SOLA
me alejaré del tiempo y la memoria
me llevaré todas las heridas de mi espalda
rechazaré el hastío del regreso cobarde
y el hábito de limitar mis pasos.
Se poblará mi alma de trincheras
exploraré la sombra del temor
y del futuro incierto
y habitaré mi corazón
con el comienzo de todo lo que acaba.
Sola
no viviré ya anclada en un recuerdo
que hice de sueño y era solo de sombra.
Borraré las palabras resentidas
abundaré en presagios centinelas
y nutriré mi soledad
con la búsqueda que parte de la orilla
y con las aventuras que parten de los sueños.
Sola
he de levar mi ancla aunque al sacarla
me quede en la arena lastimada.
Ya está izada mi vela
y comenzado el rumbo.

¿Qué sería del mundo

sin los poderosos,

seductores movedores de masas,

solidarios de sí mismos

y de sus creencias,

qué sería del mundo

sin los fanáticos,

seguidores de los seductores

y movedores de masas?

TwitterFacebookHola, ni People

tendrían razón de ser.

Ah, pero

¿qué sería del mundo

sin los que engañan

y los que se dejan engañar,

sin los que prometen las palabras

que no tienen;

qué sería del mundo

sin los que los validan,

y los perdonan y les sostienen

sus abusos?

Sicólogos, oligarcas, avaros,

ni ciegos tendrían empleo.

¿Qué sería del mundo

sin ese amor enfermizo

por las fórmulas, las cajas,

los fusiles, los armarios

tras los que se escudan todos ellos?

Abogados, ideólogos, militantes,

ni criminales de guerra

tendrían un lugar preeminente.

 

¿Cómo sería el mundo, sin ellos?

Una respuesta hurga, atrevida,

Desesperada; y algo ingenua,

murmura un significante de rebeldía:

el verso inconexo

es un todavía.

 

Sin todos ellos

quedaría por lamentar

el crimen de las psiquis traumatizadas,

los herederos de males congénitos,

las catástrofes naturales,

las rutinarias limpiezas

pandémicas de la tierra,

las desavenencias astrales,

y el llanto de los que viven

ante los muertos.

 

La bondadosa hoguera existe;

luego recibirá sus leños.

 

Y de los sueños buenos

de los hombres nuevos

renacerá Lebab, hija de Rolav,

nieta de Odeím,

biznieta de Orujnoc,

de la casa de Nomiad.

 

Nulo y desafiante tu constante
repetir la misma cosa
como si nunca recordaras lo aprendido
mariposa de papel en la metrópolis cielo.

Tu hilo mente, mamá,
revolotea.

Será que  me dejarás errante
limitada en el chasis
soñoliento del mustang verde
y de aquellas luchas
por ser la señora del hombre
que te humillaba y perdonaste.

Voz de mangó dulce y buena,
ya tu cintura desaparece, cede al peso barillento
de un casi adiós de frontera.

Múltiple de amor en sus abrazos
como el hilo del carrete, mamá, se aleja.

(Como si un duende te escondiera la mirada
y un chacal te infundiera el miedo en las pestañas,
se arremolina tu cuerpito de susto en tu pupila.
– Miedo, tengo miedo, así me dices.
-Y yo respondo: Estoy contigo y nada malo pasa.
-¿Y tu nombre cuál es?, me preguntas.
Y me duele tu olvido.)

Será que te me irás y para no dolerme
te me borras como las nubes
de mi niñez, de mi consuelo,
……………………………………………………………..
como las líneas del carril bajo la nieve fría.

Ahora que eres menos tú andando en la ciudad
de calles temerosas, sin iluminación…
y de ruidos exaltada por la voz que siempre
te da malas noticias del hijo que no ves,
de los malos vecinos metiches que bregan
con lo malo,
del centro de conversaciones interceptadas
allá arriba…

Y cómo dejar a fuera a tu amigo invisible del FBI,
de los que son buenos,
de los que matan por seguridad.

Y cómo dejar sin contar lo de las flores
que hablan contigo
y los pájaros que cantan cuando mueves tus manitas,
así como un director de una orquesta limitada
a un auditorio sinfónico solo tuyo.

Será que para no dolerme en mí, tú misma
eres otra estratosférica ajena,
tu cordón roto, sin nombre, sin palabras precisas,
sin hijos, sin domicilio en la tierra,
sin llanto, sin lamento, con la sonrisa partida
y el  hilo caído indeleblemente en mí
como el genoma que me regalaste
sin saberlo al concebirme,
mamá-cometa.

Sencillo. Pobre de quienes piensen que la vida solo es placer. Placer corporal. Placer de mandar. Placer de manipular a otros. De ir y venir a su antojo sin dar nunca la mano al amigo, al hermano.

La vida es una rueda y en algunos momentos estaremos abajo y en otros arriba hasta que la goma explote. Sí, porque nada dura para siempre, ni tan siquiera el aire que la llena.

