Hoy es domingo de Padres. Hay quien celebra a su progenitor y hay quien no.  Pienso, sin embargo, que es importante para los hijos e hijas reconocer el rol que ambos progenitores, madre y padre, tienen en la vida de cada cual.  Independientemente de las experiencias y vivencias que se tengan durante el crecimiento y desarrollo, ambas personas son ejes fundamentales en la vida de sus críos. Aprender a reconocer la importancia del progenitor, perdonar las diferencias y abrazar la idea de la paternidad con compasión es un acto de afirmación y crecimiento personal.

 

Con mucha frecuencia, mientras entrevisto a mis clientes para representarlos adecuadamente su historia familiar, su relación con sus padres y el modelaje que reciben de éstos, marca inequívocamente sus personas.  En Puerto Rico, particularmente en lugares de alta pobreza, la figura paterna está ausente o es una muy conflictiva.  Los otros días mientras conversaba con un joven adulto que se encuentra confinado me hablaba sobre su sueño de salir a la comunidad para encontrarse con su hijo, dejar de ser ausente y poder ser un buen modelo para él. En su caso, su padre lo apoya para que logre esa transición en su reingreso a la libre comunidad.  Sin embargo, su hermana relata que ese mismo padre no estuvo presente durante su crecimiento.  Su madre tampoco, ya que padecía una enfermedad mental incapacitante. Fueron sus abuelos quienes sustituyeron esas figuras paterna y materna.  No obstante, la ausencia de los progenitores marca la historia de estos jóvenes.  Afortunadamente, en el caso de ambos, no los ha amargado ni les ha creado un resentimiento en contra de aquellos.

 

Lo cierto es que los resentimientos que podemos albergar contra nuestros progenitores, padre o madre, a quien más afecta es a uno mismo.  La persona que carga ese resentimiento muchas veces hace interpretaciones de eventos presenciados, que, dependiendo de la edad, pueden ser vistos a la luz de unos espejos que distorsionan la situación, pero que, siendo la visión de uno, pasan a ser “la verdad” de uno. En este punto, siempre viene a mi mente los Cuatro Acuerdos de Don Miguel Ruiz, un Chamán Tolteca.  Estos cuatro acuerdos, que son acuerdos con uno mismo, son: “se impecable con tus palabras, no te tomes nada personal, no hagas suposiciones, y haz siempre el máximo esfuerzo”.  Si pudiéramos llevar a cabo y vivir, estos 4 acuerdos personales, en nuestra vida diaria, seriamos definitivamente mejores personas.  Si como hijos e hijas, pudiésemos aplicar estos 4 acuerdos a las relaciones con nuestros progenitores, podríamos entrar en procesos de sanación, crecimiento y amor propio.

 

Yo me siento afortunada porque tuve un Padre a quien admiré y amé profundamente.  Partió de este mundo terrenal hace más de treinta y pico de años, a penas con cincuenta y cuatro años de edad, pero lo pienso con mucha frecuencia y siempre le pido guía e inspiración. También, este año, he tenido la bendición de ver como mi hijo debuta en su primer año de paternidad con excelencia y dedicación.  Me es interesante observar y comparar como es más común que los jóvenes Padres de esta generación, se envuelven en la crianza de sus retoños y asuman naturalmente hacer tareas que, en épocas no tan lejanas, eran reservadas solo para las Madres. Estos Padres cambian pañales, dan biberón, se amanecen, besan y abrazan a sus hijos e hijas, peinan a sus chicas y les hacen trenzas bellísimas.  Recuerdo los otros días llamar a un colega y me dice, “disculpa es que estoy con mi niña preparándola para el ballet, la estoy peinando, sabes no me gusta que se le salga ni un pelito de sitio.” Mi sonrisa fue amplia al escucharlo.

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Homenaje a Mai

 

Cuando hace cuatro años atrás escuchamos por primera vez hablar de la pandemia y cuando a mediados de marzo, en Puerto Rico se impuso un toque de queda obligado que nos restringió nuestras salidas, nunca imaginamos los mucho que cambiaría nuestra vida.  Pensábamos que sería tal vez poco más o menos un asunto de pocas semanas.  Jamás hubiésemos pensado en un año de encierro y distanciamiento social y familiar.

