Diario de luz y sombra: entrevista a Vidal Guzmán Sánchez

Historia

Conocí a Vidal Guzmán Sánchez mientras cursábamos los grados superiores (1975) en la escuela Margarita Janer de Guaynabo. Usaba el cabello largo. Su cabeza era una brasa. Llevaba en los ojos una luz distinta; como si ya supiera de los grandes abismos que nos separan de los momentos de dicha. Provenía, como yo, de una familia humilde de la ruralía. A los dos nos salvó la lectura.



Hace unas semanas, llegó a mis manos su primer poemario Diario de luz y sombra. Son versos de gran belleza, de búsqueda, de profunda melancolía, suaves como el viento del verano en las montañas de su barrio.


Comparto mi última conversación con Vidal, e invito a los lectores a continuar esta conversación a través de su portal de internet, vidalguzman.com, o a través de la página del poemario en Facebook.


R.C.- ¿Cuáles son tus primeros recuerdos literarios?


V.G.S. -Los libros siempre me han apasionado, pero no la literatura. Como recuerdas, pasé mi adolescencia leyendo libros de teología y de filosofía, que en esa época me parecían lo único que valía la pena leer. Hubo excepciones: El principito de Antoine de Saint-Exupéry, Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.


De niño detestaba la literatura,  la poesía sobre todo. La clase de español me aburría, las novelas que me hacían leer no me interesaban, y las poesías que me hacían leer, con muy pocas excepciones, me parecían de una cursilería insoportable.


No fue hasta que llegué a la universidad cuando la literatura tomó sentido para mí. Este cambio se lo debo  dos lecturas: el ensayo “Adentro” de Miguel de Unamuno, y la novela El túnel de Ernesto Sábato. La fuerza de la prosa agresiva y elegante de Unamuno, y el pesimismo radical de Sábato fueron revelaciones que cambiaron mi visión del arte y del mundo.

R.C. -¿Cuándo descubres la poesía como medio de expresión? ¿Qué juego íntimo tienes con ella?

V.G.S. -Como muchos, empecé a escribir poesía cuando me enamoré. Los primeros poemas que escribí los inspiró la que fue mi primera esposa, nuestra amiga común Norma Rivera González. En Diario…, el poema “El nombre de las cosas” es una revisión de un poema que escribí cuando todavía éramos novios.


Con el pasar del tiempo, la serpiente se mordió la cola. He seguido escribiendo poesía, pero he vuelto a los temas que me obsesionaban en mi adolescencia: la búsqueda de sentido, la muerte, el mal, la soledad…

R.C. - ¿A qué poetas acudes regularmente?

V.G.S. -Te puedo decir los libros que tengo junto al cabezal de mi cama.

Primero Rubén Darío; todavía me sobrecoge su virtuosismo absoluto, perfecto. Por supuesto Borges; “Límites” es uno de esos poemas que estaremos leyendo mientras haya humanidad. Alejandra Pizarnik: una alucinación detrás de otra. Charles Baudelaire, cuyas Flores del mal me mostraron un mundo de sensualidad cruel que no deja de fascinarme. Gunnar Ekelöf, cuya trilogía Diwan es una de las experiencias estéticas más espirituales que puede haber. Los Veinte poemas de amor de Neruda, todavía mi Neruda favorito después de leerlo tantas veces. C. P. Kavafis; su poesía es bellísima, triste y azul como el Mediterráneo. Octavio Paz; los poemas en Libertad bajo palabra son monumentales, hermosos como piedras. Xavier Villaurrutia; el poema “Nocturno mar”, de su poemario Nostalgia de la muerte, es de los poemas más complejos y bellos que jamás se han escrito.

R.C. - ¿Cómo manejas la experiencia de la página en blanco?

V.G.S -Si me estás preguntando cómo hago para escribir, por lo general el germen de mis poemas aparece en la forma de uno o dos versos que vienen a mi mente, de la misma forma que a un compositor se le ocurre una tonada; recuerda que la poesía es esencialmente música. A continuación los analizo y trato de encontrar qué es lo que les da su musicalidad. Si puedo encontrarlo, a partir de esa matriz hago crecer el poema de la forma más orgánica posible.

R.C. -¿Estableces diferencia entre un diario poético, y la poesía que se escribe a diario?

V.G.S.- Los poemarios son por naturaleza fragmentarios, porque funcionan como registros de momentos distintos en la vida del poeta; todo poemario es en ese sentido un diario. Diario de luz y sombra no es una excepción. El libro recoge poemas escritos durante un período de muchos años, tantos que algunos poemas ya me parecen ajenos.

R.C.-Desde el título se presiente la tristeza, la penumbra sugerida… es  acaso el tema predominante en tu escritura? ¿Tiene que ver con esta suerte de exilio autoimpuesto?

V.G.S.-A mí la muerte me preocupa mucho, muchísimo. Pero si me preguntas por un tema predominante, te diría que es el Mal, así, con mayúscula. No deja de horrorizarme la capacidad que tenemos los seres humanos de infligir dolor, de causar daño, de provocar caos. Este mismo miércoles  tuve una conversación con soldado norteamericano que estuvo con la fuerza multinacional de la ONU en la guerra de Bosnia. Me contaba de cuando su pelotón llegó a un campo de violación serbio. Fíjate que no era un campo de concentración, era un campo de violación; los serbios llevaban allí a las prisioneras musulmanas con el único propósito de violarlas primero y matarlas después.

No soy digno de la palabra exilio. Yo no me exilié a Nueva Jersey, yo me mudé. Yo visito a Puerto Rico cada vez que puedo. Si me refiriera a mí mismo como exiliado, estaría insultado a los que sí son exiliados, a los que en distintos momentos históricos tuvieron que escapar de sus países bajo amenaza de  cárcel, tortura o muerte: chilenos, cubanos, argentinos, guatemaltecos, salvadoreños, uruguayos. En América Latina tenemos muchísimos exiliados verdaderos, demasiados como para quererme hacerme pasar por uno.

R.C. -¿Crees que el lenguaje es suficiente para hacer poesía?

V.G.S.-Depende de qué lenguaje estemos hablando.  El lenguaje matemático es exacto pero vacío; el número 3 es siempre 3, pero puede referirse a 3 manzanas o a 3 guerras. El lenguaje discursivo es inexacto, pero por eso mismo rico en significados; cuando alguien me habla de manzanas o de guerras, yo me las puedo imaginar como yo quiera.

El lenguaje poético, y aquí incluyo a la prosa literaria, pretende trascender las limitaciones de ambos para alcanzar, dentro de lo que los humanos podemos aspirar, el significado último de las cosas. No soy el primero que digo que el arte y la religión son intentos análogos de lograr el mismo fin.

R.C.- ¿Colabora la poesía con el intento de enfrentar toda muerte?

V.G.S.-Quizás. Como ya dije, todo arte no es más que una manifestación de nuestra búsqueda de un universo con sentido. Nuestro temor a la muerte tiene dos caras. Una es la incertidumbre de no saber que nos espera al otro lado. Pero también es el temor de que el aparente caos del mundo no sea aparente, sino real, y de que nuestras vidas no hayan sido más que otro accidente sin sentido. El arte, la poesía, intentan ponerle orden y darle sentido a ese caos.

R.C. -¿Qué proyectos literarios podemos esperar de Vidal Guzmán Sánchez el próximo año?

V.G.S.-Lovecraft creía que no había emoción más fuerte que el miedo; yo creo que tenía razón. Por eso me interesa muchísimo la literatura gótica y de terror. Actualmente trabajo en una novela y en ella quiero explorar las posibilidades del género en el contexto del Caribe.