“Masa odiada”

Historia

La educación cinematográfica en Puerto Rico ha madurado considerablemente. Esto en parte se debe a la institución de entidades como la Corporación de Cine, el Taller Cinemático y otras iniciativas similares que en algún momento u otro han aportado a humedecer el apetito por la realización fílmica. Mas la responsabilidad del progreso de tal disciplina recae esencialmente en los hombros de varios recintos de educación superior (como la Universidad de Puerto Rico recintos de Río Piedras, Humacao y Mayagüez; la Universidad del Sagrado Corazón en Santurce y el Conservatorio de Cine en Puerto Nuevo; entre otros) porque los mismos han conseguido garantizar mayor constancia en su servicio.

Ese progreso va directamente atado a los avances y ajustes de nuevas necesidades y demandas provenientes del radicalmente cambiante campo tecnológico. No obstante, por más que haya madurado, el fruto aún esta verde y ello se debe a un problema mayor que ha lacerado consistentemente a esta población insular: la escasez de fuentes informativas que propulsen la diversificación de perspectivas. La doctora Antonia Rivera Rivera (2001) explica:

Un medio que se utiliza para mantenernos enajenados es el limitar el acceso a información sobre los problemas que afectan a otros pueblos del mundo. La mayor parte de los noticieros de nuestro país presentan la realidad internacional a través de segmentos que duran de 60 a 90 segundos, de hecho algunos le llaman “el mundo en un minuto” y la mayor parte de las veces se limitan a presentar eventos naturales, accidentes catastróficos o eventos de guerra o terrorismo. Los noticieros, sin embargo, invierten alrededor de veinte minutos en narrar con detalles morbosos asesinatos y accidentes; incluso en algunas ocasiones entrevistan a los familiares de las víctimas para conocer sus sentimientos y reacciones acerca de lo sucedido. De hecho, acuden a velorios y entierros para rellenar el tiempo. También pierden mucho tiempo en información narrada frente a tribunales, donde lo único ocurrido fue una suspensión del caso. A veces, se invierte un promedio de entre cinco y diez minutos contando la trama de la última novela o la vida novelada de nuestros artistas. En realidad se nos presenta muy poca información sobre nuestros vecinos del Caribe y sobre los problemas que la comunidad internacional enfrenta. Es rara la ocasión en que se proyectan documentales sobre las tareas que organizaciones no gubernamentales desarrollan en el ámbito internacional. Tal parece que los hijos que tienen los deportistas fuera del matrimonio, o los noviazgos, bodas y divorcios de nuestros artistas y políticos fueran más importantes o tuvieran mayores consecuencias para nuestro futuro que la realidad política, social y económica internacional (40 y 41) .

En la esfera popular del cine sucede lo mismo. Actualmente la compañía Caribbean Cinemas es dueña y señora de las principales salas de proyección cinematográfica alrededor de la isla. El bruto del producto que anualmente le ofrecen al espectador puertorriqueño es indiscutiblemente estadounidense. Es decir, este monopolio contribuye en sujetar al pueblo isleño a un modelo primario de referencia: su colonizador. Lo poco que se exhibe concerniente al esquema internacional viene de las manos de Fine Arts (dos salas que Caribbean Cinemas hace unos años atrás compra y restaura en Miramar e instaura en Hato Rey para poder capitalizar en las exigencias de un nuevo y creciente mercado metropolitano) con filmes caracterizados por ser (valga la redundancia) de corte “artístico” y procedencia ajena a la estadounidense. Excepto que esta última aseveración no es enteramente cierta. La gran mayoría de las películas extranjeras que se proyectan en Fine Arts son aquellas que ya han sido escogidas para presentarse en salas de cine y/o festivales estadounidenses; y por lo general también son aplaudidas por la crítica de ese país. Se trata de la visión extranjera que se le otorga el visto bueno, que se permite dejar pasar.