 

A partir de este evento, nuestras formas de comunicarnos, hacer negocio, relacionarnos, trabajar, estudiar y nuestra brega diaria ha cambiado.  Particularmente, en la idiosincrasia de los puertorriqueños eso de hacer fila o turnos no era la costumbre.  Ir a una cita médica representaba un día completo desde el amanecer de sentarse a esperar que el facultativo nos atendiera.  Siempre me pregunté por qué los doctores no implementaban un sistema de citas por hora, donde se respete el tiempo del paciente, tanto como el paciente debe respetar el tiempo del médico.  Mi impresión particular es que la mayoría de la clase médica (hay excepciones, pero son pocas), en cuestión de citas, prefiere tener al rebaño de clientes en su oficina sentado para controlar su productividad y metas lucrativas, a costa del tiempo de espera de los pacientes que es, a mi entender, poco valorado por la clase médica.

 

Pues bien, a raíz de la pandemia y por asuntos salubristas, este panorama ha cambiado para mejorar, en el asunto del tiempo de espera y las citas. Esta observación aplica tanto a la clase médica como también a agencias del gobierno y comercios privados.  No es que las citas no hayan existido antes de la pandemia, es que,en su ejecutoria e implementación, como mucho de lo que sucede en esta isla, no se cumplía con los horarios dados.  Ahora, ningún cliente puede ir a ningún lado sin cita, amén de que hay que llegar a tiempo para evitar perderla.  A su vez el proveedor de servicios sea un médico, una agencia de gobierno o un negocio privado, se ocupa en ser más eficiente en la implementación y ejecución del horario citado. Esto, me parece a mí, redunda en beneficio para todas las partes. La sensación es que el tiempo de la persona que requiere el servicio es valorado.  Sabemos que no siempre esto es así, pero definitivamente ha habido una gran mejoría en el asunto de citas y turnos.  Debemos estar observantes para mantener esta práctica una vez que el país vaya entrando en la nueva normalidad.

 

Por otro lado, siempre se ha habla de vivir en y con conciencia, de sacar tiempo para como dice la metáfora “parar y oler las flores”.  Esta pandemia nos ha permitido tener tiempo para hacer evaluaciones sobre muchos aspectos de nuestra vida. Sobre esa carrera loca por llegar a no dónde o para qué. Los puertorriqueños somos una cultura que para cualquier actividad importante aparece el familión, sea para recibir o despedir a un familiar en el aeropuerto, o durante una enfermedad. Algo que me ha “pateado” duro en este tiempo es el asunto de que personas que se hospitalizan tienen que estar solas, sin ese apoyo familiar que es parte de nuestra costumbre.  Me aflige el alma el que un amigo o un familiar tenga que morir en soledad sin la compañía de seres queridos durante esos momentos de dificultad. Aquí hago un paréntesis para rememorar las palabras de mi amiga Blanca en su lecho de muerte me dijo “en este proceso de morir está uno solo a pesar de toda la compañía física que tengas”.  No empecé a sus palabras, pienso que la asistencia y el apoyo de familiares, amistades o seres queridos siempre es un bálsamo de alivio, aunque el viaje hacia el cambio sea uno personalísimo.

 

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La idiosincrasia es el modo de ser característico que distingue a unos de otros.  Esto incluye ideas, comportamientos, forma de pensar, sentir, actuar y rasgos culturales entre otros.  Ósea, la idiosincrasia es el temperamento particular de una persona, cultura o grupo. El boricua definitivamente tiene una idiosincrasia particular, que está fuertemente arraigada a nuestra naturaleza y cultura.  Por ello la resistencia habida, a pesar de los muchos intentos de nuestros colonos – tanto los españoles como los norteamericanos - para “aculturizarnos” o hacernos más parecidos a sus culturas y peculiaridades particulares.

 

Es que, al parecer, las mezclas que componen nuestra raza nos han hecho una cultura singular y resiliente.  Aunque a los estudiosos no les queda claro cuál de las influencias raciales, si la española, la indígena o la negra, ha tenido un impacto mayor en los y las puertorriqueños.  Sin duda, no se puede negar que nuestros colonos, tanto los españoles como los estadounidenses, han jugado un papel fundamental en nuestra idiosincrasia. Lo que si es que el temperamento de los puertorriqueños es una mixtura particular de razas y culturas.

