La prostitución en los tiempos de las redes sociales (Parte I)

Historia

Lo que se considera como el oficio más antiguo de la humanidad, también ha evolucionado a través de los siglos. En este nuevo milenio, las redes sociales y la comunicación en masa, han traído un nuevo universo de posibilidades que nos acerca a todas partes del mundo. De pronto, dentro de ese marco de inmediatez, hemos olvidado un poco los suburbios en los que se veían trabajadoras y trabajadores de la sexualidad hasta altas horas de la madrugada brindando sus servicios especializados. Los problemas de seguridad pública, la propagación de enfermedades transmisibles y el fácil acceso al Internet, promueven que cada día sean más los que recurren al sexo cibernético.

Existe toda una variedad de portales repletos de las mil y una formas de sexualidad. El consumidor de pornografía conseguirá sin problemas, el “lugar” en el que pueda satisfacer sus fantasías. Pero, evidentemente, estos están diseñados para el trasiego e intercambio de servicios sexuales por dinero. Los usuarios pagan con tarjetas de crédito por ver películas, fotos y espectáculos en vivo. La pornografía es una lucrativa y millonaria industria que cada día se solidifica con la creación de aplicaciones con las que se pueden acceder los portales desde tabletas y teléfonos celulares.

En ocasiones tenemos ideas prejuiciadas y estereotipadas de las personas que obtienen su sustento a través de exhibir sus cuerpos o tener sexo en vivo. Sin embargo, por diversas razones, en el mundo de las sesiones privadas encontramos a jóvenes atletas, artistas y estudiantes quienes han encontrado en estas artes una forma “fácil” para obtener dinero. La persona que modela o exhibe sus partes íntimas por dinero, debe cuidar su cuerpo para que este sea atractivo para los posibles clientes.

Si bien es cierto que el uso de la sexualidad en la red tiene la ventaja de ser seguro para evitar enfermedades, de alguna forma hace que se nos olvide la sensación de tocar otro cuerpo. También se crea una sensación falsa cuando nos exponemos a la mentira de la hiperrealidad sexual, tan nefasta para la autoestima. Pero, sobre todo, también siembra la duda sobre en quién piensa el otro cuando hace el amor contigo.