El canalla pescador de percebes y pecados.
Insalubre escribidor de poesía y soledades.
Estoy dado al complot de los vencidos.
El canalla pescador de percebes y pecados.
Insalubre escribidor de poesía y soledades.
Estoy dado al complot de los vencidos.
El escritor debe protegerse de las trampas del ego y de sus mismos prejuicios. Aveces a algunos les da trabajo reconocer la labor ajena a su propia producción y esto podría pasarles, sobre todo a los que no leen a sus coetáneos, o a los que, ya montados en su ecuación de palabras, entran a la famosa torre y desde allí ven todo lo demás tamaño hormiga.
La literatura es un acto de valor, respetable en su forma primitiva desde el buen uso del lenguaje hasta el logro de llevar en su mensaje la imagen esencial del poeta. Esto requiere de humildad, amplitud de visión de vida y entendimiento de que es mejor escribir para sentirnos felices que escribir para llegar a la iusión de ser famoso. Dentro de ese espectro del buen uso del lenguaje al mensaje llevado podría pensarse que se trata de una fórmula simplista, pero no es así; es que, en el trayecto, cada escritor evoluciona, se enriquece, se transforma, cambia de temas y se actualiza como el cosmos mismo.
Quiero que me alborotes
que al borde de tus sueños me desborde,
que las ansias de ti me transforme en un río
y te arrastre para que desemboques,
creciendo caudaloso por mi cuerpo de agua
y nos cubra el presagio del puente en el abismo.
y me rasco el temperamento de la muerte.
La política y las pruebas moleculares
me hacen cincelar, romper la cortina de tu mirada.
Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalida en la calle
no pediría pan
sino estiraría mi mano con la hija en brazos
derramaría una copita de ron en la acera (pa’ la suerte)
y pediría un mendrugo del otro pan q ue me daría más hambre
Pan para la piedad
virgencita de la Macarena
Pan para la paz
por la boca del mundo y de mi ojo.
Me sirvo un trago de raíz de piedra y brindo por ti
y los argumentos de la filosofía del café con borra.
Ahí es que está la luz y tus desechos.
¡ Suéltame los perros albacea de cristal !
Sonaron seis campanadas del reloj, eran las mismas que sonaban diariamente, solo la luna o el sol indicaban si era la hora de despertar o la hora de dormir.
Emilia, abrió los ojos, observaba el mismo techo por los últimos cincuenta años, las mismas campanadas, la misma cama, el mismo cuarto, lo único diferente era el aroma a vacío de la mañana, la falta del beso de José María, que extrañaba al despertar. Apenas recuerda sus labios rancios al despertar, veinte años tratando que no se le fuera el último beso que se dieron.
El cuerno feroz, de los designios de las flores, dice:
que hay que ajustar cuentas con la lámpara del poder;
con la maquinaria de los partidos.
Dije partidos, como el que menciona herejía, brujas y pétalos de azufre.
Te busco en la urna de los sépalos de tus labios;
en el cohitre turbio del facebook y su galaxia.
¿Por dónde vas, compañera del alcatraz del tiempo?