 

Los puertorriqueños hemos sido descritos como un tanto indolentes, sin ambición a comodidades materiales, hospitalarios, generosos, de carácter pacífico, pero valientes de ser necesario y con gran amor a nuestra tierra (Fray Iñigo Abbad).  Se dice que el puertorriqueño padece de incertidumbre, inseguridad y fatalismo, ello originado por la posición geográfica de la isla, al ser blanco de ataques de caribes, franceses, ingleses y holandeses; y receptora de ciclones y huracanes.  También se dice que el puertorriqueño puede ser irrespetuoso y desordenado, esto por la influencia del largo periodo de contrabando que tuvo Puerto Rico con otros países. Estas últimas características, son usadas para demostrar la astucia o ingenio para engañar al gobierno o la malicia para corromperlo (Loida Figueroa Mercado, “Puerto Rico, Cultura y Personalidad”).

 

Diría yo, que son estas características de falta de respeto y desorden, o sea de jaibería, las que se han insertado negativamente en la administración pública del país.  Por eso predomina la mentalidad de enriquecerse con el servicio público o con los contratos del gobierno, en vez de servir a un bien común que es el mejoramiento colectivo del país. Esta jaibería boricua nos lleva a que nos miremos siempre con sospecha unos a otros, y nos tildemos de pillos y ladrones, independientemente de las mejores intenciones.

 

En el asunto de la pandemia y de la administración de pruebas del covid-19 y la vacunación, la experiencia generalizada es que el que tiene padrino se bautiza. O sea, que, si uno tiene pala, va a poder hacerse las pruebas y vacunarse con facilidad.  Aquel que no tenga ese padrinazgo va a pasar trabajo y hasta quedar desamparado por el estado. Entiendo que debería ser generalizada la práctica de hacer pruebas gratis del covid-19 a lo largo y ancho de la isla, sin necesidad alguna de referidos médicos.  Al menos así, lo hacen en la Florida, uno de los estados de nuestro colono. Allá hay múltiples lugares rotulados “prueba gratis del covid” donde uno, sin cita ni referido, llega, se registra, hace fila y le hacen la prueba. Así de sencillo y fácil.  Eso sin decir, que los resultados pueden estar disponibles dentro de 20 minutos hasta en 24 horas.

 

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Puerto Rico es un país florido y colorido por muchas cosas. El verde de sus montes y campos, los rojos y amarillos de sus flores y fauna, y el azul del cielo y su reflejo en el mar son parte de nuestro arcoíris de colores.  Sin embargo, somos también floridos y coloridos por nuestra idiosincrasia y nuestra política.

Me intriga ese pensamiento anexionista que es resultado de los muchos años de colonización. Anexión se define como “la unión de una cosa a otra, de la que deriva o depende, especialmente de un Estado o de una parte de su territorio a otro”.  A su vez, el término “dependencia” se define como un estado mental y físico patológico en que una persona necesita un determinado estímulo para lograr una sensación de bienestar.” Cuando digo que Puerto Rico es un país florido me refiero a que nuestro estilo de hacer política viene adornado de estilos retóricos. Ello porque en la política es común usar un estilo de hablar o escribir rebuscado y artificioso para inducir a engaño o fabricar percepciones o imágenes que no son reales.

El Partido Nuevo Progresista (PNP) y los estadistas buscan la anexión como forma de dependencia con Estados Unidos.  Se puede pensar que éstos padecen de un estado patológico donde solo perciben completo a Puerto Rico si estamos unidos al colono.  En sentido contrario, no estar unidos al colono es ver y sentir al país incompleto e inferior. Pensarse que, sin un “hermano mayor” o sin supervisión no podemos hacer las cosas bien, es un pensamiento que viene de la opresión. Es curioso, que cuando Estados Unidos estaba en la guerra civil para liberarse de Inglaterra, su reclamo era tener libertad.  Así el grito de hecho por Patric Henri de “denme libertad o denme la muerte”, se hizo famoso. En Puerto Rico, hacer un reclamo de libertad o muerte, como lo hizo Patrick Henry, es un reclamo pecaminoso punible con persecución y cárcel.  Sin embargo, la libertad debe ser lo natural, no la opresión o el control de un conquistador.