Mucho se ha escrito sobre el oficio de la poesía. Tanto que podría rayar en decir lo que algunos ya habrán dicho, pero eso no importa porque yo no pretendo escribirlo como se hace un poema: originalmente, si no en palabras llanas repetidas. Hay en estos momentos un afán de ser poeta para ser popular y ser admirados, que asusta. La afirmación más errada de este tipo de escritor es decir que no leen a otros para no contagiarse. Yo solo me pregunto, ¿puede un atleta ser buen atleta si no practica diariamente, o un músico tocar su instrumento sin haberlo afinado y sin haber practicado para dominar su melodía? Tal vez lo logre ocasionalmente, pero no todas las veces.

Para ser un poeta de oficio he aprendido que hay que:

  1. Leer los clásicos literarios. La historia es importante porque nos muestra el estilo de otros poetas, su técnica.
  2. Leer de otras materias: historia, ciencias, economía, tecnología, arte, etc. Una cabeza llena de ideas está llena de posibilidades creativas.
  3. Leer a los poetas laureados de la actualidad: nacionales e internacionales. Conocer estilos y tendencias de quienes podrían ser tus pares.
  4. Saber amar tu oficio por el oficio mismo, por amor al arte, pues no importa lo popular que seas, el tiempo solo conserva lo mejor de cada periodo.
  5. Medirse en certámenes reconocidos, de vez en cuando, para saber cuánto vamos creciendo.
  6. Retrasar el libro hasta estar seguros de su calidad. Trabajar los textos y luego trabajarlos más y más.
  7. Escuchar con cuidado las críticas y a los aduladores. Agradecer los comentarios y preguntarse quién es el que los hace.
  8. Conocer y dominar la ortografía del idioma. No publiques con errores, pues con errores te recordarán.
  9. Tener un mentor. Un poeta de oficio que te guíe y te dé taller hasta estar listo.
  10. Participar de las lecturas poéticas y también observar.
  11. Encontrar la voz propia y evolucionar apropiándonos de la poesía.

El oficio de la poesía se trata de un reto constante y vital, de un estilo de vida; no de un mero capricho. El poeta nace en cuanto comienza a ejercitarse para pulir sus versos y lo logra.

 Si soy ciega

 

no puedo entender lo que son las cosas grandes

ni las cosas pequeñas

nunca he podido ver

 

mis límites son descubrir las fronteras de los escalones

para no caerme

mi infinitud la descubro con mis manos

 

para no tocar el fuego en la estufa

para no quemar mi falda

 

soy ciega

 

y nadie me ha podido explicar

cómo se siente

lo azul

 

he conocido lo blanco

cuando un anciano puso sobre mis dos manos juntas

 

un poquito de algodón de árbol

cuando un niño metió en mi boca

hielo y nieve

y fue un invierno largo sobre los países del norte

 

dices que es la sensación de lo infinito

y eso me parece perderme en una calle

 

sin bastón

en el vasto vacío de los ruidos de autos

nueva york o tokio

 

 yo quiero conocer el color de unos ojos celestes

 

dicen que el cielo es azul como los besos

que el agua de mar es azul cuando se besa

oscuramente con el cielo

 

tengo una angustia de mar en mi estómago

una flor existe tallada en la piedra de mi mano

la almendra me da sabor y forma en la boca

 

el hombre que amo

me permite tocarlo con una nueva y húmeda luz

y sé que esa es la verdad que no dicen las palabras

 

tú que pintas y revelas paisajes y rostros

sabrás acaso qué es el azul

aparecerá en tus sueños alguna noche

 

ten piedad de mí

que he nacido ciega

mas para la revistan Alta Sol

¿Qué sería del mundo

sin los poderosos,

seductores movedores de masas,

solidarios de sí mismos

y de sus creencias,

qué sería del mundo

sin los fanáticos,

seguidores de los seductores

y movedores de masas?

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tendrían razón de ser.

Ah, pero

¿qué sería del mundo

sin los que engañan

y los que se dejan engañar,

sin los que prometen las palabras

que no tienen;

qué sería del mundo

sin los que los validan,

y los perdonan y les sostienen

sus abusos?

Sicólogos, oligarcas, avaros,

ni ciegos tendrían empleo.

¿Qué sería del mundo

sin ese amor enfermizo

por las fórmulas, las cajas,

los fusiles, los armarios

tras los que se escudan todos ellos?

Abogados, ideólogos, militantes,

ni criminales de guerra

tendrían un lugar preeminente.

 

¿Cómo sería el mundo, sin ellos?

Una respuesta hurga, atrevida,

Desesperada; y algo ingenua,

murmura un significante de rebeldía:

el verso inconexo

es un todavía.

 

Sin todos ellos

quedaría por lamentar

el crimen de las psiquis traumatizadas,

los herederos de males congénitos,

las catástrofes naturales,

las rutinarias limpiezas

pandémicas de la tierra,

las desavenencias astrales,

y el llanto de los que viven

ante los muertos.

 

La bondadosa hoguera existe;

luego recibirá sus leños.

 

Y de los sueños buenos

de los hombres nuevos

renacerá Lebab, hija de Rolav,

nieta de Odeím,

biznieta de Orujnoc,

de la casa de Nomiad.

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