Regalo de Reyes Magos

Comunidad
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Cuando comenzó a rayar el día, el chico doceañero le guiñó un ojo a su padre y salió disparado para la calle con el semblante sonriente, su ropa nueva y pedaleando con fuerza su bicicleta Camella, verde y gris, el regalo de Reyes Magos tan deseado.

     Ese 6 de enero lo convirtió de sopetón en la exacta potencia de un pequeño dios. Después de mirar para los dos lados, decidi pasar cuanto antes frente al balcón de la casa de la muchacha doceañera que conjuraba en su alcoba sus ansias de enamorada a lo adivino.

     Cuando bajó la cuesta a todo dar, saludó con la mano a un condiscípulo, que le contestó el saludo esbozando una ligera sonrisa.

   Luego, ensayó una loca pirueta frente a un autobús marca International, de transporte público que subía a poca velocidad. Después, prosiguió su rumbo con la mayor alegría en su enjuto rostro, mientras el calor empezaba a caer blandamente sobre las casas del pueblo.

     Con la gorra ceñida de pelotero, repantigado en el asiento y con otra larga sonrisa en los colmillos, pasó frente al cafetín donde un grupo de parroquianos empezaba a beber cerveza con indomable alegría y se escuchaba la vellonera con décimas alegóricas a las festividades de la Epifanía e interpretada por trovadores y decimistas de renombre.

     El muchacho siguió pedaleando con fuerza hasta que percibió con claridad los altos del balcón de la hermosa muchacha que había cautivado su inocente corazón de niño. Entonces pedaleó con más fuerza hasta que arremetió contra el poste de la esquina cuando hizo un movimiento torpe con el manubrio.

     En el suelo, acarició velozmente las raspadura de los brazos y comprobó que podía montarse otra vez sobre la bicicleta flaca, que a Dios gracias no había recibido ningún impacto severo, Mientras un tanto confuso y sintiendo cierta desazón seguía manteniendo sus ojos suspicaces en dirección del balcón. Después, el mareo lo fue venciendo, mientras el sol comenzaba a caer a chorros sobre su magullado rostro.

     Entre sollozos y gritos de la gente, apareció la hermosa niña doceañera que lo observaba con desconcierto, mientras a lo lejos resonaba claramente la sirena de la vieja ambulancia del pueblo. Incrédula, pasó suavemente las manos por el pelo del niño y con ternura tocó también su rostro, sin poder disimular lo que sentía en ese momento, y después comenzó asustada a llorar sin ruido. Entonces en la camilla fue transportado hasta el hospital y recobró allí el conocimiento. Sonreído pensó que había recibido, sin duda, el mejor regalo de Reyes Magos. Entusiasmado pensó en el rostro de ella aquella gloriosa mañana. ¿O acaso todo eso último fue un lindo sueño?