Boston y el terrorismo: El problema de las ollas de presión "chechenas" o "islamistas"

Creativo

altEn el momento en que escribo estas líneas ya se conoce la identidad de los que parecen ser los dos autores materiales del atentado en Boston. Conocemos sus nombres y algo de su historia, pero por ahora no aparecen claramente los motivos. Me interesa reflexionar aquí un poco acerca de cómo se ha tratado mediáticamente la tragedia y la "caza" (terrible término, no es de extrañar que uno acabara muerto, el otro aparentemente herido y toda una ciudad paralizada) de los sospechosos. También me parece pertinente pensar sobre las posibles consecuencias, directas o indirectas, conscientes o inadvertidas, del atentado. 

En un primer momento, las sospechas sobre quiénes fueron los causantes de las tragedia de Boston se dirigían hacia los sospechosos habituales: terrorismo interior, tipo los atentados de Oklahoma y las olimpiadas de Atlanta, terrorismo internacional islamista, directa o indirectamente ligado a Al-Qaeda. Por suerte para los vascos, ya ETA está inactiva, porque la aparición en escena de las ollas a presión pareció alterar un tanto los factores. Primero apareció en la prensa la discusión de quiénes, en qué países, se utilizaban ollas a presión, como si ello ya fuera un indicio de una acción protagonizada por personas ajenas a Estados Unidos. La inscripción de seis litros de capacidad y, finalmente, el hecho de que se identificara a la empresa metalúrgica vasca Fagor como la fabricante apuntaba de nuevo hacia el mundo hostil exterior. Curiosamente, el "lobo solitario" norteamericano y WASP reaparecía de nuevo, incluso una acción de jóvenes o adolescentes a lo Columbine, cuando se descubre que en internet se encuentran instrucciones sobre cómo construir explosivos con esos enseres culinarios. Por suerte para la opinión pública norteamericana, alguien notó que en las páginas de Al-Qaeda se describía el uso de las dichosas ollas para construir bombas "en la cocina de tu madre". Otros, o los mismos, más o menos asesorados con los expertos en la materia, mencionaban a su vez la semejanza entre los explosivos improvisados utilizados en Afganistán o Irak y las bombas que explotaron junto a la meta de la marathon de Boston. Sin embargo, cualquier persona que conozca un poco de física o que sepa de lo que fue la acción armada por ejemplo en España en los años setenta y ochenta puede decir algo de la otra utilidad, nada pacífica, de las ollas a presión, así como del uso de la metralla como parte integrante de los dispositivos explosivos.

Las caras y las experiencias de la tragedia: el reverso de la invisibilidad de lo ajeno

El estupor y la descripción de la tragedia por medios de comunicación y autoridades era hasta cierto punto previsible, pero no por ello está exenta de un profundo significado. En primer lugar, inicialmente las autoridades fueron muy prudentes a la hora de designar el ataque como un acto de terrorismo. Dejando de lado el problema del uso excesivo o inexacto de ese término (¿cuál sería el objetivo político?), es evidente que el público norteamericano asocia el terrorismo con organizaciones extranjeras, especialmente islámicas y que, en consecuencia, se pretendía evitar una caza de brujas xenófoba o racista o se tenían indicios razonables que el ataque era de carácter interior.

Por lo que se refiere al tratamiento de la tragedia en sí, se buscó hallar las caras del acontecimiento, las fotografías de las víctimas, las descripciones de los testigos, los relatos de los doctores que trabajaron en el auxilio de las víctimas. Se afirmó que los explosivos llevaban clavos y otros objetos como metralla con el objetivo de provocar el mayor daño posible. Se describió como los afectados sufrieron horrorosas amputaciones y la desesperación de los doctores que tenían que optar entre salvar miembros o vidas. También era corriente el tipo de comentario, declaración u opinión del tipo "a cualquiera de nosotros nos podría haber tocado", lo que reforzaba además la comprensible simpatía hacia las víctimas.

Dejando de lado la posible crítica a las líneas editoriales, la tendencia excesiva al amarillismo o sentimentalismo que además proporciona jugosas audiencias, deberíamos pensar en cuántas otras personas en diferentes puntos del globo han pasado por experiencias similares, cómo, por ejemplo, doctores en Malí, Siria o Palestina, con muchos menos medias y más expuestos a ser ellos mismos víctimas, tienen que decidir si amputan o pierden la vida de su paciente. La diferencia es esencial y fundamental: se trata de los otros, no de nosotros. A veces pueden ser un punto de referencia o comparación (por ejemplo, en la explosión de Texas se decía que el paisaje parecía Iraq, se comparó el impacto con el de una explosión nuclear...), pero lo que sucede en otras partes del mundo no nos afecta o nos interesa, o no tenemos imágenes, o éstas ya no impactan o, lo que en el fondo puede ser lo mismo, pensamos que es tan común o normal "allí" que no sólo ya no es "noticia" sino que tanto ellos como nosotros ya estamos "acostumbrados".

