Josefina Guevara Castañeira [Poeta Aiboniteña Comprometida]

Cultura

(San Juan, 11:00 a.m.) La misión de rescatar del olvido la obra literaria de una poeta puertorriqueña que ha sido condenada a la indiferencia pública, debe animar el compromiso de transmitir los valores incuestionables del espíritu a las nuevas generaciones.

Tal es la tarea de hacerle justicia histórica a la poeta aiboniteña Josefina Guevara Castañeira, de quien Enrique Laguerre valoró además de su amor al terruño patrio, su aliento internacional. “Es así como debemos vernos;  más allá de nuestros límites. El Yunque es nuestra montaña  y la Cordillera de los Andes es la espina dorsal de Suramérica. Desde el Yunque tendemos nuestras ansias y nuestros vuelos hacia los Andes.”

Nacida en Aibonito el 22 de septiembre de 1924, Josefina cultivó el verso, la novela, el ensayo, la crítica literaria y produjo una extensa labor periodística en diversas revistas y periódicos del país, como: Puerto Rico Ilustrado, Índice, La Revista de las Antillas, Asomante,  Alma Latina, El Mundo, Orfeo y del exterior,  la  revista española La Merced, que premiara sus ensayos y las revistas  Euterpe y Folklore Español, de Madrid. Sus publicaciones en el terreno de las letras de Hispanoamérica le merecieron ser exaltada como miembro y  premiada por la Unión Cultural Americana, con sede en Buenos Aires, Argentina.

La obra esencial de Josefina Guevara Castañeira se recoge en los libros de ensayos que titula Del Yunque a los Andes (1959), Nuestra América (1962), los cuadernos de versos Tres Poemas de Amor (1961) y Siembra (1963) y sus novelas Los Encadenados (1966), La Otra Voz (1973).

Novela

   Para nuestro poeta nacional Francisco Matos Paoli, la novela de Guevara Castañeira, puede catalogarse “dentro de la vasta efusión de la literatura comprometida.”  Con la elocuencia que caracterizaba al poeta Lareño, consignaba: “… Este tipo de arte se impone en nuestros días porque el ser humano aspira a la integración a través de la denuncia impostergable del caos en que nos encontramos. Usted, poeta de serena calidad, no vacila en fusionarse con el espíritu más crudo y envolvente…”

     En la novela Los Encadenados, más vigente que nunca en estos tiempos, se da cuenta de lo que resulta verdaderamente sorprendente en una escritora como Josefina. Escribe Matos Paoli, “… debo manifestarle, que me conmueve el alto resonar del lenguaje poético unido al pintoresquismo de la jerga típica empleada por los adictos a drogas. Usted sabe amalgamar muy bien el lenguaje pulido por la emoción estética y esa forma de argot que florece en ciertas situaciones aleatorias de la sociedad.”

     De acuerdo al prologuista de la novela La Otra Voz, el escritor Ángel Luis Morales, ésta “… es una novela de dos rostros como Jano: uno que mira a lo universal y otro a lo nacional,  a lo puertorriqueño. Con el primer rostro mira los problemas del hombre en cuanto hombre –el hombre de nuestra época, de entiende- problemas comunes a cualquier latitud del orbe civilizado.

      Con el segundo rostro con el que mira a lo nacional puertorriqueño la autora pasa revista a los diversos problemas que nos preocupan en estos momentos: adicción a drogas, prostitución, abortos ilegales, crimen organizado, y sobre todo la amnesia colectiva de valorar lo nuestro transmitiendo ideales patrios para forjar conciencias.