Este dilema es una castración y desviación informativa de las masas ejecutada tanto por colonizadores como colonizados. A través de la historia, la clase dirigente puertorriqueña (o la burguesía criolla), que actualmente ejerce control sobre los medios de comunicación, compone el sector privado y el reguero político partidista; ha sido el agente influyente por excelencia en torno a la gravísima segmentación poblacional a raíz de argumentaciones pasionales además de ser partícipe en la deformación informativa a la que hace alusión la doctora Antonia Rivera Rivera. Esa burguesía criolla se establece formalmente en el siglo diecinueve, constituyéndose originalmente por españoles, inmigrantes europeos que llegaron con la emisión de la Real Cédula de Gracias del mil ochocientos quince y algunos puertorriqueños (usualmente desempeñándose en posiciones de subordinados). En las áreas urbanas estas familias dependían de la agricultura, el comercio o el contrabando (burguesía comercial) mientras que en las áreas rurales imperaba la práctica económica de hacendados (burguesía hacendada: propietarios dedicados a la producción de frutos grandes y menores utilizando relaciones esclavistas). La burguesía de ese entonces demuestra considerable desprecio por la masa de su país, haciendo uso de rabiosas conductas clasistas y racistas que eran reflejo del pensamiento de un sector minoritario dirigente. Estas conductas se pavimentan con actas oficiales como lo fueron el Bando de Policía y Buen Gobierno aplicado por los gobernadores Miguel de la Torre y Juan de la Pezuela respectivamente, el Reglamento de Jornaleros implementado por Juan de la Pezuela y el Bando contra la raza africana de Juan Prim y Prats. Medidas como las anteriores se dispusieron principalmente para contener el florecimiento del pensamiento revolucionario en la masa esclava y trabajadora puertorriqueña en un momento donde Hispanoamérica desataba guerras de independencia. Era represión bajo desinformación. Hoy quedan remanentes de esas conductas que poco se señalan y brotan en los lugares menos pensados: ¿cómo es que en las escuelas se menciona al pirata Roberto Cofresí y ni pío se dice del corsario Miguel Henríquez? ¿Cómo es que usualmente se propone al jíbaro como símbolo nacional y la herencia afro antillana es relegada a música y comida? Es que se ha impuesto una visión de cultura e identidad fragmentada y no inclusiva. Por ejemplo, los escritores de Aguinaldo Puertorriqueño (1843) y Álbum Puertorriqueño (1844) (todos hijos de familias acomodadas que estudiaron en España o Francia) fueron pioneros en proponer un sentido de puertorriqueñidad; un paso ineludible en el proceso de concienciación pero que termina siendo una definición inconclusa ya que se deja en una esquina la abrumadora masa afro antillana. Vale recalcar que en el mil ochocientos cuarenta y seis se reporta la mayor cifra de esclavos en la historia de Puerto Rico: 51,265. Sin embargo, decía Manuel Alonso en su poema “El puertorriqueño” era: “color moreno, frente despejada, mirar lánguido, altivo y penetrante, la barba negra, pálido el semblante, rostro enjuto, nariz proporcionada”; sin duda, un enfoque a medio pocillo.

Entonces, el forcejeo entre las tres básicas ideologías políticas coloniales vigentes en Puerto Rico desde los inicios del siglo diecinueve, ha logrado instaurar una tradición de perturbar la conciencia colectiva mediante un ardiente fanatismo. De ahí emana la segmentación poblacional que ha traído consigo la aglomeración de tribus cuyas voces quedan dando cantazos en sus propias cuatro paredes; que se señalan entre sí, achacándose culpabilidad como si fuera la papa caliente. Una segmentación que desequilibra cualquier proceso de aprendizaje. Es represión bajo desinformación. La minoría dirigente impone sus vistas de vida mientras se sirven con la cuchara grande en nombre del supuesto bienestar de la masa.

Nada de esto es nuevo ni mucho menos exclusivo de la tierra del coquí. Que los muchos se afecten por los caprichos de unos pocos es casi ley de vida. El problema claramente es la falta de perspectiva que afecta todo esfuerzo de enseñanza. El ser humano amplia conocimientos cuando entra en contacto y aprende de una diversidad informativa. Solo así aumenta el repertorio de herramientas a su disposición y a la vez pone en marcha la dolorosa sensación de la lucidez. Por mejor intencionadas que estén, no basta con las ofertas de las Universidades ni con iniciativas o actividades de valor socio-cultural que solo se llevan a cabo en la zona metropolitana porque su naturaleza es exclusoria y por ende no son representativas de la masa. El momento en que se deja de trabajar por esa masa se pierde cualquier noción de avance nacional, perdura un estado de estancamiento. Quizás, en otros rincones de piedra se hallan nuevas respuestas. Quizás lo necesario es simplemente dejar de mirar al mismo charco.

-  Alegría, R., Díaz Soler, J., Ruiz Pérez, J., Rodríguez Bou, I., Batista, G., Rivera de Alvarez, J., et al. (1999) Historia y Cultura de Puerto Rico: desde la época pre-colombina hasta nuestros días. San Juan, Puerto Rico. Fundación Francisco Carvajal.

- Manuel A. Alonso. (2004). Álbum Puertorriqueño. Terranova editores. Carolina, Puerto

Rico.

-  Rivera Rivera, A., González Tapia, B., Cabrera Brailowsky, R., Rivera Torres, L., Vizcarrondo Arill, M., Sierra Lopez, H., et al. (2004). Ciencias Sociales: sociedad y cultura contemporáneas. Tercera edición. Thomson Learning.