Tragedia con fantasmas y sin aparente catarsis

Caribe Imaginado

Aristóteles en su Poética estudia el carácter de la heroicidad trágica y da pie para cierto paralelismo que deseo comentar. El gobernante trágico, se parece a un héroe trágico, pero no del todo, pues a un par de milenios de distancia existen sus diferencias.

Entre sus parecidos encontramos que ambos suelen venir de la clase media alta o alta, por lo que comparten la posición social privilegiada, aunque no, el cambio de fortuna del héroe; y, cabe señalar, que ha habido unos cuantos gobernantes modernos que se han vuelto muy ricos después de finalizado su término.  Ambos están seguros de que  la vida les ha concedido el privilegio, por derecho propio o designio de la divinidad, de estar en el poder. El gobernante trágico piensa, como el héroe, que todas sus soluciones son las correctas. Luego, cuando su tierra sufre por la sequía de ideas productivas o la mala economía, ahí es que se da cuenta de que no ha escuchado a los sabios ancianos y los llama ya cuando es muy tarde. En ese momento, estos le revelan que ha jodido a su madre (metafóricamente hablando, a su pueblo). Llega luego a la anagnórisis, no con poca arrogancia; pero al héroe solo le queda la muerte o el destierro lleno de fatalidad, pues se arranca los ojos para no ver sus engendros (consecuencias de su impulsivo carácter) y, así, expiar sus culpas.


Cuando el gobernante trágico llama a sus sabios amigos, se entrevista con ellos, y suele hacerle caso al que le aconseja con aparente sapiencia que la percepción es la realidad y comete el error de subestimar lo insubestimable.  Sin embargo, el destierro del gobernante trágico, termina cuando el pueblo lo saca del poder; y, aunque no directamente ocurre que se arranque los ojos como acto de arrepentimiento, en la actual democracia, sí ocurre una ceguera que lo acompañará por el resto de su vida y que al contrario, nada tiene que ver con el arrepentimiento, sino con un refuerzo  de su negación, ya que, para él, (para cada uno de ellos, los gobernantes trágicos), se  hizo lo correcto. Creer que todo lo hecho o no hecho, lo hizo bien (el “me vale”) dentro de sus circunstancias, aunque haya hambre (embargos o quiebras), las mujeres no paran ni amamanten (emigración) y el país se desmorone (sindicatura) ha sido la falla trágica acumulada  cometida por ellos para mantenerse en el juego del poder. Para colmo, hay un cierto paralelismo irónico entre el estado económico actual de Puerto Rico y Grecia, donde se origina el género dramático occidental de la tragedia. Claro, que hablamos respectivamente de una colonia de Estados Unidos  y de una nación soberana. Dos situaciones políticas diametralmente diferentes.


No sé qué harán los bonistas de Grecia, pero los de Wall Street,  los que invirtieron en el “territorio”, que por serlo supuestamente no se puede declarar en bancarrota, van a protestar el impago anunciado por el gobernador de turno y de alguna parte van a querer obtener su dinero.


Y la pregunta nos llega con el “coro” del pueblo: ¿Qué nos depara el destino?


Este sería un buen momento para visitar el oráculo de Delfos, pero queda muy lejos.  Mejor reflexionemos seriamente acerca de cómo seguir sosteniendo a la empresa privada con vida saludable  y atraigamos inversión antes que la isla quede irremediablemente desolada. Este sería un buen momento para escuchar a los sabios ancianos con la intención de obedecerlos y para luchar por una reconstrucción viable  del país denigrado por cuatrienios de arrogancia administrativa y desmadre político (con colonia, Puerto Rico o sin ella, Grecia).   Después de todo, no hay peores ciegos que aquellos que no ven las soluciones.


Ahora, ante la incertidumbre de un mensaje que pide sacrificios cuestionables, se puebla de actores fantasmas, la verdadera tragedia boricua: La inteligencia emigra. Los que aún tienen esperanza se quedan; algunos mirando en la estadidad, la opción; otros, la descolonización para negociar acuerdos salvadores. Pero, ¿cómo confiarles el futuro, el que sea, si seguimos eligiendo a decenas de ciegos de espíritu, gobernantes trágicos? No debemos elegirlos más, porque el banco de las mentiras políticas ya no tiene fondos y no hay percepción que nos cambie la triste realidad.