Benny Massó y el negro que hay en nosotros

Crítica literaria
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Benito Massó, Jr., es un amigo reciente. Si lo hubiera visto en la calle, siempre lo hubiese saludado, sin conocerle. Es un hombre negro, afrodescendiente, cuya evidente configuración negra me crea un vínculo de comunicación, y sin lugar a dudas afectivo. Desde hace muchos años había descubierto que la negritud me vinculaba. Será porque mi padre era un hombre evidentemente negro. Será porque soy evidentemente mulato. Será porque mis experiencias por el mundo siempre me dijeron y me llevaron por lugares donde los similares nos hemos encontrado.

No podré olvidarme de una anécdota de esas que marcan la vida, cuando me encontraba en la estación de tren de Liubliana, la antigua Yugoslavia, para el 1988, con apenas 25 años. Allí en la sala de espera, de madrugada, sin calefacción y bajo un frío imposible de vivir, me di cuenta de que todos los presentes eran de complexión balcánica. Entonces todos me miraban, mientras la policía del entonces presidente Josip Broz Tito irrumpía en la sala y golpeaba a los obreros y campesinos allí presentes pidiéndoles sus carnets de identidad. A mí no me tocaron, pues evidentemente no era local. Evidentemente. Hasta que entrada la madrugada profunda, a eso de las 4:00 a.m., luego de los golpes, los gritos y el frío, entró a la sala un hombre evidentemente africano.

Ante su llegada, toda la sala comenzó a gritar y a dirigirlo hacia mí. Le señalaban que allí, tirado en una esquina de la sala, sentado en el piso, yacía un “igual”. El hombre evidentemente africano llegó a mí. Al vernos, nos saludamos en inglés, y sin conocernos nos dimos un abrazo fraternal. Le expliqué que era de Puerto Rico, él me explicó que era de Sierra Leona y vivía en Yugoslavia. Me dijo que había mucha represión, pero como evidentemente era negro, no me pasaría nada. Era negro. Era extranjero. No era local.

Traigo esta anécdota pues en ese mismo año de mi vida, el hermano Benny Massó inició un proceso de vida que lo habría de transformar. En ese momento, a sus 48 años, Benito comprendió y asumió que él era evidentemente negro. Evidentemente afrodescendiente. A partir de ahí, comenzó una nueva vida para él, la cual ha sabido disfrutar y es el motivo de su segundo libro: Negro: este color me queda bonito (San Juan, Divinas Letras, 2013).

Aunque llevo unos meses con el libro, desde la presentación del mismo en la librería La Mágica en Río Piedras, el pasado mes de noviembre de 2013, no fue hasta ahora que decidí terminarlo. Tal vez por mis prejuicios, tal vez por mí desconfianza en la vida. Pero más que nada, porque deseaba conocer a Benny Massó, hacerme su amigo, para comprender como a un hombre de sus talentos y envergadura, le tardó 48 años en comprenderse como negro. Creo que estoy en el curso correcto, y hoy me siento en la libertad, como ser humano, como hombre que se asume negro, en hablar de este libro.

Negro: este color que me queda bonito, tiene que ver con la vida y obra de Benito Massó, un joven afrodescendiente de la ciudad sureña de Ponce, Puerto Rico, quien vivió bajo el hogar de unos padres venidos de otras ciudades del sur, en particular Guayama, los cuales se movieron en la escalera social de Puerto Rico de la década de 1950, y se hicieron en clase media asalariada. Como tal, entonces, mejoraron la clase dentro de la raza, y se mudaron a un vecindario de blancos. Desde allí Benny comenzó a entender que su color no era igual, no obstante y en una condición de vida muy común en las comunidades post esclavistas, se asumió el orden cultural del hombre y la mujer blanca.

