Puerto Rico 2014: Servidumbre y Dependencia

Economia Solidaria

El sistema económico de Puerto Rico (PR), nunca le ha respondido directamente al puertorriqueño. Más bien, ha respondido a las necesidades del capital norteamericano pues es éste el que toma las decisiones económicas de P.R. Reconocer este hecho es un primer paso para buscar soluciones verdaderas a la economía isleña.

Veamos este hecho a lo largo de la historia.

Para el 1902, había 21,693 fincas en la zona cafetera isleña con un promedio en tamaño de 27.5 acres. Pero en el 1914 el 75% de los puertorriqueños campesinos estaban sin tierra dados a la compra masiva de tierras por el capital estadounidense (por el endeudamiento de sus propietarios). En 1925, el promedio del tamaño de terrenos en la zona azucarera era de 223.6 acres. No es extraño que para el 1929, 1/3 parte de la tierra cultivable estaba dedicada al cultivo del azúcar y que el 68% de ésta era controlado solo por 4 centrales azucareras norteamericanas. El nivel de concentración de la propiedad se extendió a toda la economía pues, para el 1929, el 80% de la industria del tabaco, 60% de las utilidades públicas y el 100% del negocio naviero pertenecía al capital norteamericano. Tal concentración de la propiedad en manos de este capital hizo que ésta se enfocara hacia el único mercado que le interesaba, el de EE.UU. Así el 95% de las exportaciones y el 90% de las importaciones de P.R. iban y venían hacia ese país. La mayoría de los puertorriqueños eran trabajadores pobres cortadores de caña y desempleados en los tiempos muertos.

Esta transferencia de riqueza no se dio en un vacío. Para principios de S. XX Puerto Rico poseía su propia moneda y las autoridades estadounidenses devaluaron la misma a un 40% respecto al dólar. Esta medida, sumando a la restricción que el gobierno militar impuso al crédito, a manera de evitar la fuga de capitales a España, provocó una ola de quiebras a los agricultores y devaluaciones de precios de los activos productivos (la tierra). Esas devaluaciones y quiebras permitieron el montaje del monocultivo y la plantación azucarera puesto que inversionistas en el continente encontraron precios de quemazón en todo el archipiélago y, por supuesto, trabajo más barato dado a la pérdida de medios de producción en los puertorriqueños. Así se montó la plantación azucarera en P.R. que empobreció con crece al país.

Empero, a partir del 1945 comienza la expansión mundial del capital industrial estadounidense. P.R. iba ser un importante protagonista de esta expansión como lo fue para la expansión de capital agrícola. Pero al igual que como ocurrió en la pasada etapa, la concentración de los medios de producción puertorriqueña en manos extranjeras, sucedió un escenario muy parecido pero con una mayor remisión de ganancias dado al aumento de la productividad del puertorriqueño (por su mayor nivel educacional y estado de salud) y la gran ayuda del gobierno para facilitar, aún más, su entrada. Para el 1950 había en P.R. 604,000 empleos pero para 1960 se redujo a 552,000. Es decir, la tasa de empleo disminuyó 47% a un 39% (y nunca más volvería ser igual). Asimismo, en el 1954, las empresas locales ofrecían el 62% del empleo en la manufactura y las extranjeras el 38%. Para el 1963, la relación se invirtió a 39% y 61%. Más de medio millón de puertorriqueños emigraron para conseguir empleo en EE.UU. pues, la economía “puertorriqueña”, no los necesitaba. En el ocaso de esa época, los activos manufactureros en control del capital extranjero fue, de 24% en el 1950, a 60.4% en 1977.

Puerto Rico importó su estructura económica, una estructura que no era suya, que no solo no creó suficientes empleos, sino que sustituyó el empleo manufacturero que incipientemente creaban las industrias locales. Y en tanto una economía que no era suya, utilizó los recursos naturales y humanos que necesitaba. La migración y la informalización del trabajo son más de la mitad de la fuerza productiva que fue despachada por la estructura económica “puertorriqueña”. Asimismo, mientras aumentaban los salarios para aquellos puertorriqueños que tuvieron el privilegio de ser reclutados por las empresas extranjeras, la tasa de explotación aumentaban por la mayor productividad de los trabajadores puertorriqueños.

En el 1976 se desencadena la expansión del capital financiero estadounidense en P.R., impulsado por el incentivo de las 936. Este capital es el menos visible de todos, pero el más depredador pues se vale de los ingresos de la economía productiva para engrosar sus ganancias. El control de este capital sobre cualquier medio de producción se da a través del crédito (deuda) o evasión fiscal (socializa el riesgo privatiza el beneficio). En P.R. tenemos una increíble remisión de dinero al extranjero vía el pago al servicio a la deuda tanto pública como privada y la remisión de ganancias de capital extranjero (sin contar las importaciones –un 43% a EE.UU.- y de capital humano emigrado). La remisión de ganancias extranjeras a 10 años (2004-2013) ha sido de $313 mil millones y la deuda extranjera acumulada (2000-2010) alcanza los $500 mil millones sin significar ésta una inversión productiva o de creación del empleo. La deuda privada acumulada en manos extranjeras (2004-2013) podría alcanzar los $141. PR seguramente caerá en una depresión por devaluación de activos en este cuatrienio (venderemos muchas cosas para pagar y sus valores se depreciarán).

Esta situación de sobre-endeudamiento del país, sumado a una devaluación del crédito, está causando una devaluación interna de la economía productiva. Ello significa que los ingresos relacionados a la producción (salarios y ganancias de capital de las industrias) disminuyan lo que ocasiona que todas las empresas relacionadas con la economía local quiebren o estén en alta probabilidad de quebrar. Nuevamente, hay una devaluación de la económica propiamente puertorriqueña que, junto a la Ley 22 que otorga total exención contributiva a individuos millonarios, está impulsado la venida de inversionistas foráneos que están comprando activos físicos (especialmente de bienes raíces). P.R. se está convirtiendo en un localidad de ingresos rentistas (no relacionados a la producción) altamente rentable donde no se paga contribuciones federales y estatales y donde su población es reducida, aún más, a la dependencia del tal ingreso a de fondos federales.

Pero los problemas económicos de P.R. seguirán siendo políticos y de decisiones colectivas que los puertorriqueños nunca han tomado.

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