Recordando a Monseñor Antulio Parrilla

Agenda Caribeña
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Monseñor Antulio Parrilla nació un 6 de enero, hace 102 años. Y murió el 3 de enero de 1994. En ambas fechas recordamos a este insigne puertorriqueño, apóstol del Cooperativismo y de la lucha por la independencia de Puerto Rico y tan incomprendido por la jerarquía de la Iglesia Católica de Puerto Rico. Tuve el privilegio de conocerlo cuando bautizó a mi querida ahijada María Elena Concepción Castro. Después tuve el honor de que bautizara a mi querida hija Estela Mari Zervigón Fernández-De La Lastra. Cuando mi padre sufrió un infarto en 1977 en La Habana, el Obispo Parrilla tuvo la gentileza de darme una carta solicitando al gobierno de Cuba que se me permitiera ir a verlo. La carta no llegó a su destino porque cuando el portador de la misma, el querido amigo Carlos Gallisá llegó a Cuba, ya mi padre había fallecido.

Hoy incluyo el primero de tres testimonios en su memoria, el artículo del querido amigo Julio Muriente en su centenario. En días sucesivos incluiré otros dos testimonios muy valiosos, el de otro entrañable amigo, Luis Rivera Pagán, y finalmente el publicado por el sacerdote jesuita Jorge Ambert.

Antulio Parrilla Bonilla: 1919-2019 Por Julio A. Muriente Pérez | MINH

“No veo nada extraño en mi compromiso político

ni en mi identificación con los pobres y desposeídos.

Lo considero simplemente un deber pastoral.

Considero que de esta forma cumplo mi responsabilidad

como cristiano, como obispo y como parte de un pueblo.”

Monseñor Antulio Parrilla Bonilla Obispo Titular de Ucres

Antulio Parrilla Bonilla nació en San Lorenzo, el 6 de enero —día de Reyes— de 1919. Se han cumplido cien años de su natalicio, que merecen ser recordados con profundo respeto y agradecimiento. Antulio es una de las figuras más trascendentes de nuestra historia moderna. Sus ejecutorias, ejemplo y predica mantienen extraordinaria vigencia.

Le recordamos como el sacerdote que rompió todos los moldes, que ganó la admiración de su pueblo y la envidia de no pocos de sus colegas. Que dignamente pagó el precio por su osadía de armonizar la más rigurosa vocación religiosa con el más firme compromiso con la libertad de su patria y con la justicia social.

Asimismo, como el hombre valiente que se enfrentó a la marina de guerra en Vieques a la vez que oficiaba misa en las tierras ocupadas; que confrontó las amenazas de los guerreristas en tiempo de la agresión estadounidense contra Vietnam, quemando desafiante cientos de tarjetas del servicio selectivo en Lares; que se unió sin titubeos a los marginados, empobrecidos y explotados; que propuso y desarrolló ideas económicas y sociales desde el cooperativismo de avanzada; que admiraba a los Macheteros a la vez que veneraba a la virgen María.

Tuve el privilegio de entrevistar al Monseñor Parrilla en 1986, una tarde de finales de abril en que llovía torrencialmente, en su pequeñísima oficina de Río Piedras. Hace casi treinta y tres años de aquel encuentro privilegiado. Quisiera compartir con los amigos y amigas lectores algunas de sus expresiones de entonces, enunciadas con aquel vozarrón imponente, que estremecía a quienes le escuchaban. Como homenaje a ese gran ser humano, a cien años de su nacimiento.

“Me crié en una casa en San Lorenzo, en la que cada uno de sus cinco dormitorios tenía dos o tres camas. Éramos muchos, quince hijos en total, entre unos y otros. Lo compartíamos todo, todo en común.”

“A la sabiduría popular de mi padre le debo mucho de mi ser. ‘¡Aunque tengas las tripas en las manos, hay que luchar!’, me educaba él y yo trato de ser fiel a aquella enseñanza.”

“Antes de cumplir diez y ocho años solicité ingreso como Cadete de la República del Partido Nacionalista…Por aquellos tiempos conocí a Albizu Campos, en un mitin en el pueblo. Fueron experiencias muy importantes para mi vida futura.”

“Tuve que irme a trabajar como pesador de caña a la Fajardo Sugar Company hasta 1941. Yo tuve que esperar que mi hermana mayor concluyera sus estudios universitarios para poder entrar al recinto de Río Piedras en 1941.”

“Empecé Administración Comercial, pero cuando estaba en tercer año me llamó el ejército. Estábamos en plena guerra mundial, pero yo estoy seguro que fue una trastada que me hicieron porque ya sabían que yo era independentista. Eso fue en 1943. La carrera se quedó sin terminar.”

En 1946, Antulio tenía veintisiete años. Estaba soltero pero tenía una novia. Estaba bautizado pero no era católico practicante.

“Leía mucho, sobre todo obras de Santa Teresa de Jesús. Fue ella la que me abrió el pensamiento. Al regresar a Puerto Rico dejé la novia y me acerqué a los curas Capuchinos de la parroquia San Antonio de Río Piedras. La decisión estaba tomada. Sería sacerdote.”

“Aunque no lo creas, mi primera tarea como sacerdote fue la de capellán de la Guardia Nacional. Entonces ostentaba el rango de capitán. También fui párroco de la parroquia San José Obrero y la del residencial Manuel A. Pérez. Me envolví en la lucha social y en el cooperativismo y entonces el FBI comenzó a perseguirme.”

Antulio Parrilla tenía casi cuarenta años cuando decidió hacer el noviciado como jesuita, en 1957; en el convento El Calvario, en La Habana.

“Allí me cogió el triunfo revolucionario. Mi primer contacto con la revolución fue confesar milicianos que bajaban de la montaña. Fui asignado como sacristán para dar misa en un puesto militar de los rebeldes. Comprendía que aquella había sido una guerra justa del pueblo cubano, para librarse de la dictadura…”

El 25 de mayo de 1965 le ordenaron Obispo Titular de Ucre. En ese lugar, ubicado en lo que hoy es Argelia, hubo alguna vez una parroquia, perteneciente al proconsulado de Cartago, en el norte de África. El lugar se llama Bordj-Bou-Djali en la actualidad.

“Por un lado fortalecía mi militancia independentista y por el otro la jerarquía de la iglesia me iba marginando. Hasta 1970 yo participaba en las reuniones de la Conferencia Episcopal, pero un buen día ya no me invitaron…sin explicaciones ni nada.”

“La represión también fue creciendo. A mediados de la década del ’70 intervino El Vaticano, sugiriendo que me dedicara a otras actividades menos controversiales, cosa que no acepté. Esta acción coincidió con un operativo del FBI, que buscaba marginarme, alejarme del pueblo. Me infiltraban las misas con agentes provocadores y me acusaban de agitador de masas.”

“Cuando vino el Papa en 1984 yo estuve a recibirlo, en la escalerilla del avión. ¡Pero fue por iniciativa del Nuncio Apostólico y no de los obispos, de quienes me separan más de cien leguas!”

El obispo Antulio Parrilla Bonilla falleció el 3 de enero de 1994. Su fructífera existencia queda como legado imperecedero. Su ejemplo de hombre religioso que creía que la salvación del alma se iba construyendo día a día enfrentando los problemas y conflictos de la sociedad, prevalece para las nuevas generaciones. El amor inmenso a su pueblo, a su patria, es el recuerdo mayor que conservamos de este querido y respetado cura compañero