El carisma social de Cheo

Creativo

Hay personas que poseen en vida el poder de hacer amar un pueblo. Personas cuyo carisma cala en tantos que contraría la indiferencia. Cheo Feliciano es uno de esos cuantos.

Abundarán testimonios de aquellos quienes lo acompañaron y vivieron sus sentimientos, empatías, llantos y jaleos. Aquellos quienes recrearon y compartieron junto a él la “edad de oro” de nuestra música caribeña. O aquellos a quienes hizo vibrar y recordar con su estirpe sonera.

Cheo ejerció un imponente carisma en la sensibilidad humana. Revestido en son, bolero, salsa, boogaloo, pachanga o guaguancó, su aura viajó hasta hallarse en la intimidad de todo un continente.

Supo transmitir la humildad que codeó desde su prima infancia, para que cada quien la hurgara e hiciese suya. De ahí que la magia de Cheo no se limita a su ser musical. Pero al artista que logró adentrarse en los universos de un pueblo, que se reconoce y baila su canto.

Sus líricas no tienen fronteras. With a little help from [his] friend (1973), su cómplice Tite Curet, se hizo eco de las múltiples caras del cotidiano. Ahí está la magia de Cheo. En hacerse cantor de lo invisible. De esos vaivenes propios a la vida, amores y desamores o aquellos que nunca fueron, Cheo puso salsa para seguir haciendo camino.

El hombre del “sentimiento, tú”, se distinguió por entonar la palabra a aquellos quienes tanto se comercializa en su nombre. Recapitalizar la humillación privada de los obreros Juan Albañil (¿su padre?), en instrumento de consciencia sobre sus derechos. Y en reconocer el valor social del trabajo honesto, por más menospreciado que sea a los ojos de la apariencia y la explotación. Como las historias de ese periodiquero, "vendedor de esperanza, él te vende con sabor,
y soñando pasa el día como yo, pero con un futuro mejor (…) Y aunque llueva hoy y mañana yo,
yo tengo que resolver, yo te lo digo así"  (Periódico de siempre).

Cheo hizo realidad lo improbable, cantando la solidaridad latente que une diariamente a los sometidos de la rampante crisis económica. Con su tono que saca a bailar a cualquiera, nos mostró que la utopía se hace realidad donde menos se piensa. Dio vida a esas poblaciones marginadas que encuentran paradójicamente en su precaria condición, la cohesión de reinvertir su situación. En ese colchón social colmado por esa entreayuda que inspira el imperativo de supervivencia; en ese parque, en ese domingo barrial, en ese café colectivo, en ese teje que teje de la comunidad de experiencias a la experiencia de la comunidad, se construyen las fuerzas de las relaciones sociales que merman las embestidas de la vida y echan adelante un pueblo. Con su afilado montuno, y soltando sus caballos, ahí estuvieron omnipresentes la inspiración y musicalidad de Cheo.

Cuando conocí a Giselle, no tardé en contarle que uno de mis deseos al pisar Borinquen era ir a darle un abrazo a Cheo. Le debo esa y muchas más, por entregar tanto pulmón y son a la ilusión. Por hacernos sentir que, por más crítica que sea la realidad, hay salsa para rato y tenemos derechos a vivirla con dignidad… y sabor.

¡Gracias, Familia!

A continuación tres canciones con videos de Cheo Feliciano:

Bang Bang, A las seis

Mi triste problema

Lamentación Campesina