Cuento Corto: El Circo Criollo

Creativo

Este cuento forma parte de la Convocatoria realizada por El Post Antillano el 8 de abril de 2013. Felicitamos a Alva Cardona por haber participado de la misma y ser seleccionado para publicación. Quedaron cuatro vacantes. La Convocatoria fue cerrada el viernes 19 de abril de 2013.

EPA

Foto: UnivisiónHabía una vez un pueblo por el que pasaban muchos circos. Cada circo prometía las mejores atracciones y los mejores actos, pero sólo se establecían por cuatro años. Sin embargo, los primeros cien días eran los más difíciles. Creaban empleos y subempleos temporeros a los desempeñados, de las avenidas más caras de la ciudad; gente que le diera al público entretenimiento, pues les gustaba gastar su dinero e invertirlo en cosas livianas, para no pensar

Un dia, al pueblo se le acabó el dinero, porque lo gastaron todo en otros circos. Los gobernantes entraron en caos y los más ricos vieron que si el pueblo no podía pagar el circo, quienes tendrían que pagarlo serían ellos. Dijeron, “¿qué haremos ahora para entretener a las masas?”

Consecuentemente, el circo terminó siendo de un sólo hombre, además de ser el más arriesgado de los actos. Era poco itinerante, e inoperante y atípico, porque un sólo hombre era el más flexible, el más fuerte; el más enano y el más grande. También era malabarista, actor y entrenador de bestias. El circo de un sólo hombre terminó siendo considerado como la más atractiva opción, por la variedad de espectáculos que se disfrutarían por tan bajo costo. También terminó siendo acróbata, mago, tragafuego, domador de leones y artista. Era también el presentador, y todo desde el interior de una carpa que contaba con humildes pistas y galerías de asientos para un público escéptico y desalentado, porque no había presupuesto para un mejor circo.

Los primeros cien días fueron difíciles para el hombre. Se paraba solo en el centro de la pista a presentar sus funciones. Intentó ser mago, pero los trucos no le salían. Tiraba las bolas al aire, y todas se le caían. Intentó domar los leones, pero los leones lo mordían, y todo lo que hacía lo hacía al revés. Nada le salía. Estaba frustrado. Estaba cansado. Más, no podía. Y, en un acto desesperado y suicida, reveló lo que en su mente traía. “Este circo posee peligrosos y exóticos actos que incluyen animales hasta en el público. ¡Tiene los egos más grandes, las legislaciones más ridículas, los políticos más ineptos, el déficit más exorbitante y el gobierno más disfuncional que hayan visto! ¡Aquí todos hacen magia y malabarismos con su dinero! Porque todos son unos payasos, y eso no da risa...”

El pueblo se burló del pobre hombre, y se oyó, entre la muchedumbre, a alguien que decía: “¡Ahora se cree comediante!” Así que, para que el público no se retirara, dijo también ser adivino. Cojió la bola de cristal y dijo: “Habrá dinero para que no se retiren ahora… para que no se paren de sus asientos. ¡Será el mejor circo en muchos años! Habrá música, columpios, trapecios, y muchos espectáculos… Porque el show debe seguir… ¡El show debe seguir!...” Y con su breve pero efectiva actuación, el pueblo quedó convencido, apasiguado y entretenido; por lo menos, tranquilo, hasta los próximos cuatro años.