Todo está dicho al revés: Crónica de la visita de Oliver Stone y Benicio del Toro al Teatro de la UPR, Recinto de Río Piedras

Cine caribe

Recuerdo una actividad anterior a la huelga más reciente en la UPR.  Leíamos textos en el pasillo del portal del Teatro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, en protesta porque llevaba diez años cerrado.  Rosa Luisa Márquez acababa de leer su texto cuidado y luminoso como siempre.  Yo comencé a explicar, a través del mío,  que mi experiencia universitaria fue fundamental en mi vida, en gran medida, porque me marcó haber asistido a finales de los ochenta y principios de los noventa a ese teatro, donde pude presenciar espectáculos de calidad mundial.  Recordaba particularmente un Festival de Teatro Latinoamericano y una pieza que se titulaba “Toda desnudez será castigada” para la que hubo público hasta guindando de los pasillos porque todo el elenco estaría desnudo en escena en algún momento.  Qué mejor momento para hacer anatomía comparada, puesto que nada más lejos de la pornografía, se miraba con curiosidad artística y científica.

Las preguntas eran tres para mí:  Cómo se verían muchos cuerpos humanos desnudos sobre un escenario; qué sentido tendría esa desnudez para el conjunto de la pieza que se representaba; cómo dialogaba la misma con la tradicción de arte occidental y mundial.  Allí además escuché a Pablo Milanés cantar “El breve espacio en que no estás”.  La cantó una vez.  La escuché en silencio y me la aprendí de memoria con sola esa exposición a una de las letras que más me han maravillado en la vida.  “Todavía quedan restos de humedad. Sus olores llenan ya mi soledad.”  Qué canción tan eróticamente romántica, cuando se sabe que los románticos eran platónicos.  También recuerdo haber visto a Umberto Eco hablar sobre el signo.  A Ana Lydia Vega dar su lección inaugural que luego publicó en Esperando a Loló.  En resumen, el Teatro de la Universidad había sido mientras estuvo abierto fundamental para que tanto los estudiantes como la comunidad general que siempre está invitada, seamos un poco menos provincianos.  Recuerdo que diciendo esto lloré de la tristeza que me provocaba la desgracia de que generaciones de estudiantes pasen por ese recinto con el teatro cerrado.  Ya perdí casi el pudor a llorar en público.  A conmoverme delante de los demás, así que lo confieso.

 

Luego lo abrieron con restricciones, entregado como sala comercial al mejor postor y protestamos.

Hoy, contenta, regresé al mismo teatro al que ya casi le había perdido el amor para que una mirada extranjera me lo devolviera.  Le conté a mis estudiantes con entusiasmo que para eso estaba el teatro.  Tenían que ir.  Ese es el calibre de las actividades que se tienen que presentar, repartiendo taquillas, como se hizo, a toda la comunidad universitaria.  El director de cine Oliver Stone y el actor puertorriqueño, ambos ganadores del Oscar, conversarían sobre cine como apertura a una serie de actividades tituladas CineMAPR 2012; segunda cita de una iniciativa para promover el cine el la isla que se celebra a partir de la voluntad de del Toro, en la cual se homenajea a Stone.   Me llevé a mi hijo de diez años, quien se rebela como le corresponde.  No quiere saber nada del famoso actor que hizo del hombre lobo ni del director de Scarface.  Le hablo (en broma claro) del networking.  Tú eres bello, brillante, culto, tienes que conocer a tus colegas desde ya.  No le hace gracia el chiste.  Me pregunta, ¿por qué tú quieres ir?  Yo le digo que para aprender.  Siempre quiero aprender y aprender de los mejores es lo mejor.

La actividad comenzó media hora tarde, lo que para el público puertorriqueño es puntual.  Cuando el moderador, el profesor Alfredo Rivas, de la Facultad de Comunicación, saludó de entre el público al Presidente de la Universidad Miguel Muñoz y a la Rectora del Recinto de Río Piedras, Ana Guadalupe, hubo abucheos.  Pensé, no les van a perdonar nunca la infame cuota, ni la policía en el recinto, ni los palos, ni las expulsiones.

Luego comenzamos a escuchar cómo se pasaba del español al ingés, para acoger al invitado, a quien se lo presentó con las palabras:  “Please help me welcome to our home Mr. Benicio del Toro, Mr. Oliver Stone”.  El aplauso de pie fue la reacción del público.  Luego Stone pidió permiso para seguir hablando en su lengua y el público se lo otorgó.  Aunque a mí me sonaba normal, parece que nuestro inglés es idiosincrático, puesto que del Toro traducía a Stone al oído el sentido de preguntas hechas en inglés por parte del público que insistió en hablar en inglés a pesar de que se anunció que habría traductores para quien del púbico los necesitara.  Las primeras preguntas fueron las de Rivas, preparadas y elocuentes.  Comenzó por preguntarle a Stone sobre su trayectoria vital.  ¿Cómo se pasa de ser estudiante en Yale a combat soldier en Viet Nam, para regresar a New York University a proseguir estudios en Cine?

