A Priscilla y Gabriela
Hice todo lo que pude en la vida, viviéndomela debajo de la mesa, soñándomela entre cielos añejos, espesos, construidos por arquitectos embriagados de milenios. Pude amar tantas veces a una misma mujer multiplicada por 30, de todos colores; estructuras de sombra. Amé a mi madre mil veces cada minuto, ahora la amo 1 minuto mil veces cada silencio. Amé lo que no existe, como adoré los besos que me dio la oscuridad cuando ella desvestía mi piel y me arropaba con las saudades del niño que jugaba dentro de mí y recolectaba flores para regalárselas a los peluches que vendía el abismo que crecía por segundo entre la materia fichada del futuro.