El pasado domingo 13 de agosto tras 40 años del fin de la Dictadura Militar, con la participación del 68.3% de los electores registrados para votar, se efectuaron elecciones primarias en Argentina, denominadas “Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias” (PASO). En estas, los candidatos a todos los puestos electivos en las elecciones a llevarse a cabo el domingo 22 de octubre de 2023, compitieron para impulsar sus candidaturas en esa primera vuelta electoral.

Leer más...

Dividido en tres partes (“Ritmo”, “Melodía”, “Armonía”) y con 38 poemas, Notas poéticas (2018), de Perla Iris Rivera, es un libro arquitectónico. A cada parte le precede y le sigue una partitura para piano (“Danse macabre”, de Camille Saint-Säes; “Nessun dorma”, de la ópera Turandot, de Giacomo Puccini; “Serenade”, de Franz Schubert; “Claro de luna”, de Ludwig van Beethoven; “Nocturno 2“, de Frédéric Chopin; “Bolero”, de Maurice Ravel; “Für Elise”, de Beethoven) marcando el contrapunto entre armonía y palabra.

Leer más...

La Independencia hispanoamericana fue una revolución en el pleno significado de la palabra, tanto como la francesa de 1789 o la norteamericana de 1776 o la Rusa de 1917. Todas las revoluciones clásicas, esto ha sido señalado por muchos, parecen desarrollarse en un ciclo que va trasladando el poder a través de las diversas clases sociales y sus fracciones, desde las más moderadas hasta las más radicales, para luego volver a asentarse sobre las moderadas, pero expresando una nueva realidad social y política surgida de entre el polvo y los escombros de años de luchas.  

La Revolución Hispanoamericana por la Independencia no fue la excepción a esta regla. Como todas las revoluciones, ésta empezó como quien no quiere la cosa, con modestos y moderados objetivos, digamos que reformistas, pero sin darse cuenta, se fue complicando, profundizando, se conformaron sus partidos, se confrontaron, parió nuevos hijos y se los tragó (como diría Dantón). Al final, luego de 20 años de guerras civiles, sus resultados no fueron exactamente los previstos por ninguno de sus actores principales.  
Nuestra independencia, al igual que el modelo clásico de la revolución Francesa, tuvo sus partidos: los realistas (virreyes y oidores, como Abascal, Liniers o Amar, con sus generales terribles como Sámano y Morillo); los girondinos o moderados (Rivadavia en el Sur, Camilo Torres en Nueva Granada y  Miranda en Venezuela); sus jacobinos (como el propio Bolívar, Mariano Moreno, Castelli, San Martín, Nariño); y su partido más radical y plebeyo, a la manera de los Sans-Culottes  (representado por Carbonell en Bogotá, Beruti y French en Buenos Aires, Artigas en Uruguay, José Leonardo Chirino o Piar en Venezuela). 

A su vez, cada partido expresaba los intereses de una clase o fracción de ella: los comerciantes importadores, los exportadores, los productores del mercado interior, las capas medias de profesionales (generalmente abogados), los pequeños campesinos, los jornaleros, los artesanos, etc. El modelo de estado que propugnaban también variaba, de acuerdo a los intereses de clase: monárquicos, monárquicos constitucionales, republicanos (unos a favor del sufragio restringido, otros proponiendo el sufragio universal, masculino, claro), centralistas y federalistas. 
En realidad, nunca se procedió siguiendo un proyecto predeterminado, como algunos han llegado a creer. Por el contrario, los propios estados nacionales surgidos de la independencia, tanto en cuanto a sus fronteras, como en su organización económica y política, no quedaron claramente trazados hasta después de la segunda mitad del siglo XIX, luego que triunfaran los esquemas que ahora conocemos, tras décadas de guerras civiles. Lo cual demuestra que la historia social es un libro abierto, no escrito en ninguna parte, resultado de múltiples factores que nadie puede controlar. 

Pero la Independencia, aunque siguió el modelo clásico de la Revolución francesa y estuviera inspirada en buena medida en la Ilustración gala y en el liberalismo inglés, no fue un calco de aquella y aquí los partidos y las ideas tuvieron sus propios significados, atendiendo a su específica realidad social y cultural. Los conceptos y los simbolismos no siempre tenían los mismos contenidos. Quien haga una lectura superficial de los hechos corre el riesgo de equivocarse completamente. 

Basten dos ejemplos: el papel de un sector de la Iglesia, el “bajo clero”, contrario al jugado en la Francia de fines del XVIII, acá tuvo caracteres revolucionarios. Si no, ¿cómo explicarnos la acción revolucionaria de las masas indígenas movilizadas por el cura Hidalgo tras la imagen de la Virgen de Guadalupe? En el sentido contrario, ideólogos ilustrados de la élite criolla, como Camilo Torres, que apelaban al ideario modernizador para justificar su igualdad de derechos con los españoles, tenían pavor de que el sentimiento igualitarista calara en la masa de indios, negros y mestizos.   

Al igual que en la Independencia norteamericana y la francesa, el factor de la política internacional debe ser tomado en cuenta en el análisis, ya que éste jugó una veces a favor y otras en contra del proceso general, pero en todo momento fue una influencia decisiva sobre los acontecimientos. 

El telón de fondo, lucha entre Francia e Inglaterra: 
El factor internacional condicionó todo el proceso y en gran medida fue la chispa que prendió la mecha. Por supuesto, la perspectiva histórica requiere usar una razón dialéctica para la cabal comprensión de los sucesos. Dialéctica, porque es evidente que hay un factor interno de crisis económica, social y política incubándose en el imperio español a lo largo del siglo XVIII, que lo debilita tremendamente. Crisis interna que explica la facilidad con que la disputa por la influencia mundial y europea, entre Francia e Inglaterra, convierten en monigote a la monarquía borbónica, precipitando su colapso. 

Los Borbones españoles siguieron actuando como peones de Francia incluso después que guillotinaron a Luis XVI. Y como aliado de ésta, entra en guerra con Inglaterra, que hace evidente su predominio naval destruyendo la armada española en la batalla de Trafalgar en 1805. Lo cual derivó en consecuencias concretas para sus colonias americanas.  