Stone comenzó admirando la sala del teatro.  “Hermosa y amplia sala.  Antes se mostraban películas en teatros así de espléndidos; en pantalla gigante.”  Luego apuntó.  “En nuestra historia todo está puesto patás arriba (backwards).  Yale está muy enamorada del éxito.  Le gustan los tipos de Wall Street y los de Washigton.  Imagínense que George Bush estudió conmigo en Yale.  Eso era lo que estaba mal con Yale.”  Explica que fue como maestro a Viet Nam a una escuela católica que terminó siendo un campamento de la CIA.  La experiencia en NYU fue otro mundo.

Estudió arte porque siempre estuvo interesando en la escritura y descubrió el cine como un juego.  A la pregunta de por qué persiste, contesta, “porque estoy enojado” (cause I’m angy).  La historia se repite una y otra y otra vez.  Pasó en Viet Nam, pasó en Nicaragua, y ahora el Golfo, Afganistán, Irak...

¿Por qué Scarface es tanto como una caricatura?  “En parte se debe a Brian de Palma y en parte a que la guerra contra las drogas que es en sí una caricatura”.  Cuenta que lo arrestaron por fumar mariguana.  La cárcel estaba llena de gente joven que quizás se hacían criminales en la cárcel.  Hispanos y afro-americanos jóvenes.  Natural Born Killers sale de ese exceso.  Además, para abundar sobre el tema del tono de sus películas continúa con una reflexión sobre la prensa.  La prensa en Estados Unidos habla de que le cortaron el pene a un señor (el caso Lorena Bobit, tan sonado en los noventa), de la vida sexual de Bill Clinton, de OJ Simpson.  La televisión crea mundos falsos.  Eso hace dinero.  La realidad estadounidense es surreal.  No hay discusión ni debate.

Del Toro resultó ser un anfitrión gracioso.  Ya lo había visto yo en Tertulia, librería en la Ponce de León, justo frente al recinto.  Frecuentaba nuestra casa de la cultura cuando se preparaba para representar al Che Guevara mediante un tutor de historia, colega contratado para ello.  En esa instancia me pareció una figura antipática porque interfería con mi almuerzo (y el centro de mi mundo soy yo, ¡já!).  Se paraba en la fila delante de la caja a conversar con quien tuviera al lado sin ordenar ni dejar que se moviera la serpiente de gente hambrienta y con tiempo limitado que le quedaba detrás.  ¿Se podrá ser más metido para adentro?, me preguntaba.   Una vez le dije, ¿te puedes salir del medio?, luego de tocarle la espalda con el dedo índice, lo que provocó que se volviera con una mirada homicida...  En fin, ¿quién se cree éste que es?  En el teatro, sin embargo, mostró humildad.  Allí dejó que hablara Stone.  Le fungió de traductor.  Y finalmente habló.  Contestaba en inglés cuando se le preguntaba en inglés, pero a la menor provocación regresaba al español.  A Rivas le pareció que el personaje que hace en Savages (buenísima película, by the way) ha sido el más perverso que representara del Toro.  ¿Cómo se preparó?  Responde.  “Yo siempre fui un gran aficionado al trabajo del Oliver.  He seguido su carrera.  Lo respeto.  Me ha empujado a ser más audaz.  Sólo habría hecho este personaje con alguien como Oliver,” porque corría el peligro de salir estereotipado.  “La película se basa en un libro.  Yo leí el libro, leí los periódicos para encontrar la violencia de la que trata la película que está sólo de hojearlo, trabajé en el acento, trabajé con Oliver”.  Se confiesa como un actor que se prepara.  No cree en la imporvisación en escena.

Volvemos a Stone, quien responde a una pregunta sobre JFK.  Rivas comenta que cuando salió de ver esa película estaba enojado con el mundo y que descubrió que el mundo se había enojado con Stone por haberla hecho.  Se habló mucho de la verdad o la corrección de los hechos que se comunicaba en la cinta.  Stone habla de su reputación.  Nunca se recuperó de esa película.  Como si hubiera estado en un accidente de carro o asesinado a alguien.  “Bueno, nunca me van a querer como quieren a Steven Spielberg”.  El público se ríe con complicidad.  Han logrado, desde la escenografía que son dos sofás elegantes con una plantita puesta en la mesa del lado, hasta el tono que asumen para responder, crear un ambiente íntimo en ese gran teatro.  Se pasa a preguntas del público.

Entre las respuestas a las mismas, anoté algunas frases memorables.

Benicio:  Si se empuja a uno fuera de lo que uno se siente cómodo haciendo, eso propicia la creatividad.

Stone:  Hay que preguntarse todo el tiempo el poqué.  Por qué se hace lo que se hace, para no perder el rumbo.  Claro, a veces los porqués cambian...

Para dirigir, Benicio, “trust your instinct”.

Y mi respeto por el boricua invasor de espacios íntimos (sobre todo a la hora del almuerzo) crece cuando lo veo pensar, respetar al público, siplemente conversar.  Ante la exortación de una persona del público (todo el mundo lo trata con familiaridad):  Benicio, nos gustaría que te envolvieras aquí con ideas...  La respuesta de del Toro es primeramente un gesto que implica “Mírame aquí”.  Luego lo dice:  Estamos aquí.  Para eso es esta iniciativa de CineMAPR.

Un estudiante de sociales le pregunta sobre su postura en torno al preso político puertorriqueño Oscar López Rivera.  Del Toro responde:  “Honestamente, no conozco el cuento, pero me informo”.

Aprendí.