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Hoy una vez más celebramos el día de las Madres. Sabemos, sin embargo, que el día de las Madres son todos los días del año. Todos porque una vez se experimenta la maternidad no hay vuelta atrás en ese viaje de amor infinito. Con la maternidad se experimenta un desapego de una misma para dar incondicionalmente a ese ser que es parte de una creación nuestra. Con la maternidad nos convertimos en diosas y dadoras de vida.

 

Este día de las madres me permito honrar a mi Madre, a quien, a sus 85 años, tengo el privilegio de tener cerca y en plenitud física, mental y emocional. Pero también quiero honrar a todas esas madres jóvenes y primerizas, entre ellas mi nuera, que hace ocho meses atrás me hizo abuela por primera vez.  Le deseo a ella y a todas estas madres que comienzan a caminar por este sendero que es la maternidad, que disfruten de sus retoños en cada uno de los pequeños pasos de sus vidas.  El tiempo vuela.  los infantes se convierten en niños, los niños en adolescentes y los adolescentes demasiado rápido.

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Ser abuelo significa que nuestros hijos e hijas ya han asumido la paternidad y maternidad.  Esa etapa de nuestros retoños marca el comienzo de una nueva etapa para uno, y es la de ser abuelo o abuela.  La etapa de abuelos, generalmente, es una de más libertad y disfrute.  Ello porque son los padres y madres de los nietos quienes son en primera instancia responsable por el bienestar de sus hijos e hijas.  Así que el rol de los abuelos puede ser uno de mas consentidor, distinto al de los padres que es de ser proveedores y disciplinarios.

 

Hace a penas dos semanas me estrené como abuela primeriza de un nieto saludable y hermoso (esto no lo digo porque sea mi nieto, es que lo es).  Ese nieto es una bendición, pero con su nacimiento me afecté con una fiebre de amor alta, condición que voy a llamar “abuelear”.  Abuelear es verbo que, se puede conjugar de distintas formas.  Una de las formas de este verbo particular es “abueleando”, que significa “jangear con los nietos”. Pues bien, me encuentro abueleando por unos días a ver si me baja la fiebre.  El asunto es que luego de que uno adquiere esta afección, la misma es incurable.  Al contrario, uno podría verse más afectado según los nietos crecen.

 

Abuelear es la parte chévere y voluntaria que nace del alma de los abuelos para con sus nietos.  Sin embargo, no podemos pasar por alto que hoy día muchos abuelos, se ven forzados a trascender ese rol, y les toca asumir el rol de padres o madres de sus nietos. Ya aquí la situación cambia porque a estos abuelos les toca volver a asumir el rol de criadores, cuidadores y/o proveedores de sus nietos; rol que en primera instancia corresponde a los padres.

 

En Puerto Rico, según un estudio del Instituto para el Desarrollo de la Juventud que toma datos de la Encuesta sobre la Comunidad de 2018 que realiza el Censo de EE. UU., hay más de 26,600 abuelos que tienen a su cargo atender alrededor de 33,900 menores.  Esta cifra ha ido creciendo como resultado de los cambios demográficos, y las necesidades económicas y laborales de los padres. Otras razones por las cuales los nietos pasan a estar bajo el cuidado y cargo de sus abuelos van desde el maltrato y negligencia infantil hasta la muerte de ambos padres.

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Una de mis actividades favoritas es viajar.  El amor por conocer mundo es algo que aprendí desde muy niña cuando comencé a viajar con mis padres a Centro América para visitar a mi abuelo, quien, por su trabajo en el área agrícola, vivía en El Salvador. En 2019, el año antes que explotara la pandemia tuve la oportunidad de viajar bastante, y eso en cierto modo, me cubrió esa necesidad por los próximos dos años de encierro global.