Además de no poder controlar el contrabando de mercancías, en 1806, Inglaterra avanza su política expansionista invadiendo el Río de la Plata, y la monarquía española se encuentra en tal estado catatónico que se ve imposibilitada de hacer nada al respecto. Es el pueblo bonaerense el que, ante la propia ineptitud del virrey Sobremonte, espontáneamente se organiza para rechazar la invasión inglesa, con Liniers al mando de un ejército local. A partir de allí, la pérdida de control sobre Buenos Aires sólo podía ir en aumento. 

Al año siguiente, 1807, Napoleón Bonaparte decide invadir Portugal para someterlo a su política de cerco contra Inglaterra. El emperador francés realiza esta primera invasión a la península Ibérica a través de España, ante la total pasividad e incapacidad de sus ejércitos. Los efectos de esta primera invasión son decisivos:  
Primero, implica el traslado masivo de la corte de los Braganza, de Lisboa a Brasil, convirtiendo a éste último país puntal decisivo de su influencia en América; segundo, la invasión napoleónica a Portugal demuestra la necesidad para Francia de controlar también a España y demuestra que este plan es viable, de modo que prepara la segunda invasión al año siguiente; tercero, una vez en Brasil, y ante la crisis de la monarquía española, se despiertan las ambiciones de la mujer del rey portugués, Carlota Joaquina de Borbón, sobre las posesiones americanas del imperio, formándose partidarios de este proyecto en Sudamérica, como el propio Manuel Belgrano en Buenos Aires. 

Entre 1808 y 1810, la monarquía lusitano brasileña impulsó el proyecto de un reino hispanoamericano regido por Carlota como legítima heredera de los Borbones. Sin embargo, según el historiador Félix Luna, Inglaterra jugó con el proyecto pero no permitió que cuajara, pues hacía equilibrio tratando de mantener en la formalidad de aliados a la Junta de Sevilla y al Consejo de Regencia posteriormente.  

La propia crisis entre Carlos IV y Fernando VII, que va desde un golpe de estado, del hijo contra el padre, hasta las Capitulaciones de Bayona y el apresamiento de ambos por Napoleón, constituye el síntoma más claro de la crisis española. En 1808, Napoleón invade España y nombra a su hermano José rey de este país, lo cual destapa el proceso que culminará con la Independencia hispanoamericana, con posterioridad a 1821-25. 

El pueblo español se insurrecciona contra José Bonaparte y resiste la ocupación francesa. Surgen guerrillas que se enfrentan al poderoso ejército galo. En ausencia de un poder político claro, surgen en todas las ciudades Juntas de Gobierno que luchan por la independencia española y el retorno de Fernando VII como legítimo monarca. En la ciudad de Sevilla se crea una Junta que centraliza la resistencia, controlada por elementos de la nobleza.  

En Hispanoamérica, como secuela de los sucesos españoles, se dan movimientos para integrar Juntas locales, pero los Virreyes y demás autoridades coloniales se oponen en principio a los intentos de integrar estas juntas y a dar participación en ellas a los elementos encumbrados del estamento criollo. Se amparan, para esta negativa, en la autoridad de la Junta de Sevilla, que pretende que ellos suplen la ausencia de Fernando VII  y que acá todo debe seguir igual, como si no hubiera pasado nada. 

La incapacidad de los sectores más liberales e ilustrados de la nobleza española para ponerse a tono con las circunstancias, la cual va a conducir a los brazos del independentismo hasta los sectores más moderados de los criollos, queda graficada en la figura de Jovellanos, cerebro de la Junta de Sevilla, que dice: “Haciendo…mi profesión de fe política, diré que, según el derecho público de España, la plenitud de la soberanía reside en el monarca… y, como ésta sea por su naturaleza indivisible, se sigue también que el soberano mismo no puede despojarse ni puede ser privado de ninguna parte de ella a favor de otro ni de la nación misma”. 

Peor aún, la Junta de Sevilla sólo reconoció iguales derechos a los americanos después que José Bonaparte promulgara su Constitución que en el título X equiparaba las de esos derechos de sus pretendidos nuevos súbditos hispanoamericanos. Según Liévano Aguirre, la junta sevillana no era sincera, ya que al reglamentar la representación en ella sólo otorga nueve puestos a los americanos contra treinta y dos españoles. 

Finalmente, los criollos ven la oportunidad de lograr su reconocimiento cuando, en enero de 1810, las tropas de Napoleón derrotan a la Junta de Sevilla y controlan toda la península Ibérica, quedando un pequeño grupo de nobles a merced de la protección inglesa en Cádiz, conformando lo que se llamó el Consejo de Regencia.
En este punto la crisis era de tal grado que, para darse un barniz de legitimidad, el Consejo invita a los criollos americanos a tomar su lugar como españoles en igualdad de derechos que los peninsulares. Pero en esto también actuaron presionados por Napoleón que, en diciembre de 1809, se manifestó dispuesto a reconocer la independencia de las colonias españolas. Y, aunque los virreyes y demás autoridades coloniales intentaron ocultar la nueva realidad, no pudieron evitarlo, abriéndose el proceso de establecer Juntas compuestas por criollos, en algunos lugares mezclados con las viejas autoridades. 

Irónicamente, el proceso que desata los nudos del imperio colonial español, se inicia con la proclama del 24 de febrero de 1810 del Consejo de Regencia que dice: “Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres; no sois ya los mismos de antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro, mientras más distantes estabais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar o escribir el nombre del que ha venir a representaros en el Congreso Nacional, vuestros destinos no dependen ya de los ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores: están en vuestras manos”. 

1810: ¿Independencia o sólo autonomía? 
Empecemos por despejar un equívoco: se dice que estamos conmemorando el Bicentenario de la Independencia, en base a los sucesos de 1810; sin embargo, en la mayoría de las Juntas que se impusieron en las ciudades y capitales virreinales de América, no se declaró tal independencia, por el contrario, asumieron el poder político en nombre de Fernando VII y a la espera de su retorno. 

Lo que tuvieron de revolucionario aquellos sucesos fue que las Juntas en muchos lugares se impusieron gracias a la movilización popular, que arrancó el poder de las autoridades virreinales. Pero el poder quedó en manos de quienes controlaban los Cabildos, es decir, la oligarquía criolla con ínfulas nobiliarias principal beneficiaria del modelo económico colonial, aunque desprovista, hasta ese momento, del poder político. 

