El Nazareno y Cortijo [biografías noveladas de Daniel Nina]

Crítica literaria
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Torturita no, dulzurita sí, torturita no.
Dónde está la dueña de mi amor
dónde está mi corazón,
hace tiempo que no sé de ti,
me enloquece esta pasión,
dónde está mi amante corazón,
dueña de mi inspiración,
yo no te puedo olvidar
aunque quisiera…

Ismael Rivera (intérprete)
Dueña de mi inspiración

Ya terminaron las vacaciones y comenzó el nuevo año académico en la Universidad de Puerto. Confieso que este verano leí mucho menos de lo que había planificado. En años anteriores como mínimo, entre los meses de junio y julio, acostumbro a leer cinco libros, pero, durante mi receso de semestre, estuve muy ocupada en gestiones personales que incluyeron un viaje a México.

Sin embargo, saqué tiempo para examinar las novelas El Nazareno (2017) y Cortijo (2020) escritas por el licenciado Daniel Nina. Como muchos saben, ambos textos forman parte de una serie dedicada al género de la salsa, en la que destacan otros títulos: Rompe Saragüey (2016) que reúne vivencias del Cantante de los cantantes, el inigualable Héctor Lavoe. A estas se unen Hojas blancas (2018) sobre el sonero Andy Montañez y La calle linda (2019) enmarcada en la figura de Pirulo.

El Nazareno y Cortijo captaron mi atención porque me fascina la salsa y me gusta mucho la música de Ismael Rivera. Recuerdo que el domingo, 6 de septiembre de 1981, con apenas diecisiete años y recién iniciados mis estudios universitarios en el entonces Colegio Regional de Ponce, acudí junto a mis hermanas y un grupo de amistades, a la cuarta edición del Festival de Salsa Winston en el Balneario El Tuque en Ponce. Allí tuve la oportunidad de disfrutar de la música de Maelo Rivera, junto a Rafael Cortijo. Aunque han pasado cuarenta y dos años de aquel rumbón lo rememoro como si fuera hoy mismo. El repertorio incluyó entre otras: El Nazareno, Las caras lindas, Incomprendido, Quítate de la vía Perico, El negro bembón. El sonero también interpretó mi canción favorita Dueña de mi inspiración; utilicé unas líneas en el epígrafe de este ensayo. En aquella ocasión, mientras bailaba salsa, no podía imaginar que Rafael Cortijo iba a morir al año siguiente, 3 de octubre de 1982, con apenas cincuenta y cuatro años. Peor aún, que Ismael Rivera fallecería seis años después de ese festival en El Tuque, el 13 de mayo de 1987, a los cincuenta y seis. Los amigos y compadres se fueron de este plano muy jóvenes y dejaron un espacio vacío. Por varios años, acompañé a mis hermanas Nydia Bauzá y Santia Bauzá, también iba nuestra amiga Ruty Castillo, a la casa de su madre Doña Margot en la calle Calma, para celebrar la vida y su legado musical. Allí se daban cita diferentes salseros para rememorar la trayectoria del Sonero Mayor.

Es por eso que con mucho interés retomé la vida de Ismael Rivera, y la de Rafael Cortijo, por medio de los libros del licenciado Daniel Nina. Los leí en el orden en que se publicaron y considero que, aunque el autor los clasifica como novelas, ambas publicaciones responden al subgénero de biografías noveladas, porque las historias oscilan entre la realidad (ser fiel a los datos biográficos) y la fantasía del autor (novelar la biografía de un personaje histórico para que resulte más interesante su vida; en este caso de Ismael Rivera y Rafael Cortijo). Para sustentar mi planteamiento, utilizaré el Diccionario de uso del español de María Moliner quien define biografía como una “Narración de la vida de una persona” (p. 229). Por su parte, Biografiar consiste en “Escribir la biografía de alguien” (p. 229) y Biógrafo es la “Persona que escribe la biografía de alguien” (p. 229). Al mismo tiempo propone que Novelar es: “Referir algo en forma de novela” (p. 1182) e incluye dos definiciones. Para efectos de este ensayo, utilizaré la segunda: “Conjunto de sucesos de la vida real tan extraordinarios que parecen de ficción” (p.1182).

Partiendo de estos conceptos me atrevo a afirmar que Daniel Nina no se inventó la historia de estos dos personajes. Todo lo contrario, sus textos se sostienen en una investigación minuciosa y por eso en El Nazareno incluye una página de agradecimientos y en Cortijo, además de la página de agradecimiento, encontramos una bibliografía consultada. Es obvio que Nina, tomó como pretexto, las biografías de Ismael Rivera y Rafael Cortijo, pero las ficcionalizó muy al estilo de Juan Rulfo en su famosa novela Pedro Páramo. Juan Preciado en la búsqueda de su padre se interna en un lugar llamado Comala que está poblado por muertos. De la misma manera, los personajes de Daniel Nina son dos muertos que actúan como si estuvieran vivos y tienen la capacidad de referirnos sus interesantes historias.

