“Ted Cruz y la hoguera de la Inquisición Republicana”

Caribe Hoy

El gobierno federal cerró su chequera.  Para los republicanos estadounidenses el drama edipal de arrancarse los dos ojos con tal de meterle el dedo en uno a sus adversarios políticos (aunque no de clase), se ha convertido en un juego de adolescentes de “chicken”: quién es el último en frenar antes del precipicio.

Como suele suceder en estos enfrentamientos, y en la política estadounidense cada vez más, la única victoria que se puede cantar es la de las concesiones del adversario.  Lo consabido, el deterioro de la economía, la pérdida de salarios e ingresos de individuos y pymes, el desprestigio, el convencimiento internacional de la necesidad de una moneda comercial que no sea el dólar, todo esto constituye daños colaterales a la verdadera razón de esta guerra: humillar a Obama, poner “el negro” en su lugar, no permitirle legado alguno, inclusive culparlo por todo lo que George W. Bush desfalcó, ah, y rescatar de sus musulmanas y curtidas manos las ganancias de las aseguradoras.

El problema esta vez es que la vendetta es tan evidente que el 72% de los estadounidenses está en contra de la estrategia republicana.  La táctica de aprobar los programas uno a uno para dejar fuera el plan de salud semi-universal de Obama, es tan simplista y transparente que solo el 25% de los ciudadanos lo cree.  Y el repudio de la prensa, los comentaristas y hasta los mismos republicanos “moderados” se han dado cuenta que esta vez nadie le cree que la culpa la tiene “el negrito” que como todos saben si no la hace a la entrada, la hace a la salida.

Pero como el racismo es el motor de esta contienda, aunque nadie se llame a engaño, la motivación es el ingreso de las aseguradoras, los republicanos han encontrado en Ted Cruz, el perfecto chivo expiatorio.  El senador de Texas, de ascendencia cubana y nacido en Calgary, Canadá, es miembro del Tea Party y fue uno de los principales propulsores del cierre del gobierno federal para forzar a Obama a rescindir su plan de salud, algo que no han logrado los republicanos en cuarenta (40) ocasiones.

Pero, ¿qué distingue a Ted Cruz de otros republicanos afiliados o simpatizantes del Tea Party?  Es blanco.  Trabajó en varias posiciones de alta relevancia en la Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia durante la administración de George W.  Es el primer senador hispano del estado de Texas.  Proviene de una prestigiosa firma legal de Filadelfia que cuenta con 1,400 abogados en 25 oficinas en todo el mundo y litigó ante el Tribunal Supremo.  Ha seguido las directrices del Partido Republicano al pie de la letra.  ¿Qué lo hace tan distinto?

Ted es hispano.  A pesar del coqueteo de su partido con esta ascendente minoría de los EEUU, su profunda desconfianza, encono y temor al creciente poder político de los hispanos, sobre todo en el sur de los EEUU, redunda en agrio discrimen cuando llega el momento de asignar culpas.

Mitch McConnell, John Boehner, John Cornyn y Jon Johnson, ultra-derechistas que han expresado abiertamente que su mayor logro durante este cuatrienio sería derrotar Obamacare, han concluido que Ted Cruz es el causante de la catástrofe mediática que está sufriendo su partido.  Grover Norquist, quien secuestró a prácticamente todo el partido haciéndoles firmar un documento en contra de cualquier incremento en las contribuciones, ha dicho que Ted Cruz “tiró a los republicanos de la Cámara bajo las llantas y se desentendió” (pushed House Republicans into traffic and wandered away).

Ted Cruz se convirtió en el portavoz del Tea Party en el Congreso y llevó el discurso a sus máximas consecuencias… igual que Michelle Bachman, Rand Paul y Mike Lee.  Pero ahora, él es el culpable de la debacle.

Abran el ojo, hispanos que ven en el Partido Republicano una oportunidad de ascenso político porque el Partido Demócrata ya está saturado.  Cuando la puerca entorche el rabo, su cara y su apellido resaltarán como fétido carbúnculo en la mejilla perfecta de la candidata a Miss Universo.  Y la soga partirá, como siempre, por lo más fino.