Es a partir de ese entendido ponceño, que Benny elabora en su obra, como se asumió negro desde una mirada de racismo internalizado. Es decir, de asumir el comportamiento “bueno” que de un hombre negro se esperaría por parte del mundo hegemónico blanco. Es algo terrible, pero el racismo internalizado es una condición, psicológica, que muchos de los hombres y mujeres afro-descendientes asumieron en las generaciones post-sistema esclavista. Es decir, el orden establecido goza de un contenido correcto, que es blanco hegemónico, al cual uno como negro se debe asumir, sin cuestionarlo. Cuestionarlo, entonces provocaría asumir que el negro “siempre se porta mal”. En otras palabras, que los buenos son los blancos, los negros son los malos, y así es todo. La vida es normal si uno no lo cuestiona.

Pero ya lo dije, en el 1988, Benny Massó, luego de dos matrimonios complicados, y en vías de comenzar un tercer matrimonio, el cual le ha durado hasta el presente con la artista plástica Debbie Dunger-Miranda, y habiendo tenido cuatro hijas, logró iniciar en dicho importante año su proceso de liberación personal. De esto trata el libro que cuenta su biografía y memorias de vida. En un trabajo muchas veces anecdótico e ingenuo, narrado en 17 capítulos y un epílogo, Benny Massó, un exitoso consultor en el mundo de la psicología industrial y desarrollo organizacional, nos provoca a algo que me pareció lo más valioso del libro. Y que conste, que el libro en sus propios méritos constituye una valiosa aportación para los trabajos de reflexión y biografías de todos los boricuas que se asumen como negros, afro-descendientes, pero que pocas veces logran exteriorizar que constituye dicho acto.Este libro, aclarado lo anterior, guarda una importante reflexión: nos invita a todos y todas a pensar, no importa cuando comenzamos la reflexión, de cómo es esa experiencia de ser el otro, en este caso afro-.descendiente o negro, en la vida. Para mi esta es la gran aportación del libro. Es realmente una provocación. Y ni Benny Massó está bien, ni está mal. Tan solo es un ser humano que vive y desea vivir con alegría, pasión y sobre todo sintiéndose diariamente digno. Es esa la apuesta que todo ser humano, y en particular la gente que se asume negra o afro-descendiente, debe asumir y por lo cual deben ser respetados. Uno es, ni bueno ni malo. Tan solo es. Y ser negro no es la excepción.

Ante esta provocación, Benny Masó nos provoca a algo más. Nos provoca a asumir de forma activa dicho proceso de descolonización del discurso dominante y hegemónico blanco. Desde esta mirada, no solo hay que destruir el racismo internalizado, sino que hay que tener respuestas que nos permitan transitar más allá de este síndrome.

En el caso de Benny Massó, este nos invitó el día de su presentación en noviembre de 2013, a continuar el diálogo más allá de su libro, pero también a partir de su libro. Ese diálogo lo asumimos, y hoy nos constituimos en un movimiento social que va tomando fuerza llamado 33 hombres negros por Oscar (33HNO). Primero el 33 no es cualquier número. Es el número de la llamada “vibración maestra”; es la edad de Jesucristo; es el máximo nivel del sacerdote masón; es el número de los mineros en la fosa de Chile; son los 33 cantos de Dante en cada sección de la Divina Comedia.Hoy a partir de la inspiración que nos ofreció Benny Massó en su libro, el número 33 cobra un valor para los hombres negros de Puerto Rico. Es el valor de la solidaridad, de la humanidad, de la hermandad. Pero más que nada, es el valor de la lucha por continuar liberándonos de toda forma de colonialismo racista y racial, que nos gobierne y que someta al hombre y la mujer negra, a condiciones de subordinación ante la cultura hegemónicamente blanca.

La obra de Benny Massó hay que leerla y conocerla. Es un importante punto de partida para superar el dolor y la opresión. Es un momento de libertad que lo inspiró a él, y hoy a 33 hombres negros, para continuar luchando por la igualdad, la dignidad y entre otras cosas, la excarcelación de otro hombre negro: Oscar López Rivera.