Poesía

      Su expresión más telúrica y micro cósmica resulta de Siembra, colección que recoge su voz poética en torno al amor, el paisaje puertorriqueño y Dios. Escribe en el prólogo del libro el literato ponceño Ramón Zapata que “…en la sustancia poética de sus versos se yuxtaponen lo universal único y lo particular telúrico. Los elementos del paisaje que han estado en las vivencias de la escritora se remansan en la imaginación y el amor encendido de ella; así en su pueblo de Aibonito, el Río de la Plata, Guajataca, la palma cocotera, la montaña, ella se siente inmersa en su hermosa circunstancia y la pinta con deleite y subjetivismo, con cierto panteísmo. Su espíritu se tiñó de las cosas y por eso dice con fina emoción: “Yo traje de mi pueblo la inquietud de su río y del monte el secreto de sus voces inéditas; un desvelo de ala por beberme la altura y este empuje de estrella que me torna poeta.”  

     El poeta y escritor cayeyano Miguel Meléndez Muñoz, en una carta a Josefina le transmitió su seducción y su nostalgia compartida con la poeta aiboniteña al evocar el poema Mi Casa Solariega a su decir “tan solariega como la suya.” Este poema renovado y reiterado más por nuestro juglar de la patria, Antonio Cabán Vale siempre me recuerda también mi casa solariega pero no abandonada. Expresa el Topo: “Amo esta casa sola, Amo esta casa extraña, donde de noche las paredes crujen…”

      En la carta que le envió Don Miguel Meléndez Muñoz a Josefina dice que su casa solariega sucumbió la furia de uno de los ciclones más terribles que han azotado  nuestra isla: San Ciriaco. “De ella quedaron grabados en mi memoria su amplia estructura. Su sala, verdadero salón espacioso en el que se celebraban conciertos, recitales poéticos, veladas y “saraos” con su gran piano, espejos de marcos dorados, retratos de familiares desaparecidos y rico y profuso mobiliario.”

     Nos dice, Meléndez Muñoz que son: “Muy evocadores sus Poemas del Paisaje, del paisaje nuestro que he transitado tantas veces; que he vivido intensamente en mi frecuente y deleitosa comunicación con nuestra tierra que quiero y reverencio. Todo su libro encanta y seduce con atractivo interés…”

     Francisco Matos Paoli también testimonió su más grande aprecio y valoración por la poesía de Josefina Guevara Castañeira. En una carta publicada en periódico El Mundo le expresa que el poema Retorno al Río La Plata le suscita el recuerdo de Julia de Burgos en su canto al Río Grande de Loíza y escribe “…Hay connotaciones similares, dejos afines que se explayan con la misma fuerza de evocación telúrica.”

     El amor a la naturaleza, de acuerdo a Matos Paoli, “surte en Siembra como medicina angélica y lilial. Es un refugio para el alma atravesada de nimbos dolorosos y recuerdos amargos. Es de admirar  la efusión de la isla plasmada en alta canción genuina. Se trata de un Beatus Ille armonioso y sencillo que corresponde a un sentimiento endémico netamente puertorriqueño.”

     Para Matos Paoli el poema más logrado es el soneto La Palma Cocotera. Esta composición se vierte en lumbre cantarina. “Respiramos en ella la más concisa autenticidad: ritmo ágil y suelto, retrato al natural, novedad en las imágenes, visión de isla amparada por una evocación templada y significativa.”Agrega el poeta nacional que prefiere a Josefina “… en sus versos descriptivos. Por el afán de exactitud, por el arrobamiento tropical, por la combinación eurítmica de arte y naturaleza, por la sabiduría de objetividad que filtra la emoción con encanto y dulzura.”  

Ensayo

     En la Antología de ensayos Del Yunque a los Andes, Josefina se impone la tarea de valorar  los íconos de la expresión literaria puertorriqueña e hispanoamericana.  El libro consta de veinticuatro ensayos, entre ellos, nueve de escritores puertorriqueños. Hay tres de tema general y en el conjunto de juicios resalta la variedad de nacionales latinoamericanos. Sobresale en sus disposiciones una fructífera curiosidad por las manifestaciones artísticas del continente al sur del Río Bravo, muy en particular por los países meridionales.

     Josefina  destaca desde su mayor sensibilidad y solidaridad  de mujer, la tragedia de amor de su homóloga argentina Alfonsina Storni.

