fred Magdoff, Andreas Malm, Kohei Saito, Eamonn Slater, Weston y Richard York,

Todos estos estudiosos han investigado la dialéctica materialista que subyace al cambio climático, la extinción de especies, la deforestación (dustbowlification), el abuso industrial de animales, el capital fósil, y una serie de otros temas, incluyendo lo que E. P. Thompson llamó “exterminio”.

Sería un grave error NO comprender que la crisis ecológica planetaria y la crisis de la economía capitalista global son elementos dialécticamente interconectados de una crisis estructural del capital que define nuestra época.

 

FC: La humanidad mundial nunca ha enfrentado una situación como la actual. ¿Cuál es la salida?

Bellamy Foster: Hoy en día alguna gente de izquierda ha dicho que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Como resultado del cambio climático, del COVID-19 y la crisis financiera en desarrollo, esta idea  finalmente se está invirtiendo. De repente se ha vuelto más fácil imaginar el fin del capitalismo que el fin del mundo. De hecho, el fin del capitalismo probablemente ocurrirá primero.

El sistema capitalista ha fracasado. Ahora la humanidad (en consonancia con la idea de “la libertad como conciencia de la necesidad”) tendrá que pasar a la lucha por construir un nuevo mundo más sostenible e igualitario, apoyándose en los medios materiales que dispone y en lo nuevo y creativo que podemos aportar en un orden más colectivo. Pero esto no sucederá automáticamente.

Requerirá lo que Samir Amin llamó “audacia, más audacia, siempre audacia”. Será necesaria una ruptura revolucionaria no sólo con el capitalismo en sentido estricto, sino también con toda la estructura del imperialismo, que es el campo en el que opera la acumulación hoy en día. La sociedad tendrá que ser reconstituida sobre una base radicalmente nueva. La elección que tenemos ante nosotros es descarnada: la ruina o la revolución.