Por supuesto, las alas más radicales de las sublevaciones populares, en muchos casos sí levantaban ya la propuesta de Independencia total de la metrópoli y el establecimiento de un gobierno republicano. Pero éste primer envión popular, no puso el poder político en manos de los partidos radicales, sino que lo arrancó a los virreyes y lo entregó a la élite criolla moderada.  
Los independentistas y republicanos consecuentes tomarían el poder posteriormente, luego de cruentas guerras civiles y nuevos alzamientos populares, por un breve tiempo, para luego ser derrotados entre 1814-20, con la restauración de Fernando VII, y volver a la ofensiva hasta vencer definitivamente a partir de 1820-25, y ver el péndulo político retornar a la derecha en manos del criollismo reaccionario, entre 1826-30, con el fracaso del proyecto bolivariano. Parodiando la Revolución Rusa, en América, 1810, representó el equivalente de la Revolución de Febrero, todavía faltaba para llegar a su Octubre. 

El historiador José Luis Romero, especialista en este tema, afirma: “No es fácil establecer cuál era el grado de decisión que poseían los diversos sectores de las colonias hispanoamericanas para adoptar una política independentista. Desde el estallido de la Revolución francesa aparecieron signos de que se empezó a pensar en ella… Pero era un sentimiento tenue…”. 
Por el contrario, hacia 1810, la actitud de los próceres criollos fue una reacción contra el posible influjo subversivo que podrían tener en la sociedad hispanoamericana las ideas revolucionarias francesas, a través de José Bonaparte. Parodiando esta actitud, el historiador Liévano Aguirre dice: “Fue la amenaza de la Francia revolucionaria la que aceleró la crisis, puso término a las indecisiones, y dos consignas célebres resumieron, en América, las tendencias de los distintos intereses en juego. Los funcionarios españoles dijeron: “Los franceses antes que la emancipación” y los criollos respondieron: “La emancipación antes que los franceses””. 

Basten dos ejemplos, uno citado por Romero y el otro por Liévano, sobre dos importantes figuras de este momento y cómo en realidad pensaban: Francisco de Miranda y Camilo Torres. 
Francisco de Miranda, que vivió muchos años en Europa, el precursor de la idea de la independencia, expresaba al sector mercantil hispanoamericano vinculado a los intereses británicos, cuyo modelo político apreciaba. Respecto a él, dice Romero: “Una cosa quedaba clara a sus ojos: la urgente necesidad de impedir que penetraran en Latinoamérica las ideas francesas… Una y otra vez expresó que era imprescindible que la política de los girondinos o de los jacobinos no llegara a “contaminar el continente americano, ni bajo el pretexto de llevarle libertad”, porque temía más “la anarquía y la confusión” que la dependencia misma”. 

Camilo Torres, autor del Memorial de Agravios, por el cual exige la igualdad de los americanos (pero sólo de los criollos) con los españoles, opina: “… La constitución napoleónica será un contagio funesto, que apestará nuestros pueblos. Perseguidla y quemad vivo al que quiera introducirla entre nuestros hermanos…”. 
Porque ambos próceres expresaban con claridad los intereses de la clase a la que pertenecían y cuando hablaban de libertad e igualdad, se referían a la oligarquía criolla, y no a la masa de explotados indios, mestizos y negros. Por ejemplo, Miranda, en su “Bosquejo de Gobierno Provisorio” (1801) propone el paso del gobierno a los Cabildos en los que se aceptarán representantes de “la gente de color”, pero sólo en un tercio, y si son “propietarios de no menos de diez arpentes de tierra”. Torres, por su parte, en el Memorial alega que: “Los naturales (los indios), conquistados y sujetos hoy al dominio español, son muy pocos o son nada en comparación de los hijos de europeos...”, para justificar que no tienen derecho a la representación en la Cortes. 

Respecto a los objetivos de los criollos, en el caso de la Junta de Santa Fe (Bogotá), queda claro en la nota que ellos mismos dirigieron a las provincias invitándoles a sumarse que: “Nuestros votos, nuestro juramento son “la defensa y la conservación de nuestra santa religión católica: la obediencia a nuestro legítimo soberano el señor Fernando VII, y el sostenimiento de nuestros derechos hasta derramar la última gota de sangre por tan sagrados objetivos. Tan justos principios no dejarán de reunirnos las ilustres provincias del reino. Ellas no tienen otros sentimientos, según lo han manifestado, ni conviene a la común utilidad que militemos bajo otras banderas, o sea otra nuestra divisa que “religión, patria, rey”” (29 de julio de 1810). 
Estas actitudes inconsecuentes no valieron de nada a los criollos, y al propio Camilo Torres, cuando el general Morillo, luego de restaurado Fernando VII, decidiera pasarlo por las armas en 1816. Actitud represiva y vengativa de la monarquía que hizo mucho más por convencer a los criollos de volcarse a la Independencia que todos los discursos de Simón Bolívar. 
En el caso de la Junta que se instaló en Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810, dice el historiador Félix Luna que: “Es posible que algunos de los dirigentes revolucionarios intuyeran que esos tiempos llevaban ineluctablemente a la independencia. Otros acaso deseaban una reformulación de los vínculos con España”. Pero todavía un año después la Junta de Buenos Aires firma un Tratado de Pacificación con el virrey Elía, que dice: “… protestan solemnemente a la faz del universo que no reconocen ni reconocerán jamás otro soberano que al señor D. Fernando VII, y sus legítimos sucesores y descendientes”. 

El 18 de septiembre de 1810, la Junta creada en Santiago de Chile, juraba “defender este reino hasta con la última gota de sangre, conservarlo al señor don Fernando VII, y reconocer el Supremo Consejo de Regencia…”. Igual sucedió en Caracas, en la que el Acta de Independencia sólo se va a proclamar el 5 de julio de 1811, luego de una fuerte lucha política. 

Nace el partido radical y popular de la revolución 
Sería un error creer que el único sector social que actuó sobre los acontecimientos fue la oligarquía criolla. Por el contrario, en los mismos hechos que llevaron al establecimiento de estas juntas conformadas por el criollismo, actuaron decisivamente las masas populares dirigidas por adalides salidos de los sectores medios de la sociedad quienes expresaron un proyecto más radical y revolucionario que el de las élites.  