     Señala  que el fracaso de una ilusión de amor truncado la llevó al suicidio a la edad de cuarenta y seis años, al lanzarse al mar  “…sugestionada por la voluptuosidad de una muerte que hacía tiempo era obsesión de su alma inquieta, caprichosa, inverosímil, capaz de todas las locuras.”

     Evoca de Alfonsina su historia de amor harto triste desde sus comienzos y estudia sus poemas desde el año 1916 a 1934. De ahí que concluya sobre Storni que fue “fatalista tenaz, nunca esperó nada de sus amadores. Fue la Magdalena pródiga que se dio toda, en forma y esencia, intercambiando la dulce sinfonía de su alma cantora por la agria realidad de la derrota y el desengaño.”

     En otro de los ensayos de la antología, Amor y Paisaje de la Poesía de Juana de Ibarbourou, Josefina acentúa su lenguaje poético en clara evidencia de su compenetración con los versos de la poeta, los cuales responden a una exaltación del mundo del paisaje de las selvas uruguayas.

     En forma osada lanza el reto a los lectores de que para poder “…imbuirse de lleno en la armonía flagrante que alienta y perfuma en el verso de esta cantora…” es necesario haber tenido la experiencia de vivir en el campo. La poesía de Juana y Josefina nos hace añorar los sentimientos que nos entregan en sus versos sobre el amor, el paisaje y según la autora “…el verso lleno de fragancia de Dios.”

     En contraposición a la lírica de Alfonsina Storni, Guevara Castañeira resalta la falta de tristeza y nostalgia en los versos de Ibarbourou que sobre todo evocan esperanza “… de sueños realizables…”

     Culmina la primera parte de su antología con un ensayo sobre la chilena Gabriela Mistral. Así llega a los Andes como ha prometido en el título de su libro. Destaca de esta autora que “… su voz pura, fuerte, libre, sin sensiblerías decadentes, surgió de las inmensas latitudes para en proyección de alturas, hacerse eco vibrador y luminoso en el corazón de América.”

     Toda la narrativa  de Josefina sobre Gabriela Mistral descansa en esta tesis. Se enfatiza en la simpleza y sencillez de una aldeana que alcanza a trasladarse desde el “…el humilde escaño de maestra de ruralía hasta la cátedra en Barnard, Columbia, Vassar, Middlebury y hasta los más grandes centros culturales de Méjico, Estados Unidos, Brasil, París, España, Italia y la Provenza.”  

     Señala Josefina Guevara que es a través de sus logros en la poesía y el periodismo los que le abren camino para que se le otorgara el Premio Nobel de Literatura; y de ahí que el gobierno chileno la nombrara Cónsul y le permitiera viajar por distintos países.  Para Josefina el éxito de Gabriela Mistral es uno de carácter político pues se posiciona como la defensora de los pueblos de América Latina, en especial de sus poblaciones indígenas.

     Según Josefina la experiencia de Gabriel Mistral en Puerto Rico, “…ejerció para ella una especial fascinación. Y porque la concibió triste y amarga en el anclaje de su vuelo prisionero en mitad del mar, fue que la amó y le cantó sintiéndola en su alma como fuerte ramazón espiritual del mismo tronco indohispano.”

     Es innegable que nuestra Josefina identifica a nuestro país como parte de la cultura hispanoamericana.

     En la tercera parte de esta antología, Guevara Castañeira selecciona a los autores puertorriqueños Abelardo Díaz Alfaro, Enrique A. Laguerre, René Marqués, César Andreu Iglesias y Ernesto Juan Fonfrías; para sus comentarios e impresiones sobre sus obras.

     En su ensayo sobre Enrique A. Laguerre  examina las novelas La Resaca  y La Ceiba en el Tiesto y la obra de ensayos críticos Pulso de Puerto Rico. Destaca Josefina que la obra La Resaca “es una novela que rompe con la monotonía ambiental de las dos primeras obras (La Llamarada,  novela de la caña y Solar Montoya- novela del cafetal);”  no sin antes señalar que desde que se escribió La Llamarada “…Laguerre  aupó nuestra cultura literaria a la cultura de muchos países de Hispanoamérica.”

