8 apellidos vascos: la identidad en Euskadi es un asunto de vida o...

Cine caribe

Es la película vasca más exitosa en la historia. Bueno, aquí viene el primer problema: ¿es la película vasca o sobre los vascos? ¿Es la película española? Realmente, no sé la contestación. Lo que si sé es que el filme Ocho apellidos vascos (Dir. Emilio Martínez Lázaro, España, 2014), es la película más taquillera en la historia del cine español. Es solo desplazada en dicho país, por el megafilme-financiero de Avatar (Dir. James Cameron, EE. UU., 2009). 

La película es una historia sencilla: en una sidrería en Andalucía, un joven anfitrión llamado Rafa/Antxon (Dani Rovira) se sube al escenario para hacer chistes étnicamente ofensivos a los vascos. En el público de la sidrería, hay una joven que se pone de pie y lo insulta, pues ella es vasca. Amaia (Clara Lago) continúa con los insultos hasta que el joven la tiene que sacar del bar.

Al echarla a la calle, se miran y se besan. Ya sabemos que en Hollywood exclusivamente pasan estas cosas. También en Madriwood. Entonces, Rafa se lleva para su casa a Amaia y en el momento más hermoso de los besos precama, Amaia se queda profundamente dormida.

A la mañana siguiente, cuando Rafa despierta y sale a buscarle desayuno se encuentra con el hecho de que ella se ha ido. Luego descubre que ella lo hizo sin llevarse su cartera. Es este olvido el que da paso al desarrollo de la trama del filme: Rafa va al país vasco a buscar a Amaia. No solo para devolverle la cartera, sino porque se había enamorado profundamente de ella.

La película de forma muy placentera se desarrolla en el mundo de Euskadi o el País Vasco. Allí Rafa se convierte en Antxon y por razones ajenas a la vida tiene la posibilidad de enamorar de forma genuina a Amaia. Pero no lo he dicho todo y guardo información para que usted vea la película. Lo lindo del filme es que casi al final, en un vuelco de esos extraños, los jóvenes Amaia y Rafa intentan casarse, pero no lo logran consumar. Los finales nunca son felices, aunque la vida puede ser feliz o no, independiente de cómo termine la historia.

Se trata de una buena película la cual, como han dicho todos los críticos, incluyendo los españoles, es muy “cómica”. Pero más que cómica es una película sana, que retuerce los prejuicios que tiene el mundo español contra el pueblo vasco.

La película tiene puntos de comparación con 200 cartas (Dir. Bruno Irizarry, Puerto Rico, 2013), en el tema de la búsqueda de un amor fugaz. Pero en el homenaje a las ciudades o los países, se asemeja mucho a Vicky Cristina Barcelona (Dir. Woody Allen, EE. UU., 2008). Lo que la hace única es el manejo por un lado del nacionalismo vasco, a partir de lo lindo, como a su vez de los estereotipos.

Es la película de la temporada. Debe ir a verla de forma relajada. Los chistes y las ocurrencias son oportunos. Al final, la película cambia de dirección y se convierte en un drama reflexivo. Pero hasta ese giro, le quedó pertinente y ocurrente al director.

En fin, con un vinito vasco, un txakoli, se pasa mejor. Recuerde, beba con moderación.