Vino para robar o una muestra decepcionante del nuevo cine argentino

Cine caribe

Vino para robar, la penúltima película del director de cine argentino Ariel Winograd (nacido en Buenos Aires, 1977), es posiblemente la película más decepcionante de la larga lista de películas de dicho país que se han presentado en los pasados cinco años en Puerto Rico. Lo siento, íbamos bien, y de repente “se rompió la carreta”.

Vino para Robar (Dir. Ariel Winograd, Argentina, 2013) inicio hace apenas una semana en Puerto Rico, pese a llevar varios años en el mercado internacional de distribución. La misma nos cuenta la historia de ladrones élites, que se encuentran en el robo de una máscara y luego tienen que trabajar juntos en el robo de una botella de vino Malbec de Burdeos, del año 1847, la cual se encontraba en una bóveda de un banco.

La película entonces parodia y hace juego con un diálogo, y aquí su problema central, con el cine del norte, fundamentalmente de EE. UU. En esto, y ante las reseñas que hemos realizado aquí en Página 0, es que destacamos la diferencia.

Esta película volvió a las fórmulas dominantes para hacer cine argentino. El resto de las películas argentinas de esta nueva cosecha, a la cual hemos llamado el “cine argentino migratorio”, ha creado una nueva fórmula alejada de Hollywood.

En momentos vemos en esta película Vino para Robar, referentes a Sideways (Dir. Alexander Payne, EE. UU., 2004), la saga de James Bond, Casino Royale (Dir. Martin Campbell, EE. UU. 2006), Mission Impossible (Dir. Brian Di Palma, EE. UU., 1996), y hasta The Great Gatsby (Dir. Jack Clayton, EE. UU., 1974).

En esta medida, Vino para robar utiliza fuertes referentes del cine hegemónico de EE. UU. para contar su historia. En esto su debilidad. Una vez uno descubre la fórmula se torna en un filme completamente previsible. Ya esa película, por decir algo, la habían contado. En esta medida, filmes argentinos como Relatos Salvajes (Dir. Damián Szifron, Argentina, 2014) o El misterio de la felicidad (Dir. Daniel Burman, Argentina, 2014) son realmente hablando claros rompimientos con el cine del norte.

Las actuaciones en la película a partir de los dos personajes centrales, Sebastián (Daniel Hendler) y Marian (Valeria Bertuccelli), se desempeñan a medias. Ella se destaca más que él. En un reparto con actores poco interesantes, se destaca, por ejemplo, el asistente de Sebastián, llamado Chuco (Martin Piyoransky), que tiene un desempeño creativo y diferente. Pero el resto, como dirían en Borinquén, es chapa y pintura. Es decir, no se trata de buenas actuaciones originales.

Vaya a verla si desea. Se va a reír. Pero no es la mejor de esta última cosecha del cine argentino. Para mí fue decepcionante, pues regresaron al norte. Vaya con un botellita de agua, del grifo…