     Considera Guevara Castañeira que La Resaca es la mejor novela de Laguerre hasta ese momento (1959). La autora comenta diversos aspectos de la obra como: los temas, el lenguaje, el ritmo, el diálogo, las actitudes psicológicas de sus principales personajes, entre otros.

    Los comentarios en torno a la novela La Ceiba en el Tiesto reciben de la autora el mismo entusiasmo que exhiben en el análisis de La Resaca. Le sorprende positivamente que Laguerre haya podido repetir la hazaña y confiesa  “… que he devorado sus páginas con esa concentración acuciosa de estudio que sólo pueden suscitar las grandes novelas  cuando éstas responden a un conjunto de valores primordiales.”

     En estas dos novelas Laguerre se aparta del regionalismo y nos presenta “un jirón de historia puertorriqueña. La Resaca responde a la época de la dominación española en la Isla cuando “…los separatistas luchaban por la implantación de la república en una ahogada tentativa patriótica que estrangulaba  el monarquismo vigente”; y la Ceiba en el Tiesto según la autora, “es una documentación de hechos de cálida actualidad … una verdad trágica y palpitantes de un destino que sangra en la entraña de nuestro pueblo emigrado.”

     Nos dice Josefina que entre los ensayos en Pulso de Puerto Rico prefiere el titulado Sobre la Lengua; y confiesa “Por mi parte, leeré este ensayo cuantas veces lo encuentre necesario para consulta y estudio, ya que ofrece una cátedra sobre la lengua a través de un considerado análisis…”    

     Esta poderosa voz de Josefina Guevara Castañeira, Aiboniteña pero de toda América, debe estar  siempre con los que  afirmamos nuestra nacionalidad y soñamos un mejor destino para nuestra patria.

Canto a Aibonito

Por Josefina Guevara Castañeira

Mi pueblo es un alarde de luz en el paisaje.

Un milagro de altura en la gran Cordillera.

Un ensueño de fresa, de verde y flamboyán

y un capricho de flor en feraz primavera.

Y está tan junto al Cielo, porque Dios, en su antojo,

lo engarzó en lo más alto de las cumbres señeras,

para sentirlo cerca y palparlo en la noche

encendido de luna y nimbado de estrellas.

Mi pueblo es fantasía y es magia en el paisaje

cuando en las madrugadas se diluye en la niebla

para nacer de nuevo en la cresta del monte

remozado de verde y sonoro de selva.

Mi pueblo es algo más; en Asomante, historia,

cuando la gran montaña transformóse en trinchera

y el español sin armas hizo huir a los yanquis

signando el dramatismo de una audaz epopeya.

En mi pueblo el pasado sigue siendo el presente

y hay nombres en su historia que actualizan sus huellas;

Don Goyo el boticario, Pepe Pont el pianista

y Ma Blas el patriarca de las frases eternas.

Mi pueblo es tradición y es fe y es hidalguía;

fe de un pueblo bueno que se humilla y que reza;

fe honda que subraya en signo admirativo

 la torre interminable de la Casa Manresa.

En las tardes solemnes de campanas y rezos

por las calles la gente va en monótona entrega

de la iglesia a la plaza y de la plaza a la iglesia

siguiendo un rumbo arcaico de costumbres pretéritas.

Evoco los balcones teñidos de geranios

y hacia los ventanales trinitarias que enredan;

claveles que revientan en los tiestos de barro

en explosión de rojas y de blancas macetas.

Yo evoco la sonrisa de luz del Río La Plata

abrirse en el ribazo entintado de fresa,

y el flamboyán que arroja su capote de luces

cuando lo embiste el toro alisio en la sierra.

Yo traje de mi pueblo la inquietud de su río

y del monte el secreto de sus voces inéditas;

un desvelo de ala por beberme la altura

y este empuje de estrella que me torna poeta.