Inclusive, en los momentos decisivos, ante la pusilanimidad criolla, fueron estos líderes y las masas la que impusieron el cambio. Dos ejemplos, Bogotá y Buenos Aires.  
Según Liévano, el mismo 20 de julio de 1810, los criollos montaron una provocación para que el pueblo saliera a la calle y legitimara la instalación de la Junta forzando al virrey Amar a reconocerla. Pero ante la magnitud de la protesta popular, y los saqueos de los comercios de los gachupines, la oligarquía cachaca se asustó y corrió a esconderse en los “retretes más recónditos de sus casas”.  De manera que, al caer la noche, y retirarse el pueblo a la sabana, sólo el criollo Acevedo y Gómez intentaba vanamente mantener una ficción frente al Ayuntamiento, para beneplácito del virrey que creía desvanecido el movimiento. 

Es un joven de 25 años, modesto funcionario de la Expedición Botánica, al que ya ni recuerdan entre los próceres, José María Carbonell, quien con un grupo de seguidores se dirigió a los arrabales de la ciudad, tocó las campanas y congregó al pueblo de Bogotá, salvando al movimiento, e intimidando al virrey que se vio obligado a reconocer la Junta. Es Carbonell, al frente de las huestes populares quien fuerza, en las siguientes semanas, a la destitución y prisión definitiva del virrey. La Junta se constituyó sólo con miembros de la oligarquía, ante la protesta de Carbonell y el pueblo, y le pagó a éste con la cárcel, posteriormente. 

En Buenos Aires, la oligarquía también pretendía un acuerdo con el virrey Cisneros, incluso que la Junta funcionara bajo su presidencia. Y es el pueblo movilizado por French y Beruti, dos líderes salidos de las capas medias la que fuerza los hechos, siendo destituido el virrey e instalándose una junta de coalición de diversos partidos. 
En ambos casos, Buenos Aires y Bogotá, es la acción de los Carbonell, Beruti y French al movilizar al pueblo, la que ata las manos del ejército que, en caso contrario, habría inclinado la balanza a favor de las autoridades coloniales. Estos líderes, al igual que Bolívar en Caracas se organizarían como partidos independientes en las llamadas sociedades patrióticas, y jugarían papeles notables en los meses siguientes. 

En fin, de todas las proclamas de 1810 la única que contenía un claro grito de Independencia es la que salió de los sectores más explotados de la sociedad colonial, los indígenas, y su vocero fue Miguel Hidalgo, quien, desde Guadalajara, decía en diciembre de 1810: “Rompamos, americanos, esos lazos de ignominia con que nos han tenido ligados tanto tiempo: para conseguirlo no necesitamos sino de unirnos…”, y seguidamente decretaba la entrega de las tierras de arriendo a los indígenas y el fin de la esclavitud (“Que todos los dueños de esclavos deberán darles libertad dentro del término de diez días, so pena de muerte…”). 

Bibliografía  

Pensamiento político de la emancipación (1790-1825). Biblioteca Ayacucho. Volúmenes XXIII y XXIV. Caracas, 1977.
 
Liévano Aguirre, Indalecio. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Círculo de Lectores, S.A. Bogotá, 2002. 

Luna, Félix. La independencia argentina y americana (1808-1824). La nación. Buenos Aires, 2003.

Ha transcurrido un 4 de julio más en Puerto Rico. La fecha transcurrió “sin pena ni gloria”. Un colega que hace tiempo se mudó a residir en los Estados Unidos me preguntaba si todavía se llevaban a cabo en San Juan desfiles para conmemorar la fecha. La realidad es que su significado para la inmensa mayoría de nuestro pueblo, no hay nada que conmemorar que no sea aprovechar la oportunidad de ese día feriado brinda para ir a la playa o caminar por el interior de nuestra Isla.

Leer más...

Recientemente ha sido puesta en la cartelera de cine la película Oppenheimer, basada en la figura de J. Robert Oppenheimer, quien se considera el principal científico a cargo del “Proyecto Manhattan”, desarrollado por los Estados Unidos para la creación de la primera “Bomba Atómica”. La primera, llamada “Trinity” fue detonada el 16 de julio de 1945 de manera experimental; mientras las otras dos, denominadas “Little Boy” (atómica) y “Fat Boy (de plutonio), fueron lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto de 1945 precipitando la rendición de Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

Leer más...

El día en que se escribe este artículo, 18 de julio de 2023, se cumplen 87 años del inicio de la Guerra Civil española, la que se extenderá hasta el 1ro. de abril de 1939. El día 23 de julio se celebrarán elecciones anticipadas en España para la selección de un nuevo gobierno. Como ocurrió en la década de 1930 en el contexto de las elecciones, se enfrentarán en sus diferentes corrientes político-organizativas, las fuerzas de la derecha, centro e izquierda en España.

Luego del triunfo de las fuerzas fascistas en la Guerra Civil, España vivió un período de varias décadas bajo la dictadura impuesta por Francisco Franco. Con su muerte el 20 de noviembre de 1975 y la proclamación oficial de Juan Carlos I como rey de España, comienza un período de transición. Por primera vez desde el Golpe de Estado, el 15 de junio de 1977 el pueblo español libremente concurre a las urnas. En 1978 se promulgará una nueva constitución. A partir de entonces, no sin eventos de importancia que retaron los cambios iniciales, la sombra de decenas de años de oscurantismo comienzan a ser dejados atrás en el país. Fueron años en que aquellos derrotados y vencidos en la guerra, reclamarán su lugar en la historia española.
El 7 de julio de 2007 Juan Carlos I sancionó con su firma la Ley 24/2006 titulada “Ley de Memoria Histórica de España”. Con ella se pretendió reivindicar la memoria de aquellos(as) “hombres y mujeres que fueron víctimas de la guerra civil, o posteriormente de la represión de la dictadura franquista, por su defensa de los principios y valores democráticos, así como de quienes con su esfuerzo a favor de los derechos fundamentales, de la defensa de las libertades públicas y de la reconciliación, hicieron posible el régimen democrático instaurado por la Constitución de 1978.” Pretendía así esta Ley recuperar de la memoria perdida en la historia oficial de España, los valores encarnados siete décadas antes por la Segunda República, particularmente durante el periodo de la Guerra Civil entre los años 1936 al 1939.

