El poder de la pérdida

Voces Emergentes

El mes de junio de este 2015 mi madre perdió su lucha contra el cáncer. Lo curioso del cáncer es que aunque es horrible, te da una oportunidad que no tienen las personas que pierden familiares por situaciones fulminantes. El cáncer te da la oportunidad de despedirte. Te da tiempo para planificar, rumiar en ideas y te alarga el dolor del momento. El cáncer tarda en llevarse a la persona, cuando se la lleva, lo que queda es la carcasa, un recuerdo vago de quien solía ser.

Recuerdo a mi madre decir que le había pedido a Dios perder un poco de peso y que parece tenía demasiada fe porque ahora extrañaba sus protuberantes nalgas. Decía, Groupie, me llamaba así porque pensaba tomo la vida como si fuera una fanática. “¿Cómo la gente que no tiene nalgas pasa tanto tiempo sentado? Esto es lo más triste del cáncer, perder las nalgas". Mi coqueta madre extrañaba el cuerpo caribeño y curvilíneo que ocupó por muchos años. No me perdonaría si les digo cuántos, así que vamos a decir tenía suficiente edad para salir en concurso de belleza de mujeres de pelos plateados.

Mi madre me esperó en el hospicio. Cuando llegué no hablaba, solo agonizaba. Le tomé la mano igual que se la tomé cuando nos dijeron que el cáncer estaba terminal, en el hospital en marzo. Me sujetó la mano de vuelta. Estaba en el hospicio fabuloso de EE. UU. con tres enfermeras, aire acondicionado, habitación que parecía hotel y menú de chef. Un lugar que conseguimos porque la saqué de mi querida Isla. Donde seguramente convalecería en un hospital lleno de bacterias, moscas y enfermeras exhaustas.

Mientras nos sujetábamos las manos, la de ella ahora amarillenta. Pensaba en ella. Pensaba en todos los sueños que no pudo lograr. Todas las veces que Yo necesitaría una madre y no la tendría. La madre como la Patria se necesita siempre. Es la única persona que conoces desde que existes. La Patria te da un sentido de valor, te hace sentir que perteneces a algo, a una comunidad. La Patria es un lugar donde llegar y descansar. Como la madre, la Patria se ama hasta cuando no se le entiende. Hasta cuando está siendo caprichosa, nefasta y vacilante.

Había escuchado de las tristezas de perder un padre o una madre de algunos amigos que habían perdido a alguno de ellos. Pero nada en la vida te puede preparar para un dolor así. El que dice que está preparado para eso, no solo se miente a sí mismo sino que les miente a los demás. Soy una persona fuerte, pero la fuerza que me ha permitido continuar luego de mi pérdida, me la dio mi madre. Mi madre que hasta su último momento luchó con la muerte. Que agonizó por tres días porque no estaba lista para dejar atrás la dolorosa carne.

Mi madre que con su partida me matriculó en esta fraternidad de la que nadie te puede hablar hasta que llegas a ella, donde pertenecen todos los huérfanos del mundo. Donde la gente te cuenta su historia con la certeza que la entiendes porque pasaste por la iniciación de que te arrancaran el corazón por la boca, al perder tu ser amado.

Esa mujer frágil a la que le sujeté la mano por tres días, seguía siendo mi madre. Aunque delicada se aferraba con fuerza a su cuerpo. El tiempo se había acabado para ella, pero no lo quería admitir. Le acariciaba el pelo y le suplicaba que dejara de ser fuerte, no toleraba un segundo más verla así. Usé todas las cosas que había escuchado o leído. Camina mamita hacia la luz, todos vamos a estar bien sin ti, te amo, no te preocupes por mí, yo puedo sin ti.

Nunca fui muy buena para mentirle a mi madre, pero estaba dispuesta a mentirle lo que necesitara para que pudiera emprender su viaje. No me bañé, no comí casi, tenía un miedo espantoso que mi madre se muriera sola, sin compañía, cuando yo podía estar allí. A algunos les puede parecer exagerado, pero tenía miedo a que pasara el momento más difícil de su vida sola. Un miedo infundado en que es desconocido para mí el proceso de morir. Quién sabe si la pasó súper bien, pero me quedaba a mí manejar la situación con la información que poseo.