Finalmente, quizás no esté fuera de lugar poner lo que ocurre en Estados Unidos en una perspectiva global desde otro punto de vista. En efecto, mientras el limitado debate interior, a la sazón por ahora perdido por Obama, es acerca del control de las armas en manos de los ciudadanos estadounidenses, a nivel internacional el gobierno norteamericano ha firmado un tratado internacional para limitar el tráfico de armas que probablemente no sea aprobado por las cámaras, precisamente el comercio que nutre las guerras entre estados, los conflictos internos y arma, directa o indirectamente, el terrorismo a nivel nacional e internacional.

¿Por qué buscar mundialmente?

Desde un primer momento se buscó en el extranjero y se difundieron imágenes internacionalmente, cuando se dispuso de éstas. Me parece por tanto evidente que se estaba privilegiando el terrorismo exterior a un ataque organizado desde el interior de Estados Unidos. Y es sumamente sorprendente porque lo más lógico, por los antecedentes recientes, por el debate acerca de las armas en boga, por el homenaje que se rendía a la última matanza sin sentido que se realizaba en la propia carrera, era pensar en autores defensores de la posesión libre de armas y/o blancos de ultraderecha. Por lo que parece, y sólo muy preliminar y provisionalmente, nos encontramos ante un tipo de organización, y quizás de dinámicas y causas, que no responde exactamente a ningún modelo de los previstos, quizás incluso al peor de los escenarios desde la perspectiva de la seguridad y la investigación policial: unas pocas personas aisladas que, quizás, sólo quizás, actúan por motivos o con excusas de tipo político o ideológico, puede ser con componentes internacionales y/o de extremismo jihadista.

Finalmente, más la propia torpeza de los sospechosos que la investigación llevó hacia dos jóvenes que no sabemos si debemos llamar chechenos, de origen checheno, rusos, norteamericanos o una combinación de todas las anteriores. En consecuencia, tampoco sabemos realmente si es lícito calificarlos como terrorismo interno o internacional, como psicópatas asociales adolescentes o como extremistas políticos o religiosos. Lo más cómodo, por supuesto, es cargar las tintas sobre el exotismo, la extranjería o la religión diferente de los hermanos y no darles tanto peso a otros factores (residencia legal de décadas en el país, aparente "integración", ciudadanía norteamericana). Se trata en efecto de la misma actitud que se tuvo en su día con Padilla, "el talibán boricua", quien pese a su ciudadanía norteamericana no fue tratado como tal y del que tratamos de olvidar o disminuir la puertorriqueñidad.

Inmigración, reforma migratoria e identidad diaspórica

Quizás resultara algo inapropiado discutir ahora y aquí la multiculturalidad, las dinámicas diaspóricas o el concepto del exilio como no-lugar (o fuera de lugar, como se definía a sí mismo Edward Said). No obstante, la confusa historia vital y los testimonios acerca de los hermanos chechenos y la posible influencia de lo acaecido estos días sobre lo que ocurra a partir de hora, me parece que justifica una breve reflexión al respecto. Los chechenos han sido desplazados y exiliados, han retornado y han sufrido una guerra despiadada y, a su vez, muchos de ellos han empuñado las armas, incluso mediante prácticas que se pueden calificar de terroristas en su lucha contra Rusia. Dicho esto, la residencia de diez años en Estados Unidos cuando has nacido en el exilio o un país en guerra que sigues considerando todavía tu patria puede explicar parcialmente el tipo de relaciones que tenían con otras personas ambos jóvenes. Así, cuando uno de ellos, el atleta, se identificaba a sí mismo como checheno, decía no tener apenas amigos estadounidenses y decía no entenderlos puede tratarse tanto de transtornos de personalidad, como de actitudes y situaciones comunes entre las diásporas o los exiliados, mucho más si sufren o perciben algún tipo de hostilidad o discriminación en la sociedad de acogida.

Dado que los jóvenes o sus familias llegaron legalmente a Estados Unidos y adquirieron la ciudadanía, que por tanto se vieron regidos por las normativas de inmigración vigentes, éstas por desgracia y de manera probablemente injustificada, acabarán viéndose afectadas por lo sucedido. En primer lugar, el estatuto de refugiado político, ya suficientemente degradado, se verá mucho más limitado. A un nivel más general, la propuesta de Obama de regulaciones de "ilegales" se enfrentará a una mayor oposición (que ya incluye, no lo olvidemos, la poderosa industria del negocio carcelario), con argumentaciones que, directa o indirectamente, aludirán al argumento de la seguridad, el terrorismo y, subrepticiamente por tanto, al racismo y la xenofobia.