Me gustó escribir en las páginas que abrían tu cuerpo,
un cuerpo para ser leído en cualquier noche desmedida
de una calle arbitraria, en una ciudad de tanta gente,
donde nos imaginamos solos.
Me entretuve en las mayúsculas de tu cuerpo,
suspiré tus acentos como cualquier letrado infame,
tus puntos y seguido me aturdieron en las noches agudas
la h siempre muda, insistente en la punta de mi lengua.
Con mi lengua hice geroglíficos en tu pecho y
mis manos volaron como abejas en busca de los panales,
miel esencia marina.
Con nostalgia de la última lectura quise volver a ese cuerpo
no lo encontré, el libro se me extravió,
si alguien lo encuentra
no lo regrese, es suyo.