Un Paseo de Diego abandonado alberga la esperanza de resurgir

Economia Solidaria


Temprano en la mañana, los comerciantes del antiestético Paseo de Diego en Río Piedras, abren sus puertas y surten su mercancía, mientras la atribulada melodía Con te partirò de Andrea Bocelli junto a Sarah Brightman, suena en el altoparlante de una ferretería. La inusual y pintoresca escena se combina con una amalgama de olores, que van del café colao a las frituras y al orín, con un calor asfixiante distintivo del trópico. ¿Cómo puede comenzar el día un vendedor, en medio de una economía chatarra, con una canción que, en italiano dice: “contigo me iré”? Ante esta discordancia, entre edificios sucios y descuidados, estos detallistas buscan ganarse el pan aferrándose al optimismo.

Waldo Méndez López, dueño de la Ferretería López, es uno de esos esperanzados comerciantes, que a pesar de la decaída comercial en Río Piedras, no se da por vencido. Méndez López, tímido para las entrevistas, reconoce que trabajar seis días a la semana, de ocho de la mañana a cinco de la tarde, es extenuante, pero como bien dice “no soy abogado, ni médico”, y tiene que seguir. Su negocio opera desde hace 25 años en la entrada del paseo, al lado de la avenida Juan Ponce de León.

Con una plantilla laboral limitada, que incluye a un empleado de 81 años, se respira disposición y jovialidad. Ese empleado es don Pedro Luis Torres, un hombre que, a su edad, luciendo una guayabera y una boina, la artritis crónica que padece desde sus 36 años no lo detiene. Don Luis, como le apodan, enviudó hace poco y  recorre la tienda con cada cliente que entra a los estrechos pasillos con fragancia a detergente. Así, muy atento, “vende como pan caliente”, según decía una cliente.

Más adelante, a pocos pasos de la ferretería, se encuentra Evangelina Tejera, una simpática quisqueyana de unos cincuenta años, que día a día confecciona lasañas, arroz con habichuelas, pernil y otras delicias para vender en su cafetería Adam y Eva (aunque lo pronuncia en español). Tejera, lleva 20 años como propietaria del negocio. Es una optimista de buena lid, ya que como Méndez López, dice que “antes había mucho dinero en la calle”, pero “va a mejorar”, resalta con firmeza y una sonrisa esperanzadora en su rostro.

Frente a su negocio, Maggie Ortiz, otra miembro de la diáspora dominicana en Puerto Rico, barría y recogía la basura que parece emanar del mismo suelo en el paseo. Ortiz, muy tímida para dialogar, lleva 17 años trabajando como conserje municipal, y también acepta que las cosas se han puesto difíciles desde hace unos años, pero que la esperanza es lo último que se pierde de cara a esta frágil economía.

Todos ellos responsabilizan al gobierno, la policía y a las grandes cadenas multinacionales por la crisis fiscal y la devaluación del comercio insular. Con mucha convicción exigen que se les eliminen todas las trabas de permisos, y les otorguen subsidios, mayor seguridad y comprensión por parte del gobierno y la Policía Municipal, a quienes describen como unos recalcitrantes autoritarios que obstaculizan y espantan a la clientela con multas e intimidaciones. Estas políticas han ido eliminando visitantes, y por tanto, comercios, que hoy son locales vacíos y afeados.

El paseo parece ser la realidad a la que muchos puertorriqueños están ajenos. Tiene un aspecto de pobreza, pero está lleno de gente rica en ánimo y perseverancia, aunque el paseo parezca decirles que, como Bocelli y Brightman, “con ellos se irá”.


Foto: Wikipedia