Si alguien duda que la historia del mundo se va haciendo a partir de una dura lucha de clases en la que los capitalistas se apoderan de la riqueza social apelando a todo tipo de métodos y las clases trabajadoras luchan para defender lo poco que tienen, que mire lo que pasa en Grecia.
Si alguien duda que el mundo se gobierna mediante la dictadura del capital y que la opinión de los pueblos importa un pito a los banqueros y políticos a su servicio, que mire hacia Grecia. En ningún lugar del mundo las cosas están más claras..., bueno, en Ecuador también!
El 30 de junio último se dieron por terminadas las negociaciones económicas entre el gobierno griego, del partido de izquierdas Syriza, encabezado por su primer ministro Tsipras y su ministro de economía Varufakis, con la llamada “Troika”. La Troika, que significa “trío”, está compuesta por la Unión Europea (los gobiernos liberales y socialdemócratas de Europa), el Banco Central Europeo (que administra la moneda europea, el euro) y el Fondo Monetario Internacional (ya conocido en América Latina por los planes de “ajuste” y de austeridad desde los años 80).
¿Qué negociaban? La forma como Grecia debía hacer frente a una abultada deuda con los bancos extranjeros herencia de los anteriores gobiernos encabezados por la derecha liberal y socialdemócrata. Deuda cuestionada en su legitimidad por el pueblo griego, en muchos aspectos fraudulenta e ilegal, y realmente impagable (350 mil millones de euros) de acuerdo a un informe de auditoría del Parlamento heleno del 18 de junio.
El fondo de la cuestión es simple:
1. Las instituciones del capitalismo europeo, representadas por la Troika, exigen a Grecia no sólo que pague, sino que obedezca los criterios que ellos quieren imponer para que pague. Como si el banco en el que su familia tiene hipotecada la casa no le bastara con que le pague la mensualidad, sino que encima quiera decirle cómo gastar el resto de sus ingresos, qué alimentos comprar, etc.
2. Criterios de austeridad que viene imponiendo la Troika a Grecia desde hace 5 años y que han llevado a privatizaciones y cierres de empresas públicas, tumbado el crecimiento del PIB en 25%, ha impuesto un desempleo feroz que afecta al 28% de la fuerza laboral y al 60% de los jóvenes, que ha lanzado a la pobreza a un tercio de la población y 75% de los jubilados. La Troika (léase el capitalismo imperialista) pretende profundizar el saqueo del país y de los salarios de la clase trabajadora de Grecia exigiendo del gobierno actual que baje las pensiones y jubilaciones que cobran los más pobres y aumente el impuesto al consumo (IVA).
3. El gobierno de Tsipras, incluso moderando su inicial programa económico, que ha tratado de honrar la deuda y cumplir con los pagos, pero a condición de no afectar más a los más pobres, propuso pagar apelando a la subida de impuestos a los que más ganan, a los sectores empresariales (que han fugado de Grecia capitales por más de 400 mil millones de dólares en los últimos años). A la Troika, es decir, a los banqueros y políticos a su servicio (desde la demoliberal Angela Merkel de Alemania, al socialdemócrata Hollande de Francia), no les ha dado la gana de aceptar el razonable plan del gobierno griego. No. Ellos exigen que la crisis la paguen los trabajadores y jubilados. Pocas veces los intereses capitalistas son tan diáfanos.
4. El gobierno de Syriza ha respondido: entonces que el pueblo griego decida si quiere, o no quiere, más “austeridad” (léase explotación) aceptando el plan de la Troika y convocó un referendo para el domingo 5 de julio. Es decir, apeló a la democracia. Los banqueros y políticos corruptos de la Unión Europea se han llevado las manos a la cabeza y con sus medios de comunicación han tratado de presentar al gobierno griego como “irresponsable”, ¡por consultar a su pueblo! Sí, esos mismos que hacen gárgaras de “democracia” todos los días, no quieren que un país decida democráticamente sobre sus planes económicos.