En el año 2008, sin embargo, el Juez Baltazar Garzón, tomó la decisión de investigar además el paradero de miles de republicanos desaparecidos entre la guerra civil y los primeros años de la dictadura franquista por considerarlo un crímen contra la humanidad. Con dicha iniciativa persiguía establecer las responsabilidades históricas de al menos 34 importantes figuras de la Dictadura, incluyendo su principal dirigente el General Francisco Franco Bahamonde, como principales autores materiales e intelectuales de las desapariciones y represalias
de decenas de miles de ciudadanos españoles durante y después de concluida la Guerra.

La Ley vino precedida de otras disposiciones legales como fueron: (a) el Decreto-Ley 10/1969 promulgado en 1969 en virtud del cual Franco decretó prescritos todos los delitos cometidos con anterioridad al 1 de abril de 1939; y (b) la Ley 46/1977 en virtud de la cual se decretó una amnistía para todos los responsables de delito.

Se estima en un millón víctimas durante los tres años de la Guerra. Cuando se suman las víctimas adicionales producto de la represión franquista en las zonas ocupadas por los militares golpistas, tanto civiles como militares leales a la República, antes y después de la Guerra; el número podría ascender a más de un cuarto de millón de ciudadanos.
De acuerdo con Paul Preston, en su libro La Guerra Civil Española, durante el curso de la Guerra, pero muy en particular ya hacia su final, Franco “solo estaba interesado en oír hablar de rendición incondicional. Su determinación de no llegar a ningún tipo de compromiso se reflejó después de la guerra en los campos de trabajo, en los 500,000 presos y en las 150,000 muertes sobre las que edificó su dictadura.”

La Guerra Civil asoló a España a partir del alzamiento de algunos militares de carrera de alta gradación junto a sus guarniciones el 17 de julio de 1936. El Golpe militar fue dirigido por los generales José Sanjurjo, Emilio Mola y Francisco Franco. En los primeros meses del levantamiento dos de los principales dirigentes militares (Sanjurjo y Mola), murieron en accidentes, lo que lleva a Franco a tomar la dirección principal del Golpe y la conducción de la guerra por parte del bando nacional.

El conflicto español ha sido considerado por diversos historiadores como un conflicto nacional e internacional. Su base material se encuentra, hablando en términos inmediatos históricamente, en el Golpe de Estado militar dado por el general Miguel Primo de Rivera el 23 de septiembre de 1923, la posterior salida del trono de Alfonso XIII, los intentos de restauración monárquica en 1930 y la huida del rey fuera de España en 1931.

Ya en enero de 1930 Primo de Rivera había dimitido en su cargo. Tras la salida el rey el 14 de abril de 1931 se establece la Segunda República. Luego de un periodo de gran inestabilidad, donde se enfrentan las fuerzas conservadoras, monárquicas y fascistas con las fuerzas liberales, democráticas y republicanas, con una amplia participación de los sindicatos obreros dirigidos e influenciados por las corrientes anarquistas, socialistas y comunistas, finalmente, en las elecciones del año 1933, se produce el triunfo del Frente Popular.

El Frente Popular fue una amplia agrupación de partidos, tendencias y organizaciones diversas que puso fin al control de la oligarquía española y el clero sobre la vida misma del país. En una España atrasada, aún sin haberse recuperado las clases dominantes y las castas militares del desastre que representó para sus intereses económicos y su prestigio la pérdida de sus últimas colonias en el Caribe y el Océano Pacífico en 1898, unido más adelante con las derrotas sufridas por los mandos militares frente a las fuerzas independentistas en el entonces llamado Marruecos español en el norte de África, los cambios propulsados por la Segunda República no eran asimilables para estos sectores.

El fin del concordato entre el Estado y la Iglesia Católica; el decreto sobre la educación pública y gratuita; la expropiación de ciertos bienes de la Iglesia; el avance en los derechos de la mujer y su gradual incorporación política y económica a la vida del país; la legalización de los sindicatos obreros y los partidos políticos; el reconocimiento de los derechos autonómicos de las nacionalidades dentro del Estado Español; el impulso a la modernización del país; la reforma agraria y la entrega de tierras a quienes las trabajaban; entre otras; fueron inmediatamente causa para el reagrupamiento de las fuerzas de derecha en España. Estas las componían fundamentalmente organizaciones fascistas como la Falange, fundada en 1933 por José Antonio Primo de Rivera y la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Fueron éstas, junto con los militares y la Iglesia, las que fraguaron el golpe de estado luego de haber derrotado al Gobierno del Frente Popular en las elecciones de 1934 y perder las elecciones de 1935.

Desde muy temprano en el conflicto, tanto Mussolini en Italia como Hitler en Alemania, intervinieron del lado de los golpistas insurrectos, auto denominados “nacionales”, para distinguirse de las fuerzas leales a la Segunda República, llamados “republicanos”. A lo largo de la Guerra el apoyo de fuerzas militares de tierra, donde participaron directamente más de 80 mil soldados italianos, así como la participación de oficiales, asesores y técnicos italianos y alemanes; la entrega del más sofisticado armamento por parte de Italia como Alemania, que incluyeron aviones de combate, artillería y carros de combate; y la participación directa de pilotos y buques de guerra, resultaron factores claves en el triunfo de las fuerzas de Franco.
Para algunos estudiosos del tema, la Guerra Civil Española constituyó el laboratorio desde el cual los gobiernos fascistas de Alemania e Italia ensayaron lo que sería a partir de 1939 las tácticas militares llevadas a cabo por estos países durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial.

La Guerra Civil también fue un punto de enfrentamiento internacional de
las grandes potencias. Mientras los regímenes democráticos burgueses de Francia, Inglaterra y Estados Unidos volvían la espalda a la República Española, fueron la Unión Soviética y México quienes mantuvieron apoyo constante al bando republicano. Para Francia, Inglaterra y Estados Unidos pesó más la radicalización del proceso y el avance de las ideas comunistas, socialistas y anarquistas en España, así como el avance en el desarrollo de los derechos de las nacionalidades dentro del Estado español, que el peligro que representaba el nazismo en Alemania o el fascismo en Italia.
La intervención de la Tercera Internacional Comunista, en conjunto con la suma de los partidos comunistas que la integraban, se colocaron del lado de las fuerzas republicanas en la contienda, respondiendo ante el aislamiento a la República por parte de la Sociedad de Naciones, con la convocatoria en sus respectivos países a la organización de las Brigadas Internacionales antifascistas en apoyo a la República Española.

