Adictos a las series

Historia

Hay una nueva manera de ver televisión y se llama Netflix.  Ya no tenemos que sentarnos a cambiar canales para pescar el programa que queremos ver o marcar en nuestro TVGuide el día y la hora en que pasa el episodio que nos toca seguir.  Ahora se pueden bajar programas y series de diversos sitios en la red, como Hulu y Youtube.  O hasta comprar temporadas completas que se ven de un tirón en un fin de semana, para los adictos a las series.  Es parte de ese afán por las historias y las narrativas que padecemos los seres humanos ávidos de tramas jugosas.  Son historias que ya no tienen que cumplir con el gusto pequeño burgués del “buen gusto” sino que pueden mostrar al ser humano tal cual, con todas sus virtudes y “desvirtudes”.

Nos suspendemos en el hilo de la vida de la inolvidable mesera del Merlotte’s, Sookie Stackhouse, y los seres sobrenaturales con los que contemporiza, su jefe Sam Merlotte, quien cambia de forma humana a forma animal, o sus dos enamorados, los vampiros Bill Compton y Eric Norhtman, con su progenie, la inigualable Pam Swynford de Beaufort, de la serie True Blood, basada libremente en las trece novelas de Charlaine Harris.  O seguimos transfigurados el intrincado juego medieval de los tronos de George R.R. Martin, entre los Stark y los Lanister.  Samsa Stark, a punto de casarse con Jofrey Lanister, es repudiada por éste, para casarse con otra princesa, y humillar así a la adolescente Samsa que casi casi se enamora del futuro despótico rey Jofrey, quien se entretiene flechando prostitutas en sus aposentos, como Sebastianes de su sadismo.

Hacemos maratones de Orange Is the New Black y House of Cards, series originales de Netflix, basadas en sendos libros que describen las estratagemas crudas del poder, tanto en una cárcel de mujeres como en los pasillos del congreso de los Estados Unidos y la Casa Blanca, ambas basadas en la memoria de Piper Kerman y las novelas originales del Barón Michael Dobbs, respectivamente.  Piper Chapman vive enamorada de Alex Vause, en una relación lesbiana con pelos y señales que predata la relación heteronormativa que mantiene Piper con su novio Larry Bloom, en el momento en que la arrestan. Ella debe cumplir su condena en una cárcel donde se expone a un mundo uno y diverso, muy diferente al que ella conoce, y donde debe aprender a sobrevivir como sea.  La carrera política de Frank Underwood se mira en el espejo histórico de los escándalos de Los Clinton. Junto con su esposa Claire Underwood, sabe navegar el complicado mar de la política de Washington hasta llegar a la oficina oval de la Casa Blanca, y dar esos dos toques emblemáticos en la madera del escritorio presidencial, a manera de corroborar el puesto conseguido, cuéstele lo que le cueste, llevándose por delante a quién sea: Zoe  Barnes empujada a las rieles del tren urbano para acallarla por intentar descubrir la verdad tras la muerte del congresista Peter Russo.

O nos deslumbramos ante Weeds, serie creada por la genial Jenji Kohan (a quien también debemos Orange…), donde Nancy Botwin, una ama de casa que ha recién enviudado, decide vender marihuana para sustentar a su familia nuclear de dos hijos.  Así se embarca en una serie de aventuras, dignas de los paraísos artificiales con los que trafica, y nos cuestiona toda una ética de cómo “debe ser” una cabeza de familia. Especialmente con dos hijos adolescentes (Shane y Silas) y un cuñado satélite (Andy), todos juntos viviendo con ella en la periferia del suburbio estadounidense, donde se supone que todos sean iguales como en serie, antes de iniciar una vida de nómadas huyendo de la justicia.  La creadora Jenji Kojan es conocida de todos nosotros, aunque no lo sepamos, porque ha trabajado en programas de televisión ya paradigmáticos a la hora de cuestionar el establishment, como lo fueron: The Fresh Prince of Bel-Air, Will and Grace, Sex and the City, Gilmore Girls y Mad About You.

Y somos adictos a las series porque muchas nos devuelven a ese paso de la palabra escrita, del libro, a la imagen, a la serie en pantalla, conjugando así la manera como se conciben las historias y nuestra innata avidez de ellas.  Leer A Game of Thrones o la trilogía de House of Cards u Orange Is the New Black: My Year in a Women’s Prison es poner en perspectiva dos medios, como lo son la literatura, con su precisión en el lenguaje, y la televisión o la pantalla de una computadora o una tablet, con la creación de otra realidad muy diferente a la que nos tocó vivir.