UNASUR v. CELAC

Caribe mas alla
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Luego de culminada la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Santiago es inescapable preguntarse sobre la viabilidad de este proyecto junto a UNASUR, que en diciembre pasado tuvo su cumbre --bastante deslucida como reseñaré brevemente-- en Lima.

UNASUR nació primero que CELAC y su concepción política estuvo a cargo de Lula da Silva, ex presidente de Brasil, y un Hugo Chávez que parecía invencible. La iniciativa busca, como encierra su nombre, la unión del continente mediante una receta política de integración más agresiva, por no decir improvisada, al buscar juntar –aun sin éxito-- los acuerdos regionales de integración comercial ya existentes como el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN). El afán de Lula y Chávez era aglutinar al continente sudamericano en un ente similar a la Unión Europea (UE), pero en la actualidad, y debido a las fuertes corrientes políticas de la región, ha resultado ser más bien un cóctel del antiguo sueño bolivariano de unidad junto con medidas proteccionistas de desarrollo económico (como las que Brasil acertadamente implementa) para así contar con un mercado interno (en abierto conflicto con las pretensiones estadounidenses de libre comercio), todo dirigido bajo la supervisión hegemónica de Brasilia o, en su defecto, de una dupla con Caracas.

Con estos trazos esquemáticos, claramente se perfila la complejidad del proyecto y las abarcadoras, sino muy divergentes, metas que UNASUR encierra en un continente dividido en dos ejes ideológicos. Por un lado, el que va de la izquierda radical a la moderada conformado por Caracas, Quito, La Paz, Buenos Aires, Montevideo y Brasilia, y por el otro, el neoliberal de Bogotá, Lima y Santiago. Ante este cisma, no es sorpresa que muchos observadores hayan tildado a UNASUR de idealista y personalista, ya que una vez Lula salió de la escenario político y Chávez enfermó, el organismo ha prácticamente quedado en una suspensión animada. Este estado de irrelevancia fue más que constatado en la Cumbre que Ollanta Humala, presidente pro témpore del proyecto, convocó en Lima en noviembre, a la cual ni Dilma Roussef, Cristina Fernández, Evo Morales ni Chávez (por razones ya conocidas) asistieron, disculpándose con las excusas prefabricadas de “resfríos” y de “asuntos impostergables”  que en código diplomático significan “estoy molesto y lo tuyo puede esperar”. Adicionalmente, el hecho de que se quiera construir una unión sin haber empezado con una zapata de política económica clara, como fue en el caso de la UE, augura continuas dificultades para lo que sería, de otro modo, un paso urgente para Latinoamérica.

El florecimiento de tantos organismos y alianzas regionales, algunos con objetivos similares y otros con agendas divergentes, hacen ver a los políticos latinoamericanos como desorganizados o desesperados (o ambos) y es razón suficiente para que proyectos como UNASUR vayan perdiendo relevancia. Es el caso de la Alianza del Pacífico, de tendencia neoliberal, formada por Chile, Perú, Colombia y México en abril de 2011 y que muchos analistas han culpado como una de las causas de la ausencia de las dos presidentas sudamericanas y de Morales a la cita en Lima.

Tenemos entonces a la CELAC y otro importante proyecto de integración hemisférica cuya especial coyuntura es la exclusión de los grandes estados anglosajones vecinos: Canadá y Estados Unidos. Con tales rivetes, la CELAC ya logró un gran impacto mediático. La pretensión de reunir a todo el hemisferio sin el Coloso del Norte es señal inequívoca que los tiempos han cambiado, aunque no las ideologías. Pero inclusive, me parece que las divergencias de los dos ejes sudamericanos retroceden cuando la CELAC incluye al Caribe (sans Puerto Rico, obviamente), México y Centroamérica. La multiplicidad de voces y realidades contenidas en el proyecto CELAC, junto al gran potencial económico que representa al agrupar a los tres miembros latinoamericanos del G-20 (México, Brasil y Argentina) le otorgan un matiz que difícilmente la UNASUR podría superar próximamente luego del fiasco de Lima. A esto añádase la Cumbre CELAC-UE que precedió el evento hemisférico y presentó un hito significativo de continuidad a las conversaciones que ambos bloques venían realizando bajo el marco de América Latina y el Caribe (ALC)-UE. Ciertamente, de este primer encuentro CELAC-UE aún no ha descollado ningún acuerdo llamativo, pero es un paso en la dirección correcta que, espero, pueda insuflarle propósitos y horizontes más concretos a una entidad recién nacida y que tiene el trabajo de aterrizar sus también ambiciosas metas. El hecho, sin embargo, de que la CELAC haya salido fortalecida por una vigorosa cumbre luego del cónclave con sus pares europeos, dista nuevamente de lo ocurrido con la UNASUR luego del ASPA realizado también en octubre de 2012 en Lima.

Otro punto a favor de la CELAC incide sobre la cuestión puertorriqueña. Para mí es evidente que la CELAC es nuestro foro natural para buscar cooperación a favor de la independencia nacional y de la tan necesitada integración regional que nuestra situación colonial nos mantiene alejado. El trabajo internacional realizado principalmente por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) ha rendido sus frutos con la inclusión del tema colonial puertorriqueño en el discurso del nuevo presidente pro témpore, Raúl Castro. La difusión de la situación de Puerto Rico en estos altos foros continentales dificulta la estrategia estadoísta de desmantelar la nacionalidad puertorriqueña aduciendo que solo somos “ciudadanos americanos” en un pedazo de tierra llamado Puerto Rico al constatar que somos parte integral de un cuerpo mucho más amplio, llamado el Caribe y, sobre éste espacio, una Latinoamérica cada vez más sólida y decidida.

A todas luces, lo que ha ocurrido desde la intervención de Calle 13 en Caracas en 2011 y las declaraciones de Raúl Castro en Santiago de Chile no hacen sino que sumar puntos al proceso de descolonización e independencia. Falta organizar internamente ese impulso y convertirlo en un reclamo que el nuevo gobierno del PPD no pueda ignorar. Nosotros, al igual que nuestros hermanos latinoamericanos, también tenemos mucho trabajo por hacer.