Se estima que en España combatieron entre 40 a 60 mil brigadistas internacionales provenientes de más de cincuenta países, incluyendo aproximadamente 20 mil voluntarios que prestaron sus servicios la República en unidades médicas. La participación de los brigadistas se dio entre el 12 de octubre de 1936 y el 23 de septiembre de 1938 cuando fueran despedidos en Barcelona los últimos 12,673 miembros de las Brigadas Internacionales.

Batallones de voluntarios internacionales agrupados en varias Brigadas como fueron las Edgar André, Henri Vulleimin, Henri Barbusse, Pierre Brachet y Comuna de París (franceses); Garibaldi (italianos); Dombrowski y Miskieswicz Palafox (polacos); Thaelman (alemanes); André Marty y Louis Michel (franco-belgas); Domingo Germinal (españoles-portugueses); Dimitrov (yugoeslavos); Chapiev (balcanes); Lincoln y Washington (estadounidenses); Mckenzie-Papineu (canadienses); Connoly (irlandeses); Rakosi (húngaros); Masaryk (checoeslovacos); y Dayachovitc (búlgaros).
Combatientes provenientes de Perú, Cuba, Puerto Rico y otros países latinoamericanos, también fueron integrados en brigadas internacionales o mixtas, como parte de esta larga lista de seres humanos, que sin nada a cambio que no fuera la defensa del futuro de la humanidad, fueron a España a combatir y morir junto con sus hermanos españoles en contra del fascismo. En el caso de Puerto Rico, en libro escrito por José Alejandro Ortiz Carrión conTeresita Torres Rivera, titulado Voluntarios de la Libertad, puertorriqueños en la defensa de la República Española 1936-1939 (2015), documenta la participación de 74 puertorriqueños en dicha contienda en apoyo a la Segunda República.

Se estima el número de ejecuciones judiciales en ambos bandos en la contienda en 130 mil, de las cuales hasta la aprobación de la Ley de la Memoria
Histórica de España, los restos de poco más de 90 mil habían sido localizados. Posiblemente otros 50 mil murieron en ejecuciones sumarias extrajudiciales. Preston estima en su libro una relación de 3-1 al comparar las ejecuciones dentro del bando nacional (franquista) con las llevadas a cabo en el bando republicano.

La Guerra trajo también el éxodo de más de 400 mil seres humanos como refugiados. Muchos de ellos, cruzaron la frontera hacia Francia siendo internados en condiciones muy precarias en campos de refugiados. Sin embargo cuando sobrevino en aquel país la ocupación nazi y el establecimiento del Régimen fascista de Vichy, muchos fueron apresados y encarcelados. Algunos de los líderes republicanos, deportados por el gobierno frances a España, fueron ejecutados por la Dictadura; así como miles de ellos enviados a campos de concentración o de trabajos forzados para trabajar en condiciones de semiesclavitud en la industria de guerra en Alemania, donde una gran parte moriría víctimas del terror nazi.
Se estima que 15 mil de ellos fueron obligados a trabajar en las fortificaciones nazis en la Muralla del Atlántico entre 1940-41. Otros cuatro mil fueron llevados a trabajar a partir del mes de octubre de 1941 en fortificaciones alemanas en las islas del Canal de la Mancha de los cuales solo 59 sobrevivieron la guerra. Otros tanto se integrarían a la resistencia antifascista en Francia aportando sus experiencias en la Guerra Civil, esta vez configurando la espina dorsal de los maquis, la Resistencia Francesa contra ocupación nazi.
En la tragedia de la Guerra Civil Española jugó un papel importante la Iglesia Católica. Además de la participación directa de sacerdotes en las campañas militares de los golpistas; en la represión contra los miembros de las logias masónicas o de organizaciones comunistas, anarquistas y socialistas en los territorios ocupados por los rebeldes; la Iglesia Católica también jugó un papel importante en el control ideológico de la población; en las medidas regresivas adoptadas por los franquistas en materia de derechos de la mujer, la familia, el divorcio, el aborto; y sobre todo en la educación. Luego de la guerra, la Iglesia también jugaría un papel destacado en el proceso de educacativo promoviendo en las nuevas generaciones la lealtad y adicción hacia las ideas y valores de la Dictadura.

La Guerra también produjo bajas de curas y monjas en el sector republicano. Allí se cometieron excesos que condujeron a la muerte de 6,832 miembros del clero y órdenes religiosas. De hecho, quizás por esto, la primera felicitación recibida por Francisco Franco el 1 de abril de 1939, provino del Papa Pío XII quien personalmente agradeció la “victoria católica” en España.
La Guerra Civil Española concluyó el día 1 de abril de 1939 cuando el
Cuartel General de Francisco Franco comunica al pueblo español lo siguiente:
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, nuestras tropas victoriosas han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.”

