25S

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“No fue una manifestación familiar. Ni una reivindicación festiva. Ni solfónicas, ni proyecciones, ni mareas. [...] El 25S fue directo, contundente y áspero. Desnudo, intenso y ruidoso. Más Grecia del 2011 y menos mayo del 68 “(1).

No fue mayo del 68 si no Grecia 2011. Esta idea sintetiza lo que sentí aquel 25 de septiembre. El ambiente ya no era alegre, no bastaba con que estuviéramos juntos porque, además, éramos muchos menos que en aquellas manifestaciones del 15M que habían conseguido que sectores muy diversos de la sociedad se sintieran apelados por algo común. De hecho, el 25 de septiembre el perfil de los asistentes era más homogéneo y reconocible; un lugar donde era posible encontrarse con viejos compañeros de la militancia. La crudeza del ambiente estaba incluso reforzada porque los colores del verano habían desaparecido de la ropa que llevábamos, siendo sustituidos por verdes, grises, marrones o negros. Las pieles estaban cubiertas y el cielo encapotado. Sin embargo, a pesar de y quizás por esto mismo, durante más de siete horas las calles aledañas al Congreso fueron un ir y venir de gente, personas que, sobre todo, permanecieron (permanecimos), sin saber muy bien para qué ni hasta cuando, pero allí nos quedábamos. Así fueron el 26 y el 29 de septiembre también.

El 26 de septiembre, golpeados por la violencia policial del día previo pero, sobre todo, por la retrasmisión de aquello como una mera cuestión del orden público, sucedió algo que considero ilustra lo que latía en aquellos días. Podíamos llevar dos, tres horas apostados en la plaza de Neptuno, fumando, charlando, cantando alguna consigna, de repente, sonó un petardo cerca de las vayas que impedían el acceso al Congreso, no hubiera tenido especial trascendencia si no fuera porque desde aquel lugar comenzaron a oírse gritos cuya motivación no entendíamos quienes estábamos más lejos. Comienza a extenderse el rumor de que los que habían tirado el petardo eran secretas, lo cual enardeció los ánimos y más gente se puso a gritar. Desde nuestro lugar nos asustamos un poco por la idea de un posible juicio popular (la irracionalidad de las masas asusta). Acto seguido casi todo el mundo estaba ya gritando ¡fuera, fuera! Parece ser que un grupo de policías escoltó al grupo de infiltrados hacia fuera de la manifestación mientras la masa ciudadana les echaba. Fue un momento tenso, miles de personas gritando e insultando, no era una bella estampa, sin embargo, era la expresión de una autorregulación, agresiva, firme, pero finalmente era un colectivo que se protegía, defendiendo así su derecho a estar ahí de la manera que había hacerlo.

Hay películas que mientras se están viendo no se alcanzan a comprender e incomodan o irritan por ello, aunque a su vez atraigan. Más tarde, cuando en ocasiones se leen críticas o reflexiones en torno a ellas, se vuelven aprensibles, producen ecos en la propia experiencia y adquieren significado. Así fue para mí el 25s. Mientras estábamos ahí, dando vueltas, no sabíamos muy bien qué hacíamos, qué haríamos, qué estaba sucediendo, fue al día siguiente, a través de relatos de amigos o de internet, cuando se empezaron a dibujar todas aquellas cosas que habían sucedido mientras uno estaba viviendo otras: cadenas humanas, lanzamiento de frisbees al Congreso, una orquesta cantando canciones en Alcalá o un camarero defendiendo a los manifestantes, quedando las preguntas del día anterior un poco más contestadas.

En el 25s, el 26s o el 29s, no se protestaba solamente por la crisis, los recortes, por la corrupción política o por la avaricia de los banqueros; allí se defendía la necesidad de cambiar un sistema ya caduco que no puede dar cuenta de los retos actuales ni defender a la soberanía popular de los peligros que la amenazan actualmente. “No es una crisis, ya no te quiero”, se grita y se leen en pancartas. Seguramente haya habido que esperar que el estado de bienestar llegue a su límite y comience a resquebrajarse para que el sistema capitalista se vuelva más insoportable. Las manifestaciones expresaban una queja, sí, pero también recogían el deseo de cambiar las reglas del juego, de construir, no sé sabe muy bien cómo, otros lazos y vínculos sociales que nos permitan organizarnos de otro modo. Si el 25s, como se podía prever, no ha servido para que dimitiera el Gobierno, sí lo ha hecho para introducir una idea de la cual no se hablaba hasta ahora, esta es la de proceso constituyente, un proceso que pasa por reformular los fundamentos de un nuevo pacto social.

(1) “No lo rodeó, pero lo puso en evidencia”, Juan Luis Sánchez, eldiario.es (http://www.eldiario.es/politica/25s-congreso-rodeo-evidencia_0_51794833.html), 26 de octubre de 2012.