En el lugar que se me destinó para vivir, el ambiente natural es agradable. Mucho sol, playas, palmeras, flamboyanes y unos vientos suaves que acarician. En el principio el ambiente moral era bueno. No existía la droga y la timidez del crimen era evidente. Hoy el crimen se adueña del espacio y el afán de lucro rige.
En el pasado, el gobierno creó murallas para proteger al obrero y el clima laboral era como debía ser, uno de lucha y recompensas. Pero los vientos del mal gobierno, imperceptibles al principio, están causando ventarrones que atentan contra la estabilidad del ciudadano común.
Estamos en la etapa crítica. El gobierno, con tal de mantenerse funcionando, nos ha impuesto, por decreto, la Ley de Sostenibilidad Fiscal. El efecto de esta ley es confiscatorio de bienes y conquistas y deja a los caprichos del capital extranjero, la suerte de los más pequeños. Lo cierto es que somos un País rehén del gran capital y el marco legal de la constitución de EU es camisa de fuerza que impide el desarrollo del País.
Se suma a esta despótica ley, una que pone en el barranco de la quiebra a las entidades que son claves del servicio ciudadano y la marcha de la economía, las corporaciones públicas. De este modo, las fuentes de agua y energía están al filo de la bancarrota. Ya antes se había entregado al capital privado comunicaciones, aeropuerto y carreteras. Dentro de poco, el tentáculo de la privatización se quedará con todo.
¿Qué hacemos? Muchos se han sacudido las pulgas y han emigrado a la Metrópolis, otros se han refugiado permanentemente en la dependencia. Muchos han optado por el crimen, son los que trafican con armas y drogas. Un amplio grupo de puertorriqueño cree en darle vuelta a la noria, hacer lo mismo con gente diferente. Un sector minoritario creemos en alterar los esquemas, lograr romper las amarras del coloniaje con la independencia.
Crédito foto: Ricymar Photography (Than…, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)