5. ¿Dónde hemos visto algo parecido en estos días? ¡Ah! ¡En Ecuador! Donde el gobierno de Rafael Correa ha propuesto un proyecto de ley para subir los impuestos a los que más ganan y, con la ayuda de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la oligarquía ecuatoriana ha salido a las calles movilizando a las clases de ingresos medio-altos, y a algunos tontos útiles de la “izquierda”, para protestar y a acusar a Correa de “dictador”. ¿”Dictador” por pretender equilibrios justos entre ricos y pobres? No es la primera vez que esto pasa en América Latina: desde Bolívar para acá, cada vez que un caudillo popular intenta reformas a la injusta distribución de la riqueza es acusado de “dictador”, mientras que los oligarcas que hambrean nuestros pueblos se presentan como “demócratas”. Venezuela es otro ejemplo.
6. No es casualidad la relación de lo que sucede en Grecia (y por extensión en España) con lo que acontece en Ecuador (por extensión en Venezuela, etc.). No sólo porque se trata de que el mundo está controlado por una clase de especuladores y financistas, con un tropel de políticos y comunicadores a su servicio. Esa élite financiera mundial que gobierna al mundo desde instituciones como el FMI, el Banco Mundial, la UE, etc., viene imponiendo una forma de capitalismo salvaje que destruye las pocas conquistas y derechos alcanzados por la clase trabajadora en el siglo pasado. Ese modelo económico se llama neoliberalismo y su objetivo es aumentar las tasas de ganancia a costa de los ingresos de los trabajadores.
7. Usualmente ese objetivo clasista, aumentar la tasa de ganancia capitalista, aumentando la extracción de plusvalía, o sea aumentando la explotación de clase, se presenta enmascarado por políticos y medios de comunicación quienes lo justifican apelando a que un poder aparentemente superior e impersonal, el mercado y sus leyes, que exige la adopción de tal o cual medida. De manera que un producto humano, como el sistema capitalista (mercado) de pronto parece cobrar voluntad propia e impone sus deseos a las personas como si de Dios se tratara. Así los políticos dicen que deben aplicar medidas de austeridad para capear la crisis, para no decir la verdad, que trabajan para los capitalistas. Esa forma de engaño, que Marx llamaba “fetichismo de la mercancía” y otros filósofos “reificación”, se ha desenmascarado en Grecia y Ecuador, quedando al descubierto los intereses de banqueros y oligarcas.
8. Grecia no sólo confirma la solidez de la lucha de clases, que algunos sociólogos daban por muerta, sino también reconfirma otra verdad señalada desde el siglo XIX (Manifiesto Comunista): el sistema capitalista no tiene solución, al menos para la mayoría de la humanidad. En momentos de crecimiento económico el sistema se expande sometiendo a la sociedad y a la naturaleza a su lógica implacable (extracción de plusvalía). Y en momentos de crisis, esa lógica no cambia sino que se hace más descarnada. Lo que hoy vive Grecia, y la mayor parte de Europa, a partir de la crisis de 2008, es decir, programas de austeridad que empobrecen a las clases trabajadoras, lo vivió América Latina desde 1982, con la llamada crisis de la deuda que sirvió para imponer las medidas de ajuste estructural neoliberales, que llevaron a la miseria a millones de personas.
9. En América Latina la respuesta a los planes de austeridad (neoliberalismo) que se aplicaron inflexiblemente durante las décadas de 1980 y 1990, fueron movilizaciones masivas duramente reprimidas, como el Caracazo, la Guerra del Agua, etc. Movilizaciones tan poderosas que llevaron a profundas crisis políticas que duraron varios años, de la que emergieron proyectos políticos y gobiernos que algunos han llamado “populistas” o “reformistas”, cuyo objetivo, impulsado por la movilización de masas, pero sin romper con el sistema capitalista, ha sido moderar las medidas de austeridad adoptando planes sociales que mitiguen la desigualdad. De ese proceso nacieron los proyectos políticos encabezados por Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. Obedeciendo a la misma lógica, ese proceso ha producido en Europa ahora a proyectos como Syriza en Grecia y Podemos en España.