Volviendo a la biografía, es un relato que se escribe en tercera persona para contar la historia de una persona considerada importante. Este no es el caso de los libros de Daniel Nina porque en ellos se combina la voz del biógrafo, con la narración en primera persona protagonista. Ismael Rivera y Rafael Cortijo se comportan como dos narradores auto diegéticos que relatan entre otras cosas, cómo se conocieron. En El Nazareno, junto al Sonero Mayor, recorremos Loíza, la calle Calma en Santurce, La Habana, Portobelo en Panamá, Buenaventura en Colombia, Caracas y Barlovento en Venezuela para llegar con él hasta Manhattan. En El Nazareno, Ismael Rivera inicia su relato afirmando: “Yo soy El Nazareno; el que cuidará de sus amigos. Cuando me miro en el Paraíso, me reconozco. Soy el que vino a hacer el bien; el que no le teme a la soledad; el que decidió, desde siempre -desde el principio- ser un hombre libre, un hombre soberano” (p.19). Por su parte, en Cortijo el personaje sostiene: “Nací libre. Morí libre. Yo soy un hombre libre. Yo fui un hombre libre. Pero no me dejan descansar en paz. Intento olvidar. Ya todo pasó” (p.21).

Los dos textos de Daniel Nina me remitieron a la obra de teatro Seis personajes en busca de autor (1925) del escritor Luigi Pirandello. En esta pieza dramática, los personajes exigen su derecho a tener vida propia, porque fueron concebidos en la mente de un autor que solo los plasmó en un papel. De igual forma, Ismael Rivera y Rafael Cortijo reclaman su espacio a pesar de que están muertos. Como ya mencioné, al estilo de los personajes de Pedro Páramo, actúan como si estuvieran vivos. Son ellos los que deciden que el lector conozca sus vidas, desde sus perspectivas. También vino a mi mente La amortajada (1938) de María Luisa Bombal porque la protagonista Ana María, muere de un infarto y en el velatorio, dentro de su ataúd, recuerda experiencias que vivió con las personas que acuden a su funeral. Ismael y Cortijo a pesar de que están muertos, tienen plena consciencia, como si estuvieran vivos, de quiénes fueron y de quiénes son: “Mis recuerdos van viniendo, poco a poco y me van volviendo a componer. Yo soy. Yo soy el que vivió con la luz. Yo soy el que cantó. Yo soy el Sonero Mayor” (El Nazareno, p.20). Por su parte, Cortijo en su alocución afirma: “Hoy decido volver a contar mi historia. La que nos une, la que me permite entrelazar la obra de mi compadre Ismael Rivera, como también a los jóvenes talentos como Pirulo…” (Cortijo, p. 22). Al final de esta cita, en una prolepsis, el personaje Cortijo habla del percusionista, cantante y compositor Pirulo, que apenas tenía cinco años cuando el primero murió. Tanto Ismael, como Cortijo, no olvidan cómo se conocieron, la gran amistad que los unía, sus inclinaciones musicales, los problemas legales que tuvieron, los bailes en que cantaron y tocaron. Según Ismael, él tenía trece años en junio de 1944, cuando Cortijo lo invitó a practicar música. El Sonero Mayor, toca temas políticos y con orgullo sostiene su puertorriqueñidad: “Fue papi y el maestro de Don Pedro, los que me llevaron a pensar siempre distinto. Sobre todo, a afirmarme como un hombre soberano. Como puertorriqueño” (El Nazareno, p.66).

Desde mis años mozos, me han atraído las biografías porque me encanta conocer la vida de personajes históricos. Luego, me incliné por las biografías noveladas cuando en el 1987, como estudiante de maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, para un curso de Literatura Guatemalteca, leí Esquisses (1892) del escritor Enrique Gómez Carrillo. En este texto el cronista guatemalteco asume los dotes de biógrafo para relatar de forma novelada la vida de Oscar Wilde, Armand Silvestre, Charles Maurras, Paul Verlaine, Juliette Adam, Louis Le Cardonel, Charles Morice, Alejandro Sawa, Leconte de Lisle y Rubén Darío. Esquisses oscila entre la biografía, la autobiografía, porque Gómez Carrillo relata sus experiencias junto a estos autores, y la biografía novelada al recrear sus vidas usando muchos recursos estilísticos literarios entre estos las metáforas. Con Esquisses sentí inclinación por conocer personajes históricos. Por eso, cuando Gabriel García Márquez escribió El general en su laberinto (1989) sobre la figura de Simón Bolívar, compré el texto y lo disfruté de principio a fin. Después llegó a mis manos El paraíso es la otra esquina (2003) de Mario Vargas Llosa, sobre Flora Tristán y su nieto Paul Gauguin. Así pues, seguí acumulando en mi biblioteca biografías noveladas. Recomiendo Nuestra señora de la noche (2008) de Mayra Santos Febres sobre Isabel la Negra; El hombre que amaba a los perros (2009) del cubano Leonardo Padura. En 2012, leí Blonde de Joyce Carol Oates, sobre Marilyn Monroe y en 2014, Lennon del escritor francés David Foenkinos.

En el listado anterior incluyo El Nazareno y Cortijo publicados por Pasillos del Sur Editores. En ambas historias Daniel Nina supo manejar muy bien la anacronía rompiendo el orden cronológico porque sus relatos combinan de principio a fin la analepsis (retrospecciones) y la prolepsis (anticipaciones). Por las páginas de ambos escritos se escuchan las voces de estas dos figuras de la música puertorriqueña. Unas veces hablan con alegría y otras con dolor como cuando Ismael estuvo preso: “Fue un proceso doloroso para mi madre… Sentía que había traicionado a todo el mundo…” (El Nazareno, p.71). Sus sentimientos transitan entre la rabia, llegando a la impotencia, al saberse parte de una sociedad marcada por los prejuicios sociales y raciales. No obstante, Ismael Rivera y Rafael Cortijo, triunfan porque a pesar de las dificultades pudieron llevar su música a los salones de la alta sociedad y la inmortalizaron.