Se ha indicado, sin embargo, que hasta el día de su muerte, España no tuvo reconciliación ya que Franco se encargó personalmente en mantener el país dividido entre vencedores y vencidos. Paul Preston en su libro antes citado, La Guerra Civil española, ejemplifica lo anterior de la siguiente manera:
“...Es difícil conciliar la visión de Franco como patriota magnánimo con el lenguaje psicopatológico utilizado por los franquistas para presentar a sus compatriotas de izquierdas como seres infrahumanos: canalla, sucia, asquerosa, pestilente, depravada, chusma, putas y criminales. Este lenguaje justificaba la necesidad de ‘purificación’, eufemismo de la más amplia represión física, económica y psicológica. Poco le importaba a los vencedores el coste en sangre de salvar el alma de la nación. Al igual que la Volkgemeinschaft nazi y los gulags soviéticos, la dictadura de Franco también se embarcó en un proceso de ‘reconstrucción’ nacional por medio de la ejecución, el exilio forzoso, el encarcelamiento, la tortura y la humillación económica y social de centenares de miles de españoles derrotados en la contienda civil de 1936-1939. La persecución de los compatriotas a los que se consideraban pertenecientes a la ‘anti España’ (izquierdistas o liberales y sus familias extendidas, todos los cuales se convirtieron en ‘no personas’ sin derechos civiles) afectó a millones de españoles.”
En la España victoriosa y católica, los campos de concentración estuvieron abiertos por años hasta ya entrada la década de 1950. En ellos se aplicó, sin pronunciamiento alguno de condena por parte de la estructura eclesiástica, la tortura sistemática, el trabajo forzado y la degradación humana de los prisioneros y prisioneras, muchos de los cuales optaron por el suicidio.
Otra de las grandes víctimas de la Guerra en el periodo del franquismo lo fueron las nacionalidades históricas dentro del Estado español, particularmente los casos de Cataluña y el país Vasco en cuanto a sus fueros autonómicos, como también la prohibición impuesta en el territorio de cada uno de éstos sobre el uso público de las lenguas originarias de estas nacionalidades.

A pesar de que Franco declaró el 4 de septiembre de 1939 a España como país neutral en la contienda de la Segunda Guerra Mundial, apoyó el
esfuerzo de guerra nazi en dicha contienda con la participación de voluntarios falangistas que partieron hacia el Frente Oriental en la llamada “División Azul” y del llamado Deutsche Arbeitsfront (Frente del Trabajo Alemán), donde comprometieron la participación de 100 mil trabajadores españoles en el esfuerzo de guerra nazi. El 12 de junio de 1940, sin embargo, cambió tal estatus a uno de “país no beligerante”; y luego el 3 de octubre de 1943, cuando ya se perfilaba un derrotero distinto en el curso de la Guerra, Franco cambió nuevamente la posición declarando a España “país neutral”. Se trata del año en que los alemanes fueron barridos de Stalingrado por el Ejército Soviético y el año que marca la caída de Mussolini en Italia.
Se dice que en esas circunstancias, había dos tendencias muy definidas en España en el marco de los sectores que representaban parte importante de la base social del régimen de Franco: los falangistas, que apoyaron abiertamente el involucramiento de Franco en la Segunda Guerra Mundial del lado de Alemania e Italia; y los católicos, que favorecían la no intervención española en esta nueva guerra. Las vacilaciones de Franco en la contienda europea, sin embargo, tuvieron consecuencias inmediatas para España al final de la Guerra. De hecho, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial y desarrollado el esfuerzo que culmina en la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, España es excluida de los países fundadores de la Organización y sometida a una política de aislamiento internacional, sujeta a sanciones económicas para presionar la terminación de régimen franquista.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial plantearon para muchos ex combatientes españoles que formaron parte de la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial y que antes fueron combatientes anti fascistas republicanos durante la Guerra Civil en España, dirigidos principalmente por el Partido Comunista Español en el exilio, la posibilidad de abrir un frente interno guerrillero en España. Esta empresa, sin embargo, sería abandonada más tarde. A pesar de haber introducido el Partido Comunista en España miles de combatientes clandestinos, ante la falta de condiciones materiales reales para el desarrollo de un proceso insurreccional en el interior del país, el proyecto se abandonó retirando gran parte de los combatientes que quedaban en el interior de España nuevamente hacia Francia.

El giro tomado en el escenario internacional como resultado de la Guerra Fría comenzó a cambiar el panorama de la dictadura franquista. En el repudio al comunismo, tanto Estados Unidos como Inglaterra y Francia, hacían causa común con los intereses históricos de Franco en España. Es por esto que dentro del nuevo escenario mundial, ya en 1950, con el país aún lleno de decenas de campos de concentración y trabajo forzado, las Naciones Unidas revocan su Resolución de 1946 condenando el régimen de Franco. Inmediatamente Estados Unidos designa embajador en España, lo que constituye el reconocimiento del régimen franquista, y ya en 1959 establece bases militares en España.
Con mano férrea, durante la década de 1960, el país comienza a sufrir importantes transformaciones económicas. Además de España abrirse al turismo, comienzan a desarrollarse importantes movimientos migratorios de trabajadores españoles hacia otros países europeos, lo que además de producir un efecto económico desde el punto de vista de las divisas que recibe el país, contribuye a que el pueblo español comience a salir de un estado de aislamiento en cuanto a las corrientes principales del pensamiento político europeo, lo que eventualmente empuja, milímetro a milímetro, cambios políticos en España.

Durante la primera mitad de la década de 1960 se produjeron dos atentados importantes contra Franco. En la segunda mitad de esta década, ya comenzaban a desarrollarse importantes movilizaciones estudiantiles en la Universidad demandado cambios políticos, así como el inicio del activismo político de organizaciones como la ETA y el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). A la protesta popular ante la represión política, que incluyó el rechazo de importantes sectores dentro del pueblo español y de los dirigentes de más de una docena de países europeos y del Vaticano de los fusilamientos de jóvenes militantes de izquierda apresados, se sumaba el rechazo a la corrupción de altos funcionarios del la Dictadura, incluyendo miembros cercanos al grupo familiar interno de Franco.

La transición hacia la democracia en España, como indicamos antes, podemos ubicarla en la proclamación de Juan Carlos de Borbón como Rey de España a raíz de la muerte de Franco. La misma fue habilitada en virtud de una Ley aprobada en 1974 titulada “Ley de Sucesión en la jefatura del Estado. Previo a su muerte y en virtud de esta Ley, Juan Carlos había asumido temporalmente la Jefatura del Estado de manera provisional en ocasión de dos episodios previos de enfermedad de Franco cercanos a su muerte. La Constitución de 1978 no concibe al Rey desde aquella dimensión del periodo de la Dictadura, sino como lo describe su Artículo 57, como heredero legítimo de la dinastía histórica española.
En esta transición participan, además, los gobiernos que le suceden partir de la promulgación de la nueva Constitución, principalmente el presidido por Adolfo Suárez González, quien provenía de la filas del franquismo. Fue el gobierno encabezado por Suárez el responsable del inicio del desmantelamiento de las instituciones en las cuales descansó la Dictadura. Su Gobierno convocó las primeras elecciones libres en 1977. Bajo su mandato como Presidente del Gobierno, las Cortes elaboraron una Reforma Política que culminará en la aprobación de una Constitución a partir de la cual se establecerá el orden institucional desde la cual funciona el Estado Español hasta el presente.
Estando en a la cabeza del gobierno su partido, la Unión Centro Democrático (UCD), bajo la dirección de su sucesor Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo, se producirá el más significativo choque entre las fuerzas de la Dictadura desplazadas por la ola democrática y el nuevo régimen constitucional cuando se produce el 23 de febrero de 1981 el intento de Golpe de Estado del Teniente Coronel Antonio Tejero. El desenlace en favor de la institucionalidad y la Constitución, con la activa participación del Rey y de las Fuerzas Armadas, sellan así el inicio en España del avance decisivo hacia la vía democrática.