10. Esos proyectos políticos “reformistas”, surgidos a la izquierda de la socialdemocracia (que ha involucionado hacia el socioliberalismo), son revolucionarios por cuanto han prendido en las aspiraciones de millones de personas movilizándolas por “otro mundo posible”, sin las consecuencias del capitalismo neoliberal. Por eso los revolucionarios, los socialistas consecuentes, deben hacer parte de esos procesos políticos y acompañarlos en su experiencia de lucha. Eso es lo que no quieren comprender los sectarios.
11. Pero esos proyectos “populistas” tienen un límite pues no se proponen modificar la esencia del sistema capitalista, la explotación de clases, sino reformarla, atenuarla con algunos programas sociales (que el FMI ha llamado de “transferencias”). En Latinoamérica esos proyectos populistas pudieron sostenerse durante los últimos diez años gracias a los buenos precios de las materias primas (como el petróleo) cuyos ingresos servían para pagar los programas sociales sin tocar los intereses capitalistas. Pero esa fase de buenos precios de las materias primas parece agotada, por ende, la lucha por ver a qué clase social deben beneficiar los pocos ingresos de esos estados se ha hecho más descarnada.
12. De ahí la grave crisis política y la ofensiva de la derecha en Venezuela, en Ecuador, e incluso en países con gobiernos más moderados, como Argentina, Brasil o Chile. Aparentemente, ni Grecia, ni España, tienen muchas opciones de sostener un régimen populista de largo plazo que modere las consecuencias sociales del capitalismo salvaje sin tocar el corazón del sistema, porque no tienen un producto de exportación que los financie. Por eso la crisis de Grecia también pone en evidencia que la única manera de ser consecuentes en la defensa de los intereses de las clases trabajadoras es con medidas más radicales de tipo políticas y económicas de carácter socialista. Eso es lo que no quieren entender los oportunistas.
13. Acompañando la experiencia del pueblo griego y su dirección política, la izquierda revolucionaria debe llamar a votar NO al plan de austeridad de la Troika el domingo 5 de julio, para asestar una derrota parcial y momentánea a la derecha de ese país, y a los intereses capitalistas escondidos detrás de las instituciones europeas. Pero parece correcto que la izquierda a la izquierda de Syriza, incluyendo a los trotskistas y al propio partido comunista (KKE), empiezan a explicar y agitar que no habrá solución a la crisis mientras Grecia pretenda mantenerse dentro de la Unión Europea y el euro, ya que esas instituciones son instrumentos del imperialismo (alemán). En el mismo sentido, en Venezuela o Ecuador no se podrá derrotar la ofensiva reaccionaria sin medidas concretas contra el poder económico y político del capital, o sea sin socialismo real.
14. En Europa y en América Latina cabe esperarse que la menor resistencia a salirse de las órdenes de las instituciones del imperialismo financiero recibirá (como de hecho ya recibe) una ofensiva política y mediática enorme que buscará tanto la desestabilización de los procesos reformistas como una victoria ideológica que trate de convencer a la gente que cualquier proyecto por fuera del sistema capitalista mundial está condenado al fracaso. La única manera de hacer frente a semejante ofensiva de la derecha mundial, es que surja una dirección política inteligente y valerosa que apele consecuentemente a la movilización y organización popular, que apele a que la gente decida, apoye y defienda cada medida que corte las alas a los banqueros y capitalistas. Que se prepare a defenderla incluso con las armas, porque hasta ese recurso van a apelar cuando puedan los imperialistas, en Europa y Latinoamérica, como ya hacen en Medio Oriente.
15. Finalmente, mal que le pese a los escolásticos de izquierda, que si no encuentran a Lenin y Trosky, ni a los soviéts de 1917, creen que no ha llegado la revolución; las revoluciones del siglo XXI ya han llegado, están aquí, se están produciendo, están luchando, buscando su camino, en Grecia, en España, en Venezuela, en Ecuador, etc. Lo que sigue faltando es la dirección política revolucionaria, inteligente y audaz que sea capaz de llevar a los pueblos desde una conciencia reformista a la convicción que el único camino, por duro que será, es la ruptura con el capital.