Chappie o la urgencia del director Neil Blomkanp de tomarse una sabática

Cine caribe

Neil Blomkanp, de nacimiento sudafricano aunque residente entre Canadá y EE. UU., se hizo famoso con su opera prima District 9 (Neil Blomkanp, África del Sur-Nueva Zelanda, 2009). Luego tuvo un gran acierto con Elysium (Dir. Neil Blomkanp, EE. UU., 2013). No obstante, en su tercera realización como director de cine en propiedad, la suerte no lo acompañó. Chappie (Dir. Neil Blomkanp, EE. UU.-África del Sur, 2015) es un total desastre. En particular porque distinto a los otros trabajos del director, el guion es muy flojo. Pero el problema central versa que la producción reproduce ideas ya adelantadas y realizadas de forma más exitosas en sus primeras dos películas.

Nuevamente, nos encontramos ante la corporación que produce robótica o nanotecnología policiaca para una de las ciudades más violentas del mundo, Johannesburgo. Dicho esto, los robots son funcionales hasta que un técnico de la corporación, Deon Wilson (Dev Patel), decide explorar con nueva tecnología y la directora de la empresa, Michelle Bradley (Sigourney Weaver), opta por no apoyarlo. Esto da paso a la trama de la película, la cual redunda en las mafias blancas de África del Sur, intentando apropiarse del nuevo robot para hacer fechorías. Así las cosas, eventualmente la película transcurre entre los “malos”, todos ellos incluyendo el técnico de la empresa, intentando hacer maldades. En fin, para simplificarlo, la película es un homenaje a la maldad y nunca sale de dicho paradigma.

Lo único interesante de la película, que adelanta en los debates en torno al cine de ciencia ficción, es el hecho de que Chappie (Sharito Copley) desarrolla una habilidad para extraer la conciencia y transportarla de un ente orgánico a uno inorgánico: un robot. Esto es interesante. No obstante, se pierde en una película donde los actores, esencialmente de África del Sur, carecen de destrezas de actuación, el guion es muy flojo y la cosmovisión que intenta transmitir la película no es éticamente aceptable. Es en todo caso, altamente cuestionable y el filme nunca reconcilia el mal ante el bien.

Para los que conocemos África del Sur, y que hemos visto en el cine de Blomkanp una posibilidad de buen cine del llamado “Sur” y, en particular, del continente africano, esta película es una gran decepción. Luego de haber estereotipado a África del Sur como un país de la maldad y, especialmente, Johannesburgo, en su tercera realización ya no hay sorpresas.

No la recomiendo. No vaya a verla. Hay otras opciones.