A partir del 1982 y hasta la pérdida de las elecciones en 1996 asumirá las riendas del gobierno del país el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Este partido fue fundado el 2 de mayo de 1879. Durante los años de la Dictadura permaneció ilegalizado.

Entre los primeros años del gobierno de Adolfo Suárez hasta el final del mandato de Felipe González Marques del PSOE en 1996, España ingresó en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en la Unión Europea.

Barcelona, una de sus ciudades industrializadas y de mayor resistencia y oposición al Golpe de Franco durante los años de la Guerra y capital a su vez de una de las regiones autónomas más importantes dentro del Estado Español, fue la sede en 1992 de los Juegos Olímpicos. Es este periodo, también, cuando se produce el despegue económico más importante en décadas llevando al país a la plena modernización.

Los logros de los primeros años del mandato socialista se vieron sin embargo al final opacados por importantes denuncias de corrupción contra importantes funcionarios del gobierno, así como con el surgimiento de agrupaciones cuasi militares, auto denominadas anti terroristas. Se trata de agrupaciones surgidas para contrarrestar la política seguida por organizaciones de izquierda político-militares como fueron la ETA (País Vasco y Libertad), surgida en 1959; el FRAP (Frente Revolucionario Anti Fascista y Patriota), vinculado con Partido Comunista de España Marxista-Leninista, una organización surgida tras una ruptura con el Partido Comunista de España que rechazaba la política de este último sobre reconciliación nacional y transición pacífica a la democracia; y los GRAPO (Grupos de Resistencia Anti fascista 1ro. de mayo), de orientación maoísta, surgidos en 1975, que abogaban por el desarrollo de la guerra popular prolongada en España hasta la eventual creación de un Estado socialista siguiendo el modelo desarrollado para entonces por la República Popular China.

La política actual dentro de España gira principalmente en torno a varias agrupaciones, a saber: Partido Socialista Obrero Español, quien en los pasados
años ha encabezado el Gobierno; Izquierda Unida, una coalición de fuerzas dentro de las cuales participan hoy, entre otros sectores, lo que fue el Partido Comunista; el Partido Popular, heredero de lo que fue la Unión de Centro Democrático y que agrupando fuerzas de derecha dentro de España. Sin embargo, nuevas agrupaciones de la extrema derecha han resurgido hoy en la política española.

A nivel de las regiones autónomas, existen partidos políticos autonómicos desde los cuales se manifiestan también las mismas corrientes políticas antes descritas para el conjunto del Estado español, unido esto a corrientes nacionalistas, como es a manera de ejemplo el caso en el país vasco, con el Partido Nacionalista Vasco.

En la España de hoy, sin embargo, existe un claro rechazo político de parte de los diferentes sectores ideológicos al uso de la violencia como método fundamental de lucha del pueblo para alcanzar sus objetivos inmediatos. De hecho, entre las dos fuerzas política principales, el PSOE y el PP, más allá de sus cotidianas diferencias, suscribieron el 12 de diciembre de 2000 el llamado “Pacto Anti terrorista”, dirigido en aquel momento a atender las acciones militares de la ETA y las amenazas de terrorismo basado en corrientes fundamentalistas del pensamiento religioso, fundamentalmente musulmán.

Esta violencia, en nada comparable con aquella que trajo como secuela la Guerra Civil, es rechazada por la mayoría del pueblo español incluyendo esa misma mayoría que añora el rescate de la memoria histórica de su pueblo y el rechazo a la Dictadura que tanta sangre, desgracia y división trajo a su pueblo.

Con toda la gravedad que representa el resultado de la violencia atribuida a ETA a lo largo de su historia, la cual para el año 2008 había segado 822 vidas (341 civiles y 481 policías o militares); o las víctimas de los atentados del “11 M”, éstos sucesos no superan históricamente hablando, la muerte de cerca de más un millón de españoles fallecidos como resultado de la Guerra Civil y la Dictadura posterior franquista.

Por eso, aunque sea desde la distancia que nos brinda la historia, es tiempo ya de rescatar en su más amplia dimensión, la memoria histórica de los fusilados, de los torturados, de los desaparecidos, de los humillados, de los despojados de su dignidad, de los excluidos de su propia patria; víctimas todos de aquellos sucesos que como ayer, laten en la memoria del pueblo español.

Los muertos siempre merecerán en el recuerdo de los que le sobrevivieron y descansar en paz. Los valientes hijos e hijas de la Segunda República española también.

Un 8 de julio, hace 114 años, nació en Aibonito un gran escritor de deportes, Rafael Pont Flores, cuya columna El deporte en broma y en serio sentó cátedra en esa rama del periodismo.

Cuando comencé a dirigir Bohemia le pedí escribiera una columna en la publicación. Aceptó, y como la revista se diagramaba e imprimía en Caracas, a su primera columna, titulada “El Beisbol Doble A es parroquial”, en Venezuela le cambiaron el título y le pusieron “El Beisbol Doble A es profesional”.

Leer más...

El 19 de mayo se cumplieron 133 años del natalicio de Nguyen Tat Thank. ¿A quién nos referimos por tal nombre? Se trata de una de las figuras de mayor trascendencia en el desarrollo de los procesos revolucionarios del Siglo XX. Para la inmensa mayoría de las personas se le recuerda como Ho Chi Minh, dirigente ideológico principal de la lucha del pueblo vietnamita por su independencia y liberación nacional.

Leer más...

Más artículos...