El Puesto [de la Shell]

Creativo

Ir a beber a un garaje de gasolina, ¿cuántos han hecho esta ecológica proeza? Es curioso, pero se trata de una de las experiencias más comunes en el Caribe, por lo pronto en la República Dominicana y Puerto Rico, donde he vivido una experiencia. Ahora bien, hay que pensar porque tenemos tanta obsesión con ir a beber a un sitio, que como mínimo combina gases tóxicos, es altamente explosivo, y peor aún, es un sitio de paso. Nadie se queda permanentemente a vivir en un garaje de gasolina.

Pero hay tabúes que sigo rompiendo en mi vida. Es un asunto curioso, pero mi vida se descifra, diariamente, en mi memoria de mi recuerdo, en vivir el pasado y sobre todo en romper las reglas que mi madre me dio en mi infancia. Una regla que viene del pasado, y con la cual aún vivo (y mi madre me la recuerda frecuentemente) es evitar problemas. Y sin lugar a dudas, en un garaje, uno se encuentra con problemas.

El puesto, como se llama un negocio en la profundidad de la urbanización Santa Juanita, en el municipio de Bayamón, es un negocio común. Un garaje de venta de gasolina, y con su respectiva tienda de comestibles. Lo que le hace la diferencia es el cariño que su propietario, Miguel Marzan, le imparte para ganarse el cariño de los comensales y su sana comparecencia.

En esta medida, el puesto se transforma en un negoció más atractivo para la confluencia de personas que por allí transitan. No sólo venden gasolina, sino que durante ciertas noches de la semana, ofrecen música en vivo para los que allí comparecemos. Es curioso, pues se combina música de jazz, con la venta de frappes, los famosos pinchos, y más que nada, la cerveza friaaaa.

Pero la pregunta que me hago, es porque la gente se junta a socializar en un lugar tan extraño como un garaje de gasolina. Es curioso, pues no tiene nada de atractivo. La única respuesta, ni lógica ni absurda, es que el garaje epitomiza una sociedad urbana en tránsito. Es decir, la gente vive para socializar en lugares que le dan movimiento. Nada que crea estática ni falta de movimiento. Por el contrario, lo que de cambio continuo es a lo que la gente le pone atención.

Para los que nos criamos en Puerto Rico, había una estación en la primera arteria del país, que es la carretera número 1. Esta transitaba de San Juan al pueblo de Caguas. Aunque hoy el intercambio de ciudades se puede realizar en 20 minutos, en el pasado necesitaba de una ruta que albergara una posta, o estación de descanso. Sobre todo cuando parte del camino se realizaba a caballo o mula. Pero en fin, la famosa estación se llamaba la “muda”. A pesar que los tiempos han cambiado, es la idea que se necesita detenerse uno para efectuar una parada técnica. Es realizar esa acción “muda”, que permita confraternizar, realizar gestiones puntuales, y continuar el movimiento.

En este sentido el puesto de Marzan, constituye lo más cercano a una estación “muda” para un país en tránsito. Es parte de un legado cultural donde la gente necesitaba detenerse antes de continuar. En nuestra sociedad donde casi casi, cada ser humano tiene un vehículo de motor, detenerse allí donde se recoger combustible, para confraternizar, beber un poco y escuchar buena música, suena a lo lógico.

En fin, que el puesto de Marzan no es el único, ni tampoco es el más famoso. Hay otros aún más famosos. Aunque todos guardan la misma fórmula de éxito: un coche, gasolina/combustible, una cerveza y algo de música. Con esto, se crea el punto de la alegría y disfrute. Esto, aunque huela a gases, aceite viejo y sobre todo a vehículo de motor.