Un dron para los drones

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Hace unos años, hablar sobre los drones en nuestro archipiélago era para referirse exclusivamente a los recipientes de basura que cada hogar va llenando con sus desechos. Hoy en día, esta palabra se conoce mundialmente por unos aviones sin piloto y manejados a control remoto, que sobrevuelan cualquier parte del mundo con el propósito de espiar o bombardear.

Los drones parecen ser una respuesta morbosa a un poema de Bertolt Brecht: General, tu tanque es un vehículo potente / Arrasa los bosques y aplasta a cien hombres / Pero tiene un defecto: / Necesita un conductor(…). La denominación oficial de estos aviones es “vehículo aéreo no tripulado” (Unmanned Aerial Vehicle, UAV), pero la palabra unmanned en realidad parece referirse más a la absoluta deshumanización en la tecnología militar que a un mero avión no tripulado. En su último libro, Eduardo Galeano comenta que estos artefactos son los “guerreros perfectos. Matan sin remordimientos, obedecen sin chistar, y jamás delatan a sus jefes.”

Dichos objetos han sido empleados en las guerras de Irak y de Afganistán y también en bombardeos en Pakistán. A través de Wikileaks se pudo conocer que EEUU utilizó los UAV en bombardeos a Yemen como parte de una guerra no declarada. Y solicitó al ex-presidente Saleh, un dictador aliado que duró 33 años en el poder y ahora depuesto por el levantamiento popular, que encubriera estas incursiones alegando que eran bombardeos suyos. De igual forma se actuó en Pakistán.

Y las consecuencias son fatales. En sólo uno de más de cuarenta bombardeos estadounidenses con drones en Yemen murieron 41 civiles, entre ellos 14 mujeres y 21 niños. Según Amnistía Internacional, fue precisamente este abuso al que el dictador Saleh hacía referencia en los cables publicados por Wikileaks asegurando a su aliado: “Seguiremos diciendo que las bombas son nuestras, no de ustedes.”, y este no ha sido un acto aislado. Se estima que desde 2002 hasta la fecha han muerto entre 534 y 1,044 civiles en Yemen y Pakistán, de los cuales al menos 200 son niñas y niños. Un estudio publicado recientemente por las universidades NYU y Stanford concluye que los drones aterrorizan a la población civil generando ansiedades y traumas psicológicos, porque pueden morir en cualquier momento sin la capacidad de poder hacer algo al respecto.

Los defensores de estos robots aéreos alegan que dichos aparatos son de alta precisión. Incluso el Presidente Obama ha declarado que los drones han sido “muy precisos” en “ataques precisos contra al Qaeda y sus afiliados.” Sin embargo, dado el gran número de muertos civiles y los recientes hallazgos de que sólo el 2% de los muertos por drones son militantes de altos rangos, cabe cuestionar si estos aparatos son tan precisos como se dice o si el plan de ataque asume deliberadamente las víctimas civiles; lo que se conoce fríamente como daño colateral. En todo caso, estos atropellos justificados en la “lucha contra el terrorismo” allanan el terreno para que grupos radicales pesquen nuevos reclutas. En consecuencia, el fundamentalismo religioso no es necesariamente la única fuente para que una persona se afilie a un grupo radical. También está la canalización de la ira, en respuesta a una sistemática reducción o anulación del ser humano en el aspecto social, económico, político y a través de la violencia, donde el individuo tiene como única opción el no futuro. Ira que se alimenta del impacto de la política exterior estadounidense, ya sea por sus bombardeos continuos o por la negativa a reconocer la mera existencia de las víctimas civiles como resultado de sus guerras e incursiones.

Sin duda alguna, es preocupante el aumento de personas en grupos radicales pero, también lo es la atribución de estos hechos a todo un país o una región con la consecuente estigmatización. En el caso de Yemen, se estima que se ha triplicado el núcleo de miembros de al Qaeda de 400 en el 2006 a más de 1000 actualmente, además de operar otros grupos radicales en el país. Sin embargo, esto no debe tomarse como una generalización de una supuesta sociedad encaminada hacia un fundamentalismo religioso y con la predisposición de participar en actos terroristas; menos aún fomentar la muerte de civiles como una supuesta medida preventiva, lo cual seguirá arrojando un efecto adverso.

Lamentablemente, la testarudez militarista, la insaciable sed corporativa y la obsesión en sólo contar las bajas de sus soldados como el único impacto humano de las intervenciones estadounidenses prometen un gran futuro para los UAV. Tan es así que la fuerza aérea de EEUU ya entrena más pilotos para manejar drones que para aviones. El valor anual de dicha industria se estima en $6 billones, con una expectativa de duplicarse en los próximos 10 años. Compañías como Northrop Grumman actualmente ejercen mucha presión cabildera en Washington para que Estados Unidos modifique sus leyes y permita la venta internacional de estos robots con el propósito de mantener la “competitividad” global y generar empleos.

Además, las posibilidades para emplear estos aparatos son numerosas: la vigilancia de oleoductos y ferrocarriles, supervisar actividades en la agricultura y como herramienta de ayuda en desastres naturales. A partir del primero de septiembre, EEUU comenzó a utilizar drones para monitorear toda la frontera con México tanto para el tráfico de armas como para el control de inmigrantes. En el Caribe, el Department of Homeland Security lleva más de año y medio haciendo pruebas con UAV sobre las Bahamas. Se espera que el gobierno estadounidense emplee drones en el Canal de la Mona entre República Dominicana y Puerto Rico para monitorear el tráfico de drogas, utilizando posiblemente las instalaciones de la guardia nacional del ejército en Salinas.

Desde los civiles que mueren actualmente por las incursiones en Yemen y Pakistán a la posible vigilancia del movimiento humano en las fronteras, así como la planificada expansión a control remoto de una fallida guerra contra las drogas en el Caribe, los drones presentan una grave amenaza. Sabemos el argumento con el que se venden estos proyectos: son medidas contra terroristas, coyotes o narcotraficantes con quienes igualmente no simpatizo. Pero el problema es la inseguridad que genera en la gente común y corriente que no está implicada en actividades ilegales; así como también en la invasión de la privacidad.

Sin embargo, por más que adelantos tecnológico militares como los drones nos amedrenten, estos no pueden rebasar el poema de Brecht: General, tu avión es potente / Vuela más rápido que una tormenta y puede cargar a más de un elefante / Pero tiene un defecto: / Necesita un mecánico // General, el hombre es muy útil / Puede volar y puede matar / Pero tiene un defecto: / Puede pensar. Las personas también pueden movilizarse y hasta crear un dron para desechar a los drones.