Entre sueños y sangre: la lucha por la soberanía y democracia en el marco del ASPA

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Uno de los eventos que más me llamó la atención de la III Cumbre ASPA celebrada la semana pasada en Lima fue el conversatorio que sostuvieron el presidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica y el presidente del Túnez post Primavera Árabe, Moncef Marzouki. La actividad, titulada “Los Presidentes de Túnez y Uruguay dialogan sobre la Democracia: las Experiencias Árabe y Sudamericana”, fue organizada por el Centro de Estudios sobre la Democracia (CEDEM), el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional) y el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.

Ambos líderes, que sufrieron cárcel por sus luchas a favor de la democracia, dialogaron por poco más de una hora sobre la consolidación de la democracia en América Latina y el mundo árabe, poniendo como ejemplo la lucha de sus respectivas naciones.

Mujica inició el intercambio planteando de frente la necesidad de perseverar en la democracia, que en la América Latina de hoy es “causa y camino”. La democracia, dijo, “no es el último escalón, sino que es eternamente perfectible” y que es gracias a ella que “nos está consolidando como un continente”. Para él, las naciones sudamericanas perdieron la oportunidad de unirse cuando, en los albores de la independencia, decidieron mirar al mundo antes de mirar a sus vecinos. Ahora “el camino que tenemos por delante es integrarnos entre nosotros” y exclamó: “¡o nos juntamos o nos seguirán imponiendo!”.

Destacado por su apertura a las nuevas tecnologías y el Internet, que en su Uruguay ha implementado con fuerza en el sistema escolar, Mujica confía que “la revolución digital traerá nuevos cambios institucionales. Habría que ser un reaccionario para no darse cuanta del papel de la masificación de la información.” En esa masificación, el rol de la democracias es esencial. “Es profundizando en la democracia como podremos integrar a las clases más pobres”. Si bien la democracia “es aprender a respetar y convivir con diferencias, la más cruda es la diferencia de clases [y] hay que comprender que esa diferencia no es eterna”. Este continente, puntualizó, debe aspirar “no a ser el más rico, pero sí el más justo y feliz. ¡Ay de quienes creen que la justicia social viene de la mano del mercado!”. Para el presidente uruguayo, el “enemigo invisible” que afronta nuestras democracias es la “filosofía de la sociedad de consumo”. En ese sentido, “la política nunca debe abandonar la filosofía” de por lo menos hacer “un mundo un poco mejor” y para lograr eso, “la economía debe ver a lo humano”.

Marzouki comenzó explicando el proceso y contenidos de la Primavera Árabe que se originó en su país, Túnez, cuando el joven Mohamed Bouazizi se inmoló como protesta a la precaria situación económico de los jóvenes bajo la dictadura de Ben Ali. Estableció que las luchas árabes “no han venido de la nada: hay una continuidad con las luchas del mundo contra la injusticia y la hegemonía. La Revolución Francesa, la rusa, la china y las que tuvieron lugar en América Latina, con la figura del Che Guevara, han alimentado la imaginación revolucionaria”. Sin embargo, Marzouki hizo hincapié en las características claves que la diferencian de otras revoluciones. Primero, comentó, la Primavera Árabe “es una revolución sin ideología, donde no ha habido un líder máximo, ni ídolos ni violencia [en el caso de Túnez y Egipto]. Segundo, “es una revolución muy actual al utilizar la tecnología de hoy” para efectuar cambios”. Y es, además, “como describe Hernando de Soto, una revolución liberal”.

En el caso de Túnez, Marzouki subrayó que cuando la transición comenzó en su país “contradijo los vaticinios occidentales. En menos de un año se han formado 10 partidos y se eligió una Asamblea Nacional. Por primvera vez, los tunecinos han hecho cola por dos y tres horas para votar. Por lo tanto --comentó orgulloso-- nos hemos apropiado de lo que occidente creía suyo. Túnez es el laboratorio de la democracia en el mundo árabe”. Un laboratorio que ha estado amenazado desde su nacimiento por elementos contrarrevolucionarios “de los grupos que perdieron el respeto, dinero y poder y que ahora quieren revertirlo, incluso utilizando medios democráticos. Están también los medios de comunicación en Túnez, que aún siguen controlados por grupos contrarrevolucionarios y que aún guardan en su conciencia la idea de revertir la historia”.

El triunfo de la Primavera Árabe en países como Túnez y Egipto, ha puesto de manifiesto las profundas contradicciones que de éste proceso revolucionario y es “que los partidos que no tuvieron un papel en las Primavera ahora se han subido al poder”. Marzouki llama a este fenómeno el “regalo envenenado a los puebles árabes”, cuando a raíz del triunfo de la Primavera Árabe los partidos islamistas en Túnez y Egipto comenzaron a operar libremente dentro de una sociedad plural. Marzouki conoce esta situación de primera mano ya que el gobierno que preside se encuentra constantemente amenazado de disolverse por la presión y militancia de los islamistas tunecinos dirigidos por Rached Ghannouchi. Éstos últimos, según el presidente, “no están dispuestos ni tienen la capacidad de dirigir”.

Pero hay una lección histórica que Marzouki quiere rescatar de la experiencia de la Primavera Árabe y de lo que muchos observadores dicen, está pasando en Siria. “Hay dos caminos que tienen ahora los gobiernos: hacer reformas o el pueblo los derrocará.” La Revolución, por ende, no parará en Siria: “Los procesos no son iguales; puede haber desintegración, pero abiertos al futuro. Yo no sé hacia donde van las revoluciones, yo solo sé que el pasado dictatorial ha pasado. Estas revoluciones han quedado registradas en la historia y ya los árabes no tienen miedo: nos hemos librado del miedo; hemos roto las cadenas”.

Al finalizar el conversatorio me di cuenta de las grandes semejanzas, del común denominador que tenemos los latinoamericanos con los pueblos árabes en términos políticos: alcanzar y salvaguardar la libertad y soberanía. Es a base de una profundización de la conversación iniciada en el ASPA que la mirada entre estas dos regiones, a primera vista disímiles, podrá rendir los frutos que todos esperamos, en solidaridad, coperación y democracia.