Palabras como trapos

Historia

Brillante, genial, impresionante, increíble, espectacular, grandiosa, magnífica, excitante. Desde hace poco más de quince años, los adjetivos anteriores (entre otros) han ido apareciendo poco a poco con mayor frecuencia en los diversos medios de difusión masiva. Hoy día usualmente se les puede divisar en anuncios que promueven la ingesta de películas que han logrado infiltrarse en la cultura popular. Estos adjetivos, que muchas veces demandan imprudentemente nuestra atención con el grosor y el color manipulado de sus letras, forman parte de una corriente de esfuerzos publicitarios que han optado por sintetizar sus campañas mediante el acopio de frases y/o palabras que críticos ya utilizaron para describir el proyecto en cuestión. Palabras que se han convertido en herramientas tanto para los críticos como los publicistas; como llave grifa para un plomero, como cuchilla para un cocinero.

Tal situación nos confirma dos realidades actuales: la profunda implantación de la propaganda en nuestro tren de vida y la sobreabundancia de críticos cinematográficos.  Esta época pos-industrial ha logrado abrir muchas compuertas que una vez se hallaban cerradas, ha traído consigo una democratización radical; acceso en exceso. Se arrancó un velo misterioso y hasta entonces impenetrable. Es por tanto inevitable el creciente interés en materias de artes liberales, pues antes parecían inalcanzables. El ciudadano promedio de nuestro presente (en términos generales) se ha destacado en resaltar continuamente mediante múltiples maneras sus posibilidades, sus atributos envidiables y los privilegios que goza con la misma vanidad que una muchacha ebria le enseña sus senos a la multitud desde un balcón en las fiestas de la calle San Sebastián. Esto último es particularmente notable en las diversas formas que la gente se proyecta al mundo a través de los distintos medios de comunicación social. Cada vez que alguien publica una frase, palabra u oración por este tipo de plataforma, esa persona automáticamente se convierte en una fuente informativa, pero esas palabras mayormente parecen arrojarse sin mucha consideración; detalle que comparten con muchos críticos de cine actuales. Por ejemplo, si definimos la palabra genial (mencionada en la primera oración del primer párrafo) encontramos — según la Real Academia de la Lengua Española — que se refiere a lo “sobresaliente, extremado, que revela genio creador” y es “propio del genio o inclinación de alguien”. Mientras que genio, en el sentido al que hacen alusión estas definiciones; es visto como la “capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables”. O sea, según muchos críticos modernos, una cualidad definida como tan exclusiva y que solía ser más difícil de encontrar que una aguja en un pajar, aparentemente ya no lo es.

La nueva cepa de crítica cinematográfica desmitificó la idea de críticos de renombre, ya no existe el elitismo en la práctica. Ahora imperan sujetos difusos, apasionados de las redes. En un artículo publicado por la revista Dissent, el crítico estadounidense Charles Taylor indica (2011): “Mi experiencia me dice que la crítica fílmica no solo estaba en mejores condiciones en la era de la imprenta sino que además el trabajo bien realizado tenía mejores probabilidades de hacer un impacto. Solamente un tonto diría que no hay trabajo de calidad en el Internet. Sin embargo, la naturaleza del medio, la manera en que ha reconfigurado el periodismo y el discurso público hace más difícil que ese trabajo cobre relevancia.” Irremediablemente las mismas palabras siguen y seguirán reluciendo, estampadas en carátulas, revistas, periódicos, pancartas y pietaje audiovisual; solo cambiará el sujeto que las usa. Pensamientos enlatados y repetición dictados por consumerismo.

Taylor, C. (2011). The problem with film criticism, en Dissentmagazine.org.

Crédito foto: Jorge Macri, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by-nd/2.0/)