Ya, luego de dos años de la pandemia, muchos países están abriendo sus puertas para regresar a la cotidianidad acostumbrada con anterioridad. Tenía en planes para el 2020 un viaje a Vietnam que fue cancelado en más de una ocasión por causa del Covid y la pandemia.  Este es un viaje que continua pendiente en mi “bucket list”.  En el ínterin se buscaron otras alternativas y surgió el viaje hacia Tailandia. Desde Puerto Rico, llegar a Tailandia o a Vietnam conllevan sobre 20 horas de vuelo, sin contar tiempo de espera en aeropuertos.  Así que este es un punto importante que se debe considerar al viajar a cualquier destino. La línea aérea para viajar desde Nueva York hasta Tailandia fue la de los Emiratos Árabes, y tengo que darles A + en el servicio, limpieza, puntualidad, atención.  A pesar de la controversia sobre el uso de las mascarillas, en esta línea aérea era requerido, lo cual a mí me brinda más tranquilidad.  De hecho, desde muchos antes de la pandemia, identifique que al volar en un avión los senos nasales se me afectaban y terminaba con una alergia terrible. Así que tengo que tomar anti-alergénicos para viajar.  Con la pandemia, las líneas aéreas se ocuparon de limpiar sus sistemas de filtración de aire acondicionado, e interesantemente, eso combinado con la mascarilla me ha minimizado las alergias.  Es fundamental que, en esta época de “pos-pandemia”, uno, como viajero, conozca con suficiente tiempo de anticipación los requisitos de entrada al país, para evitar problemas en los aeropuertos.  En el caso de Tailandia es obligatorio tener un “Tai pass”


Sobre Tailandia les diré que es un país de la mar interesante y colorido. Los tailandeses son unas gentes muy amables y corteses. En ningún momento del viaje me sentí abacorada por ellos.  Distinto a India que las gentes te persiguen para que les compres, eso no sucedió en Tailandia.  El país lo encontré limpio y con sentido de organización. No lo percibí ni como un país rico ni pobre. Sí me fue evidente, que luego de dos años de encierro, las gentes estaban deseosas de recibir al visitante y darle buen servicio.

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En las pasadas elecciones, el Partido Nuevo Progresista impuso  una “elección especial” para elegir seis delegados congresionales (2 para el Senado y 4 para la Cámara de Representantes) para supuestamente representarnos en Washington para cabildear por la fórmula de estadidad.  Estos cabilderos, que cobran un salario de $90,000 y $30,000 en gastos reembolsables. Los cabilderos son Ricardo Rosello Nevárez, Zoraida Buxٔó, Melinda Romero Donnelly, María “Mayita” Meléndez Altieri, Roberto Lefranc Fortuño y Elizabeth Torres.


Durante la juramentación de algunos de esos delegados, Pedro Pierluisi, siguiendo su retórica justificó el gasto altísimo y la necesidad de estos cabilderos alegando que el pueblo de Puerto Rico había sido contundentemente en favorecer la estadidad y que era su norte conseguirla y para ello los delegados trabajarían.  Realmente, esa retorica no es cierta, pero ese es el cuento que los estadistas quieren escuchar y vender en Washington.


Sin embargo, luego de casi 10 meses de gestiones por estos delegados, quienes más bien son cabilderos de la estadidad, en la capital federal nos reportan que en Washington se hacen de oídos sordos a las peticiones y gestiones que estos hacen para promover que Puerto Rico sea un estado de Estados Unidos. Por su parte, Mayita Meléndez ha señalado que “la política (de Washington) es bien dura, se inventan cosas y dicen cosas que no son serias.” También se queja de que tiene que hacer el trabajo ella misma y no cuenta con asistentes como lo hacía cuando era alcaldesa de Ponce. Roberto Lefranc también admite que se le ha hecho cuesta arriba llevar su mensaje al Congreso federal.


Los informes más recientes de todos los delegados reflejan que su trabajo en el Congreso federal es incierto.  Ellos solo pueden entrar al Congreso con cita previa, su tiempo para hacer su exposición es de media hora, y hay un desinterés evidente de los congresistas para promover la estadidad de la isla, y un desconocimiento sobre nuestra situación política.  Todos los delegados justifican sus salarios con montones de reuniones donde se presentan argumentos vanos en apoyo a la estadidad, pero no logran nada.

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