¿Qué pasó con la Democracia? Puerto Rico ante la Gran Recesión de 2008

Caribe Hoy

altUna de las notas dominantes en la discusión pública de los últimos años ha sido la crisis de la economía y el colapso de las finanzas públicas. En una sociedad que organizó la vida social alrededor de la gestión activa del Estado, una cosa va de la mano de la otra. Se trata del problema más apremiante a comienzos del siglo 21. Un hecho cierto es que, si en 1976 la deuda pública representaba el 73% de Producto Nacional Bruto en medio de una crisis económica internacional; a la altura del 2013 ya ascendía al 96 %. Eso significaba que la deuda, salvos algunos años de la décadas del 1980 y 1990, aumentó a un ritmo mucho más acelerado que la producción. Los datos son de la Junta de Planificación, autoridad que siempre se merece el beneficio de la duda.

Reconocer que Washington o Detroit pasaron por situaciones análogas, o que España y Grecia se encuentran al borde de la quiebra, aunque no sirve de mucho, consuela a algunos. Puerto Rico no está solo ante el precipicio. Además el recuerdo de los cacerolazos de diciembre de 2001 en Buenos Aires está aún vivo en la memoria de muchos. Los paralelos de aquel conjunto de situaciones con la nuestra son numerosos, pero las incongruencias también. La mayor diferencia es, sin duda, la anómala relación del país con Estados Unidos forjada sobre las etéreas bases del “pacto bi (uni)lateral” que produjo al Estado Libre Asociado. La situación de Puerto Rico en el contexto de la Gran Recesión de 2008 a 2013 es anómala; se trata de una “colonia de la era poscolonial” con un escaso margen de maniobra mientras transita por una ruta poblada de abismos.

El asunto del financiamiento de la administración estatal y el aumento de la deuda pública ha llamado la atención sobre el papel censor que cumplen las agencias de calificación de riesgo estadounidenses Standard and Poor’s y Moodys’s. Lo que estas agencias miden es la solvencia probable del emisor de un bien por medio del establecimiento de rangos que traducen su capacidad de pago al momento del recobro. Se trata casi de la obra de una pitonisa postmoderna apoyada en las estadísticas. Las condiciones que estas agencias ponen sobre un Estado para garantizar su solvencia son enormes. De su cumplimiento dependerá su capacidad para obtener dinero “barato” para el mantenimiento de su infraestructura material, elemento crucial para la imagen de los gestores políticos. Pero por lo regular las exigencias de aquellas agencias van dirigidas a reducir los costos del Estado mediante políticas de austeridad fiscal y ahorro de gastos que, por regular, se aplican a los programas que involucran las necesidades de la gente común.

La agonía del “Welfare State” ha sido larga y compleja. Los tiempos del Estado Providencial y Benefactor, característico de la Era de la Guerra Fría (1947-1991) y del espíritu de 1952, han llegado a su fin. El neoliberalismo y la globalización han forzado el desmantelamiento definitivo del ahora inservible Leviatán Keynesiano. El poco margen de acción de Puerto Rico ante las agencias de calificación de riesgo tiene que ver con su condición colonial, sin duda. Pero vincular la crisis fiscal al problema de Estatus y la Soberanía, impide discutirla en buenos términos. Uns discusión política “estatucentrista” siempre es un dilema en este país.

La “deuda extraconstitucional” del Estado Libre Asociado no es sino un eufemismo para una deuda que se ha incorporado a sabiendas de que no se posee la capacidad de repago. En la medida en que el Estado no pueda abonarla, recurrirá al bolsillo de su representado. La inventiva del Estado para crear impuestos, en efecto, parece infinita. El Impuesto de Ventas y Uso hipotecó el salario de todos los puertorriqueños de una manera automática a la altura de 2006. Nada distinto han hecho los tributos legislados recientemente: se reclama la solidaridad popular cuando el estado ya no puede ser solidario con la gente y se maneja como cualquier empresa privada convencional.

Lo cierto es que la Gran Recesión de 2008 a 2013 no ha tenido efectos homogéneos y aplanadores como la del 1929 o la de 1973. Incluso en medio de la tormenta, se ha visto el crecimiento de algunas economías en Hispanoamérica y El Caribe. El hecho de que la base de la crisis de 2008 se ubique en el dinero barato y sin garantía emitido por banca estadounidense, me conduce a pensar que la “relación especial” con Estados Unidos debe jugar algún papel en la multiplicación de sus efectos en la economía local. Aquella crisis tiene mucho que decir sobre la nuestra.

La “relación especial” no me parece tan “especial”. En Estados Unidos la debacle generó una serie de peticiones de separación de la unión a mediados de 2012. Aquella era la punta del tempano. El separatismo sigue siendo un último reducto para el americano común, tanto como lo puede ser para un catalán o un vasco. También se han planteado alternativas que no atentan contra la unión como lo es el reclamo de “igualdad” promovido por el We the People Project. Otro ha sido el reclamo bipartidista de los representantes de Hawaii en el Congreso para que se revisen la aplicación de las Leyes de Cabotaje a ese Estado. Como era de esperarse, Hawaii ha solicitado que la revisión sea extensiva a Puerto Rico, Alaska y Guam.

El silencio de una clase política como la puertorriqueña, acostumbrada a vociferar, es palmario. Es como si cualquier petición de cambio en la “relación especial” tuviese el sabor de un acto de rebelión que debiese ser evitado. La moderación es sinónimo de inmovilismo. Pero también confirma el hecho de que la americanización no ha llegado muy lejos y que la inserción de esta isla caribeña en la “política doméstica” americana es muy poca. Aquellos eventos ocurren sin que nadie se dé por enterado en la colonia.

Lo otro que se resisten a colegir es una verdad como un puño: tras la Gran Recesión de 2008 a 2013, Estados Unidos ya no es lo que era y su imagen parece degradarse. El escándalo de espionaje internacional delatado por Edward Snowden (1983- ) abona a ello, la errática acción política ante la crisis en Siria también. La situación del dólar es inseparable de todo esto. En 2013, Australia, la 12ª economía del mundo, China la 2ª, Japón la 3º, Brasil la 6ª, India la 10ª y Rusia la 9ª, han decidido abandonar ese medio de cambio en sus transacciones.

Es posible que la situación cambie en un futuro, Estados Unidos y el capitalismo son como el Fénix. Pero en Puerto Rico la imagen del “American Dream” parece insólitamente fuerte todavía. Después de todo aquel país sigue siendo la primera potencia militar del mundo y continua apostando por una política belicosa. Pero en la “isla estrella(da)” la vitrina se encuentra quebrada y vacía: nadie se acerca a aparador a buscar un modelo. La democracia con la que se soñó desde 1898 y antes, ha sido conculcada. En algún momento habrá que empezar desde cero.