Cuando le dieron los santos óleos, el reverendo me dijo que hice buen trabajo criándola, así que asumo que mi madre le había contado de nosotras. Mi familia vino a verla como pudo, estaban ocupados en lo suyo y no toleraban el dolor ni verla así. No los culpo, no me siento molesta en ninguna forma que me dejaron sola porque no estaba sola. Mi madre y yo estábamos juntas. Igual que habíamos afrontado tantos retos en la vida, juntas. Haciendo lo mejor de nuestra situación, viéndolo como decía mi madre, como una aventura. Ahora ella y yo estábamos despidiendo su vida, juntas. Escuchamos boleros de Silvia Rexach, le acaricie el cabello, llamé a todas las personas que se me ocurrió para que se despidieran. Les envié el último mensaje que me dejó en el celular diciendo su nombre y que me amaba.

He leído en varios artículos de psicología que el duelo sea largo es bueno para el sobreviviente. Seguramente en su dolor mi sabia madre se aferraba para ayudarme a mí. No lo sabré hasta que me toqué a mí emprender el mismo viaje.

Mi madre me envió un email de agradecimiento por amarla, pero en ese amor ganamos las dos. Lo leo cuando se me olvida la mujer tan especial de la que vengo. No que se me olvide que ella es especial, lo leo cuando se me olvida que lo soy Yo. Ya no tengo esa madre amorosa que me recordaba que podía hacer lo que deseara con mi vida. “No olvides nunca quién eres, lista para conquistar el mundo”, solía decir. “Deja este lugar mejor de lo que lo encontraste”.

Tengo el corazón roto, pero no las alas. Las alas me las dio mi madre cuando me educó, cuando me enseñó a ser libre, cuando me enseñó la compasión hacia los demás. Cuando me sembró en el alma el orgullo por mi Patria, nuestro Puerto Rico.

Decía, “groupie, todo el mundo hace lo que puede, no te fijes demasiado en lo que digan los demás, al final del día, a quién le importa. Si tienes duda si algo será muy escandaloso, pregúntate ¿Qué haría Madonna? Si ella lo haría, hazlo tú. Siempre que tengas la oportunidad, toma el viaje, toma el viaje. No regrets. Lo demás se resolverá. Sobre todo, si alguien te da sapos, culebras y es lo único que tiene para darte, agradece su aportación. Quien verdaderamente es feliz, es el agradecido. Agradécelo todo porque todo es magia y ganancia. Celebra todo lo bueno y aprende de lo malo".

Por lo mismo no puedo dejar que este dolor me paralice sino que lo tengo que usar para mover mis alas. Para vivir como vivió mi madre, con esa misma fuerza, esa pasión y esa determinación consistente que mi actitud influiría el cien por ciento de mi experiencia de vida. Por lo mismo no solo decido sobrevivir sino prosperar.

Cuando miro la luna recuerdo todas las veces que mi madre citó el poema de Luis Lloréns Torres, Madrugada….hacia él vuela mi alma buscándote en el vacío. Me decía siempre que estábamos separadas por el espacio que compartíamos el mismo cielo y corazón. Así estábamos conectadas. Me llamaba cuando estudiaba lejos para que miráramos la luna juntas. Nuestras almas se encontrarían como la del autor y su amada en el firmamento.

Ahora mi madre vive en muchas de mis palabras y actitudes. Vive en su legado de amor a todo el que tocó y dejó mejor de lo que lo encontró, que era su misión de vida. Decía que la imitación es la verdadera adulación. Que Yo era su mejor Frankenstein.

Hay días que son más duros de vivir sin madre, claro que sí. Pero soy una boricua fuerte que se fortalece al afrontar su dolor, que lo usa, en vez de dejarse consumir por él. Que lo tiene de pedestal para alcanzar sus sueños.

Mi mayor aspiración es vivir como mi madre y despedirme algún día de este cuerpo como se despidió ella, con las palabras de Amado Nervo en su poema En Paz, vida nada me debes, vida estamos en paz…

Foto suministrada