La educación según la perspectiva de género

Historia

La educación, de acuerdo a “la perspectiva de género,” es aquella que va dirigida a romper con los valores distorsionados que fomentan el sexismo, la discriminación y el dominio de un género sobre otro. Los conceptos de “perspectiva de género” e “ideología de género” no son sinónimos. La perspectiva de género consiste en un constructo social de cómo las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente se asignan a uno u otro sexo. Los roles son papeles de conducta repetitiva dependiendo de la función que alguien cumple.


“La ideología de género”, de acuerdo a Mons. Oscar Alzamora, obispo auxiliar de Lima, “consiste en reconocer que las diferencias entre el varón y la mujer, fuera de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otros mujeres, más bien que las diferencias de manera de pensar, obrar y valorarse a sí mismos, son el producto de la cultura de un país y de una época determinada, que les asigna a cada grupo de personas una serie de características que se explican por las conveniencias de las estructuras sociales”. De acuerdo a esta ideología se reconocen distintos géneros, incluyendo la homosexualidad y otras manifestaciones sexuales.

Existen diferencias biológicas entre la mujer y el hombre que son producto de su naturaleza. Por tal razón existe total desigualdad desde el origen natural del hombre y la mujer. No obstante, en las sociedades, existen muchas desigualdades que son producto de la naturaleza social del ser humano. Adscribir diferentes roles sociales a los géneros ha resultado en unas diferencias económicas, sociales, políticas y discriminatorias para el género femenino.

Desde un pasado histórico, se le asignó a la mujer el ámbito de lo privado (ama de casa, su trabajo solo podía ser en el hogar o en el predio de tierra cercano a su vivienda), mientras que al hombre se le adscribió el dominio de “lo público”. Este hecho de por sí discriminatorio, colocaba al hombre en posición de ventaja sobre la mujer.

Esta "superioridad" se fue desarrollando a través de la historia. El hombre se convirtió en el proveedor de la familia, mientras que el rol de la mujer quedó reducido al ámbito del hogar y al cuidado de sus hijos producto de su maternidad. De esta forma, el género femenino quedó privado de su completo desarrollo y potencialidad.

Cuando las sociedades reconocen una igualdad de derecho jurídicamente entre ambos géneros, si la construcción social previamente establecida no lo hace posible, tal reconocimiento es nulo e inoperante.

Los seres humanos hemos sido creados con una dignidad inviolable. La Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada en 1948, por la Organización de las Naciones Unidas, así lo reconoce.

En nuestros países latinoamericanos no se ha hecho nada para transformar los sistemas educativos, para que los mismos no reproduzcan las desigualdades producto de nuestra cultura. El uso de la perspectiva de género contribuiría notablemente a romper con estos patrones de conducta que fomentan la discriminación de la mujer desde la edad temprana.

Este tipo de enseñanza no va en contra de los valores fundamentales y cristianos de nuestras sociedades. Más bien la perspectiva de género contribuye a corregir desigualdades sociales que son productos de “valores distorsionados de índole social”.

En algunos países de nuestra región ya se está dando un sano debate sobre el uso de esta perspectiva en el sistema educativo. Otros países, como Puerto Rico, la han aprobado mediante legislación, no sin antes enfrentar la oposición de grupos fundamentalistas y de la Iglesia Católica. Desde mi punto de vista, estas instituciones han confundido la perspectiva de género con la ideología de género que postula que solamente los valores sociales contribuyen al desarrollo de estas desigualdades, ignorando la naturaleza del ser humano.

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